Ley de plazos
El aborto como fen¨®meno social y metajur¨ªdico se da desde los tiempos prehist¨®ricos. Han existido pr¨¢cticas abortivas en todos los tiempos y en todas las civilizaciones.
Concretamente, la filosof¨ªa cat¨®lica no siempre lo consider¨® delito, y cuando lo hizo e impuso sancionar esa pr¨¢ctica fue porque consider¨® que, a trav¨¦s de la misma, se pretend¨ªa ocultar uno de los pecados capitales: la lujuria. No precisamente porque se pretendiera defender una vida. Consecuencia, lo anterior, de una visi¨®n exclusivamente reproductora del sexo. De ah¨ª tambi¨¦n la oposici¨®n de la Iglesia a los m¨¦todos anticonceptivos.
Tambi¨¦n cabe precisar que la Iglesia, a trav¨¦s de sus te¨®logos, estableci¨® una diferencia entre fetos machos y hembras, afirmando que los primeros recib¨ªan el alma a los 40 d¨ªas de la gestaci¨®n, mientras los segundos a los 80 d¨ªas. Esta distinci¨®n no fue abolida hasta 1869 por P¨ªo IX, coincidiendo con la revoluci¨®n industrial que, curiosamente, gener¨® una fuerte demanda de mano de obra barata.
No obstante, al margen de la historia, de idas y venidas, de lo que se trata con la nueva ley de plazos es, sencillamente, de que la maternidad sea un asunto ¨ªntimo y personal de cada mujer, que opte por ser o no ser madre y por c¨®mo serlo. Se trata de no someterla constantemente a juicios y valoraciones p¨²blicas, con un alto sesgo confesional en las mismas.
Adem¨¢s, dejar libre a cada mujer para tomar esta decisi¨®n no obligar¨¢ nunca a nadie a abortar.
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