La historia m¨¢s triste
Tremendo palo le pegaron a Betrayal, quiz¨¢s la obra m¨¢s popular de Pinter, cuando se estren¨® en el Lyttelton en 1978, con Michael Gambon, Penelope Wilton y Daniel Massey, a las ¨®rdenes de Peter Hall. Fue recibida por la cr¨ªtica como una "obra menor" (puedo entenderlo: la anterior era la impresionante No Man's Land), excesivamente "concreta" (s¨ª, eso dijeron), y sin enigmas (aparentes). Incluso el ultraperceptivo Michael Billington escribi¨® entonces (luego rectific¨®, en su biograf¨ªa de Pinter) que no le interesaba lo m¨¢s m¨ªnimo "una historia de cuernos entre intelectuales de Hampstead". Por supuesto, Betrayal (Traici¨®n) va mucho m¨¢s all¨¢ de una historia de cuernos. Su asunto es la mentira como infecci¨®n, como met¨¢stasis. Nueve escenas, secas, reconcentradas, que dibujan un desolador laberinto de traiciones. Me apostar¨ªa un chel¨ªn a que Pinter ten¨ªa en la cabeza el tono de El buen soldado, de Ford Madox Ford (originalmente llamada La historia m¨¢s triste): el retrato de dos parejas aparentemente felices y hermanadas bajo cuya superficie tersa bulle una red de turbulencias, tensiones y enga?os. Pinter hab¨ªa vivido un adulterio semejante, aunque eso es un poco lo de menos. Lo importante es c¨®mo lo cuenta: comenzando por el final (el encuentro en un pub entre los amantes separados) y remont¨¢ndose, paso a paso, hasta el origen de su relaci¨®n, diez a?os atr¨¢s. No es una estrategia original (Kauffman y Hart patentaron el prototipo en 1934 con Merrily We Roll Along, por no hablar de El tiempo y los Conway) pero siempre te parte el alma. Robert, editor, y Jerry, agente literario, son amigos ¨ªntimos y se conocen desde la universidad. Jerry tiene un largo affair con Emma, la esposa de Robert, que dirige una galer¨ªa de arte. ?Sencillo? Ni lo sue?en. A lo largo de esas nueve escenas nos enteramos de que todos han mentido para que las aguas no salieran de su cauce, pero que no hay peor traici¨®n que la de enga?arse a uno mismo. Jerry y Robert (los hombres siempre salen peor parados en las obras de Pinter) no s¨®lo traicionaron su amistad sino sus ideales de juventud: ambos promocionan a escritores en los que no creen pero que les permiten ganar mucho dinero, como un tal Casey (Ruiz Pi?uel, en la versi¨®n catalana) que, ir¨®nicamente, acabar¨¢ siendo el nuevo amante de Emma. No les desvelo nada: eso se cuenta en la primera escena. Lo fascinante del texto es su gradaci¨®n informativa: de qu¨¦ manera logra Pinter narrar el avance de esa marea negra mostr¨¢ndonos no las cumbres sino los intersticios por los que se ha escapado la pasi¨®n, a trav¨¦s de un di¨¢logo que revela, por omisi¨®n, por m¨¢scara, los verdaderos sentimientos. En el justo centro de esa estructura sim¨¦trica, casi musical, brilla, como un paradigma (o una po¨¦tica) la "escena de Venecia", en la que Robert descubre, por azar, el adulterio, a caballo entre Rattigan (las bromas sobre la torpeza del correo italiano, encubriendo el dolor del enga?o) y Strindberg (el juego cruel del marido, que obligar¨¢ a su esposa a poner las cartas, nunca mejor dicho, sobre la mesa). Betrayal se ha montado muy poco en Espa?a. A principios de los ochenta la estren¨® Francisco Vidal en el Pr¨ªncipe (funci¨®n que no vi) y pasaron casi veinte a?os hasta su reposici¨®n, en catal¨¢n (Traici¨®, 2002), un inmaculado montaje a cargo de Xavier Albert¨ª en la sala Muntaner de Barcelona. La semana pasada lleg¨® al Lliure, con id¨¦ntico t¨ªtulo y direcci¨®n de Carles Alfaro, que firma tambi¨¦n escenograf¨ªa e iluminaci¨®n: para mi gusto, su mejor espect¨¢culo desde La controversia de Valladolid. Con ritmo, con tensi¨®n, con humor, con verdad. Hay un inteligente aprovechamiento de la sala grande. Al principio tienes la impresi¨®n de estar en una disco de los setenta, todo tapizado en felpa marr¨®n, con varios niveles, y escaleritas, y asientos hundidos en el suelo, pero el dispositivo, metaf¨®ricamente laber¨ªntico, logra crear con eficacia los diversos espacios de la acci¨®n, y permite, otra buena idea, que en los d¨²os est¨¦ siempre presente (lejano, en la sombra) el tercero en discordia, sea mujer, marido o amante. La traducci¨®n de Esteve Miralles es viva y fluida, con alguna expresi¨®n demasiado literal (brutally honest) pero sometida a un patr¨®n inveros¨ªmil: la acci¨®n se ha trasladado a Barcelona mientras que los protagonistas mantienen sus nombres originales, su biograf¨ªa (no conozco a ning¨²n editor o agente catal¨¢n que haya estudiado en Oxford, como Jerry y Robert) y, lo m¨¢s rid¨ªculo, cada tanto sueltan una r¨¦plica en ingl¨¦s. Pese a esos escollos, Vicenta Ndongo (Emma) sirve con naturalidad y fuerza uno de los personajes m¨¢s complejos de su carrera: una superviviente nata, apasionada, sensual, y con m¨¢s recovecos que el o¨ªdo interno. Francesc Orella est¨¢ igualmente superlativo como Robert, con retranca, con much¨ªsimo peligro, mandando desde que pisa la escena: ni un paso en falso, ni una inflexi¨®n banal o descuidada en una interpretaci¨®n que hace pensar en un cruce entre Bruno Ganz y Gene Hackman. A Francesc Garrido le toca el rol m¨¢s espinoso. Emma y Robert no son ningunos santitos pero desean, activamente, y Jerry es un narcisista que pasa del fuego al hielo en un pisp¨¢s. Para Emma parece encarnar la locura y el arrebato, pero s¨®lo puede mostrar su pasi¨®n al principio de la historia (o sea, al final). Parece secretamente concebido como un personaje c¨®mico: el ¨²ltimo en enterarse de todo. Garrido es un actor poderoso y visceral con una cierta tendencia al retortij¨®n neur¨®tico, y aqu¨ª Alfaro se lo ha marcado excesivamente. Aunque hace gala de un humor marciano, imprevisible y brillante, sobre todo en las escenas con Robert, incurre a ratos en una entonaci¨®n son¨¢mbula, con extra?os parones en mitad de las frases, como si se autotradujera. Quiz¨¢s el concepto de su interpretaci¨®n est¨¦ basado en la naturaleza desmesuradamente "teatral" del personaje, y as¨ª lleva a cabo su escena de seducci¨®n, casi como Crumb jugando a Ricardo III: acaba convenciendo, pero un poco m¨¢s de contenci¨®n no vendr¨ªa mal. Reserven entradas ya: Traici¨® es un exitazo de p¨²blico.
Lo fascinante del texto es su gradaci¨®n informativa: de qu¨¦ manera logra Pinter narrar el avance de esa marea negra mostr¨¢ndonos los intersticios por los que se ha escapado la pasi¨®n
Traici¨®, de Harold Pinter. Direcci¨®n: Carles Alfaro. Teatro Lliure. Barcelona. Hasta el 12 de abril. www.teatrelliure.com.
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