Por una vida m¨¢s frugal
La filosof¨ªa del 'decrecimiento' reivindica que debemos trabajar menos para vivir mejor. Propone una cr¨ªtica constructiva y pluridisciplinar que ponga en cuesti¨®n la b¨²squeda obsesiva del "cada vez m¨¢s"
En el origen de la grave crisis actual hay una nueva manifestaci¨®n de la desmesura, de la b¨²squeda infinita de omnipotencia. Las empresas y entidades financieras han estado persiguiendo obtener unos beneficios en crecimiento perpetuo. En esta b¨²squeda incesante del "cada vez m¨¢s", los mercados existentes no bastaban, y hubo que crear mercados incluso donde no exist¨ªan. Las consecuencias de todo ello en la econom¨ªa real ser¨¢n por desgracia de amplio alcance, y afectar¨¢n especialmente a los m¨¢s d¨¦biles. Como consecuencia de esta crisis, la mayor¨ªa de nuestros dirigentes, antes neoliberales, de repente parecen haber descubierto a Lord Keynes. Pues bien, ?qu¨¦ es lo que Keynes nos dice? "La dificultad no es tanto concebir nuevas ideas como saber librarse de las antiguas".
Debemos abandonar la ideolog¨ªa productivista, que est¨¢ desconectada del progreso humano y social
Se trata de utilizar los beneficios obtenidos para que todos puedan trabajar moderadamente
Eso es lo que pretende el movimiento del "decrecimiento", que propone una cr¨ªtica constructiva, argumentada, pluridisciplinar, de rechazo de los l¨ªmites que constri?en nuestras sociedades contempor¨¢neas, para as¨ª poder liberarnos de ese "cada vez m¨¢s". La filosof¨ªa del decrecimiento trata de explicar que en muchas ocasiones "menos es m¨¢s".
?Qu¨¦ es exactamente lo que est¨¢ ocurriendo en nuestros d¨ªas? No estamos padeciendo una crisis sino un conjunto de ellas: crisis ecol¨®gica (energ¨¦tica, clim¨¢tica, p¨¦rdida de la biodiversidad, etc¨¦tera); crisis social (individual y colectiva, aumento de las desigualdades entre las naciones y en el seno de las mismas, etc¨¦tera); crisis cultural (inversi¨®n de valores, p¨¦rdida de referentes y de las identidades, etc¨¦tera); a lo que ahora se a?ade la doble crisis financiera y econ¨®mica. Todas ellas no son crisis aisladas, sino m¨¢s bien el resultado de un problema estructural, sist¨¦mico: cuyo origen est¨¢ en la desmesura, en la b¨²squeda obsesiva del "cada vez m¨¢s".
?Qu¨¦ se puede decir sobre la crisis econ¨®mica desde el punto de vista de quienes somos "objetores al crecimiento"? Que nadie se equivoque, porque decrecimiento no es sin¨®nimo de recesi¨®n. Tal como escrib¨ª hace m¨¢s de dos a?os: "No hay que elegir entre crecimiento o decrecimiento, sino m¨¢s bien entre decrecimiento y recesi¨®n. Si las condiciones ambientales, sociales y humanas impiden que siga el crecimiento, debemos anticiparnos y cambiar de direcci¨®n. Si no lo hacemos, lo que nos espera es la recesi¨®n y el caos".
Ahora hemos entrado en recesi¨®n, pero que nadie se confunda, no en una sociedad de "decrecimiento". Para empezar, no hemos cambiado nuestra organizaci¨®n social, y en la actual organizaci¨®n todas las instituciones y mecanismos redistributivos se nutren de la idea del crecimiento. En una sociedad as¨ª, cuando el crecimiento falta, la situaci¨®n es inevitablemente dram¨¢tica. El decrecimiento es algo totalmente distinto. Significa crecer en humanidad, esto es, teniendo en cuenta todas las dimensiones que constituyen la riqueza de la vida humana.
El decrecimiento no es un crecimiento negativo, ni propugna tampoco una recesi¨®n ni una depresi¨®n; ser¨ªa rid¨ªculo tomar nuestro sistema actual y ponerlo del rev¨¦s y de esa manera intentar superarlo. El decrecimiento supone que debemos desacostumbrarnos a nuestra adicci¨®n al crecimiento, descolonizar nuestro imaginario de la ideolog¨ªa productivista, que est¨¢ desconectada del progreso humano y social. El proyecto del decrecimiento pasa por un cambio de paradigma, de criterios, por una profunda modificaci¨®n de las instituciones y un mejor reparto de la riqueza.
Es claro que el crecimiento econ¨®mico pretende aliviar la suerte de los m¨¢s desfavorecidos sin tocar demasiado las rentas de los m¨¢s ricos, para no enfrentarse a su reacci¨®n pol¨ªtica. En ese sentido, el decrecimiento pasa necesariamente por una redistribuci¨®n (restituci¨®n) de la riqueza.
En un mundo de recursos limitados, las cosas no pueden crecer de manera indefinida. Por eso, "la objeci¨®n al crecimiento" habla de la necesidad de compartir, el regreso de la sobriedad, en particular para aquellos que sobreconsumen. Hacemos nuestras estas palabras de Evo Morales, presidente de la Rep¨²blica de Bolivia, que el 24 de septiembre de 2008 afirm¨® en la Asamblea General de las Naciones Unidas: "No es posible que tres familias tengan rentas superiores a la suma de los PIB de los 48 pa¨ªses m¨¢s pobres (...) Estados Unidos y Europa consumen de media 8,4 veces m¨¢s que la media mundial. Es necesario que bajen su nivel de consumo y reconozcan que todos somos hu¨¦spedes de una misma tierra".
Hay que acabar con la idea de que "el crecimiento es progreso" y la condici¨®n sine qua non de un desarrollo justo. El crecimiento es adornado por sus defensores con todas las virtudes, por ejemplo en materia de empleo. Sin embargo, como dijo Juan Somavia, director general de la OIT, en su informe de enero de 2007: "Diez a?os de fuerte crecimiento no han tenido m¨¢s que un leve impacto -y s¨®lo en un peque?o pu?ado de pa¨ªses- en la reducci¨®n del n¨²mero de trabajadores que viven en la miseria junto con sus familias. As¨ª como tampoco ha hecho nada por reducir el paro". En efecto, los beneficios empresariales han sido tan enormes que ni siquiera un crecimiento fuerte ha podido crear empleo, de ah¨ª la persistencia del paro. La recesi¨®n agrava brutalmente este problema. Pero es ilusorio pensar que, para que todo el mundo tenga trabajo, lo que hay que hacer es restaurar el crecimiento econ¨®mico y aumentar cada vez m¨¢s las cantidades producidas; esta sobreproducci¨®n no tiene ning¨²n sentido, no consigue el pleno empleo y, encima, compromete gravemente las condiciones de supervivencia del planeta.
Volvamos a Keynes, aunque no el que relanza las econom¨ªas desfallecientes gracias a la intervenci¨®n del Estado, sino al que escrib¨ªa en sus Perspectivas econ¨®micas para nuestros nietos (1930) que sus nietos (es decir, nuestra generaci¨®n) deber¨ªan liberarse de la coacci¨®n econ¨®mica, trabajar 15 horas semanales y tender a una mayor solidaridad que permitiese compartir el nivel de producci¨®n ya alcanzado. No hacerlo as¨ª, seg¨²n ¨¦l, nos llevar¨ªa a caer en una "depresi¨®n nerviosa universal".
La filosof¨ªa del decrecimiento hoy dice que debemos trabajar menos para vivir mejor. No tener la mira puesta en el poder adquisitivo (que a menudo es enga?oso y reduce al hombre a la ¨²nica dimensi¨®n de consumidor), sino buscar el poder de vivir. Se trata de cambiar la actual organizaci¨®n de la producci¨®n y repartir mejor el trabajo: utilizar los beneficios obtenidos para que todos trabajen moderadamente y todas las personas tengan un empleo. Esta reorganizaci¨®n debe ir acompa?ada de una revisi¨®n de las escalas salariales. No es aceptable que algunos empresarios ganen varios centenares o miles de veces m¨¢s el salario de sus propios trabajadores.
Reducir la cantidad de trabajo permitir¨ªa asimismo que pudi¨¦semos llevar una vida m¨¢s equilibrada, que nos realiz¨¢ramos a trav¨¦s de cosas que no sean la sola actividad profesional: vida familiar, participaci¨®n en la din¨¢mica del barrio, vida asociativa, y tambi¨¦n actividad pol¨ªtica, pr¨¢ctica de las artes...
Un modo de vida m¨¢s frugal, que se tomara en serio los valores humanistas y tuviese en cuenta la belleza, conducir¨ªa a producir menos pero con mejor calidad. Una producci¨®n de calidad pide habilidad y tiempo, y ofrecer¨ªa empleos numerosos y m¨¢s gratificantes. Supone no recurrir sistem¨¢ticamente a la potencia industrial (exige sobriedad energ¨¦tica) lo cual mejorar¨ªa la necesidad de fuerza de trabajo (como se observa al comparar la agricultura intensiva, muy mecanizada, gran consumidora de petr¨®leo pero parca en mano de obra, con la agricultura biol¨®gica). De esta manera, quiz¨¢ tambi¨¦n se pudiese equilibrar mejor trabajo intelectual y trabajo manual, y combatir al mismo tiempo la epidemia de obesidad que padecen nuestras sociedades demasiado sedentarias.
Devolver el protagonismo a la persona, restaurar el esp¨ªritu cr¨ªtico frente al modelo dominante del "cada vez m¨¢s" y abrir el debate sobre nuestra forma de vivir y sus l¨ªmites, saber tomarse tiempo para mantener una relaci¨®n equilibrada con los dem¨¢s, ¨¦se es el camino que propone la filosof¨ªa del decrecimiento. Se trata de sustituir el crecimiento estrictamente econ¨®mico por un crecimiento "en humanidad". Es una tarea estimulante, un desaf¨ªo que merece la pena intentar.
Nicolas Ridoux es autor de Menos es m¨¢s. Introducci¨®n a la filosof¨ªa del decrecimiento (Los Libros del Lince).
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