El Padre del Culebr¨®n
F¨¦lix B. Caignet empez¨® su carrera como compositor de boleros, de danzones y de representaciones musicales de un pa¨ªs, Cuba, propenso al ritmo, el baile y el verbo colorido. Aterriz¨® en la radio muy joven y cre¨® uno de los cl¨¢sicos de la narraci¨®n radiof¨®nica, el serial para ni?os, una f¨®rmula reproducida hasta hoy. Su Buenas tardes, muchachitos inici¨® una carrera muy influyente en toda Latinoam¨¦rica. En esos programas, Caignet descubri¨® un juego de campanillas que empleaba para anunciar a los oyentes que la emisi¨®n se acercaba a su fin. Pero un segundo redoble de esas campanillas confirmaba la continuaci¨®n, al d¨ªa siguiente. El sistema cre¨® la primera fidelidad a un serial radiof¨®nico.
"Caignet mezcl¨® los ingredientes de los seriales policiales con un fondo sentimental. Hab¨ªa nacido la radionovela"
"El fen¨®meno de la televisi¨®n coincidi¨® con varias dictaduras en los pa¨ªses que abrazaban por igual el medio y la telenovela"
Su siguiente ¨¦xito fue el serial policiaco, que jugaba ya con elementos dram¨¢ticos que anunciaban el aterrizaje de su g¨¦nero por excelencia, la radionovela. Ese serial policiaco, creado en 1934, ten¨ªa como protagonista a un detective chino y peculiar, Chan Li po, y uno de sus casos m¨¢s c¨¦lebres fue La serpiente roja. La radio no ten¨ªa secretos para Caignet: si las campanillas fueron continuidad en la serie juvenil, la voz de un narrador fue un hallazgo en los policiales.
En 1947, Caignet tuvo una idea genial. Mezclar ingredientes, pero a?adi¨¦ndole a la aventura un fondo sentimental. Y que ¨¦ste encerrara un elemento que atrapara a los oyentes.
Cuba ha sido tradicionalmente una tierra caliente y con una poblaci¨®n de hijos criados por madres solteras. No era un tema f¨¢cil de plantear en una emisi¨®n radiof¨®nica, pero Caignet pens¨® primero el t¨ªtulo, El derecho de nacer, y luego, en una de sus grandes m¨¢ximas: "Hay que hacer llorar al oyente una l¨¢grima en cada final". As¨ª naci¨® la radionovela, que luego el mismo Caignet reconocer¨ªa inspirada en las narraciones que contadoras de historias hac¨ªan en las f¨¢bricas de tabaco de La Habana.
La novedad de El derecho de nacer es la incorporaci¨®n de la protagonista, una mujer joven de origen humilde que es enga?ada por un caballero de clase superior, queda embarazada y acude a un m¨¦dico para eliminar la huella de ese amor. Pero el doctor la convence para que tenga a su hijo y lo deje en manos de una cuidadora. A?os m¨¢s tarde, transformada en una triunfadora, la mujer regresa a buscar a ese hijo y ese amor del pasado, exponi¨¦ndose a un sinf¨ªn de tropel¨ªas y falsas realidades que garantizaban el redoblar de campanillas de un interminable continuar¨¢? El impacto de El derecho de nacer fue absoluto en todo el mundo de habla espa?ola, incluida Espa?a.
Siempre me result¨® llamativo que el personaje de la madre que cr¨ªa al hijo abandonado se supon¨ªa que era una negra, de nombre Mama Dolores (Caignet era ¨¦l mismo hijo de una esclava). Mama Dolores fue, precisamente, uno de los pilares del ¨¦xito de la emisi¨®n, porque por primera vez se escuchaba hablar a una negra con las inflexiones propias de esa raza, bastante denostada en la Cuba de entonces.
Cuba fue el primer pa¨ªs del Caribe en tener televisi¨®n, en 1950, y en 1956 lleg¨® el color. Caignet fue invitado a trasladar su ¨¦xito lacrim¨®geno a la peque?a pantalla sin alterar ninguno de sus ingredientes: la trama antiabortista, la mujer enga?ada por el caballero de clase superior, el triunfo que permite a esa mujer regresar a buscar los trozos de su coraz¨®n, y la red de secretos que protege la maldad e hipocres¨ªa de quienes le hicieron da?o. La gran sorpresa fue ver a Mama Dolores. Es uno de los puntos m¨¢s divertidos y veraces de mi ficci¨®n. Segu¨ªa siendo negra, pero la interpretaba, tanto en Cuba como en Venezuela y desde luego en Argentina, una actriz blanca.
A medida que los pa¨ªses de la regi¨®n adoptaban la televisi¨®n, El derecho de nacer fue el programa m¨¢s importante de su oferta. M¨¦xico lider¨® el camino, adapt¨¢ndolo al cine en el mismo a?o 1950. Momento en el que entr¨® en escena Jorge Mistral, actor nacido en Valencia, que fue uno de los grandes galanes de la ¨¦poca dorada del cine mexicano. A esa interpretaci¨®n se le debe el estereotipo del protagonista de la telenovela: hombre apuesto, proclive a la tormenta interior, inflexible en sus principios, pero susceptible a las maquinaciones del destino. Y Mama Dolores fue importada del serial cubano, Lupe Su¨¢rez, la ¨²nica actriz capaz de convertirse en la negra m¨¢s amada del continente.
Caignet cre¨® tambi¨¦n su propio equipo de colaboradores, de donde surgir¨ªan sus m¨¢ximas herederas, Delia Fiallo e In¨¦s Rodena. Todo este fen¨®meno coincid¨ªa con varias dictaduras en los pa¨ªses que abrazaban tanto el medio como la telenovela. En Argentina, Per¨®n dise?aba los cimientos de un populismo que todav¨ªa hoy encuentra adeptos en el chavismo, Evo Morales y hasta el propio sandinismo. En Santo Domingo, Trujillo se perfumaba, vest¨ªa como Napole¨®n y asesinaba hasta a miembros de su familia. En Venezuela, P¨¦rez Jim¨¦nez constru¨ªa Caracas con una visi¨®n totalitaria, pero dirigida al futuro. Espa?a entraba en una segunda d¨¦cada bajo el franquismo. Y en Cuba, Batista manten¨ªa un reinado de terror, con su polic¨ªa secreta, el temido Servicio de Inteligencia Militar (SIM), una de las m¨¢s sanguinarias y violentas de la ¨¦poca. Todo tipo de demostraciones corruptas que dejaron como herencia una est¨¦tica, tanto personal como urban¨ªstica, hoy fascinante y decadente.
Que todos esos reg¨ªmenes tuvieran en com¨²n una historia de amor, radiada o televisada, era demasiada tentaci¨®n para un autor. La telenovela, tan reaccionaria, moralista, como tambi¨¦n populista y prometedora de para¨ªsos imposibles, ten¨ªa mucho m¨¢s poder y recorrido que los autoritarismos de su ¨¦poca y los de hoy.
En 1959, hace 50 a?os, Castro triunf¨® con su Revoluci¨®n, que se hizo definitiva cuando Batista escap¨® de su isla a bordo de un avi¨®n de sus Fuerzas Armadas. El derecho de nacer continu¨® emiti¨¦ndose, su expansi¨®n por el continente tambi¨¦n. Y el mismo Caignet abraz¨® la Revoluci¨®n, entendi¨¦ndola como otra demostraci¨®n de la capacidad de influencia de Cuba en su ¨¢rea. Castro y el Che generaban un magnetismo que cegaba a intelectuales como Sartre, escritores como Hemingway y estrellas d¨ªscolas como Eroll Flynn, cuya ¨²ltima pel¨ªcula se titul¨® Una rebelde cubana.
'El derecho de nacer' conserv¨® sus espectadores, pero el g¨¦nero empez¨® a despedir sus aromas rancios. La idea de una protagonista pobre y sometida por un sistema feudal chocaba con las propuestas reformistas de la Revoluci¨®n. Aun as¨ª, ¨¦sta recibi¨® encantada la solidaridad del padre de la telenovela, de la misma manera que les hacia gracia que el gran cantante Bola de Nieve se abrazara a Fidel y exclamara: "Aqu¨ª estoy, del brazo de la Historia".
En 1961, un grupo de opositores castristas radicados en la cercana Miami idearon una invasi¨®n luego apoyada por la CIA. La infausta idea pas¨® a la historia como el frustrado ataque de la bah¨ªa Cochinos. Una de sus secuelas fue el deterioro de las relaciones con Estados Unidos, y muchos de los actores, t¨¦cnicos y productores de la televisi¨®n cubana prefirieron abandonar la isla y llevarse con ellos los instrumentos para desarrollar m¨¢s telenovelas. Persistente, como sus protagonistas, Caignet no se movi¨® de Cuba. Casi legendario fuera de Cuba, en la isla viv¨ªa como un fantasma de una ¨¦poca despreciable. Muri¨® en 1976 en su fastuosa casa de Los Pinos, al norte de la Habana, con casi nulo reconocimiento oficial. Por esa fecha la Revoluci¨®n empezaba a incomodar hasta a sus mejores defensores. El tristemente c¨¦lebre juicio a Herberto Padilla, cinco a?os antes, un escritor acusado de actividades antirrevolucionarias, sentenciado a delatar a compa?eros, cre¨® una sensaci¨®n de traici¨®n entre muchos de los intelectuales que hab¨ªan recibido a Castro y su Revoluci¨®n como m¨¢ximo evento hist¨®rico.
En abril de 1980, m¨¢s de 10.000 cubanos asaltaron la Embajada de Per¨² buscando asilo pol¨ªtico. Una de sus consecuencias fue que el Gobierno cubano permiti¨® la salida de la isla de alrededor de 125.000 de sus ciudadanos, que partieron del puerto de Mariel. Se les conoci¨® en el mundo como "los marielitos", y las im¨¢genes de hacinamiento, supervivencia y exilio dieron la vuelta al mundo y acabaron con la corriente positiva que exist¨ªa hacia el r¨¦gimen de Castro.
Curiosamente, ese mismo a?o y a lo largo de esa d¨¦cada, El derecho de nacer fue revisitado hasta la saciedad, y la telenovela alcanz¨® sus cuotas m¨¢s altas de popularidad mundial. Unidos todos estos datos, investigadas las leyendas urbanas sobre la vida de Caignet y los pioneros de esa televisi¨®n latinoamericana, era imposible resistirse a escribir Y de repente fue ayer.
Boris Izaguirre, finalista del Premio Planeta 2007 con 'Villa Diamante', dedica a esta historia su nueva novela, 'Y de repente fue ayer' (Planeta), que se publica en abril.
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