"A¨²n existe la consigna de aguantar el maltrato"
C uando era m¨¢s joven, esta granadina que en noviembre cumplir¨¢ los 50 a?os iba de pueblo en pueblo participando en reuniones de mujeres a la hora de la merienda mientras sus maridos segu¨ªan en casa el partido de f¨²tbol. Pero no eran reuniones para vender fiambreras o productos de belleza. Esos encuentros distaban mucho de ser transacciones comerciales con las que, de paso, reforzar el limitado papel dom¨¦stico de las mujeres. En aquellas meriendas, la joven juez Montalb¨¢n explicaba a las participantes que el deber conyugal no inclu¨ªa la obligaci¨®n de soportar los malos tratos del marido. Eran reuniones a las que algunas acud¨ªan a escondidas de sus c¨®nyuges. Ahora las recuerda la juez Inmaculada Montalb¨¢n con emoci¨®n desde su despacho de vocal del Consejo General del Poder Judicial porque a su memoria vuelven sus caras y sus l¨¢grimas cuando alguna comprend¨ªa s¨²bitamente que lo que les dec¨ªa y contaba la magistrada se correspond¨ªa fielmente con el infierno que viv¨ªa calladamente en su casa.
"Es tan importanteconocer la ley como la realidad que se maneja "
"La educaci¨®n es clave para avanzar en igualdad y disminuir la violencia"
Las pioneras que en los a?os ochenta se atrevieron a denunciar y llevar a juicio a sus parejas o ex parejas fueron las que le despertaron la conciencia a Inmaculada Montalb¨¢n. Desde entonces, ella ha luchado por despert¨¢rsela a los dem¨¢s, y muy especialmente a sus compa?eros jueces, a los que explicaba la especificidad de los cr¨ªmenes machistas y de sus v¨ªctimas y a los que incluso ha llevado a centros de acogida de mujeres.
Quiz¨¢ el mismo contraste de aquellas vidas con la suya propia acrecent¨® su empat¨ªa. Casada y con tres hijos, Inmaculada Montalb¨¢n es una mujer cuya afici¨®n favorita es pasear con su marido y sus tres hijos cuando se re¨²nen en Granada los fines de semana. Ahora vive en Madrid con su hija mayor, ya universitaria, y puede alardear de un marido que se ha tomado las bajas de paternidad para cuidar a cada uno de sus hijos y para, de paso, apoyar la carrera de su esposa. Tambi¨¦n puede presumir de unos v¨¢stagos concienciados con los problemas de la desigualdad.
Fue miembro de la Comisi¨®n de Violencia de G¨¦nero de Jueces para la Democracia, una de las asociaciones progresistas de la judicatura espa?ola, y en 2002 form¨® parte del Comit¨¦ de Expertos de Violencia Dom¨¦stica. Ha sido magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Andaluc¨ªa, y el Consejo General del Poder Judicial, del que ahora es vocal, le otorg¨® el Premio Rafael Mart¨ªnez Emperador por su estudio Perspectiva de g¨¦nero: criterio e interpretaci¨®n internacional y constitucional. Autora de una decena de libros sobre la igualdad, es, en fin, una autoridad en materia de violencia de g¨¦nero, raz¨®n por la cual nadie dud¨® en octubre pasado en nombrarla presidenta del Observatorio contra la Violencia Dom¨¦stica y de G¨¦nero.
Pese a lo rimbombante de todos sus t¨ªtulos, Inmaculada Montalb¨¢n parece apocada y t¨ªmida, una sensaci¨®n reforzada por una voz aflautada que suena a modestia.
?Por qu¨¦ quiso ser juez? Por el momento hist¨®rico en el que estudi¨¦ Derecho. En Filosof¨ªa del Derecho estudi¨¢bamos el anteproyecto de la Constituci¨®n espa?ola. Era un momento muy importante en el que se estaba forjando nuestra democracia y analiz¨¢bamos c¨®mo se estaba construyendo la Constituci¨®n para poner los cimientos de una sociedad futura. Los profesores hac¨ªan hincapi¨¦ en la labor de los jueces no como meros aplicadores de la ley, sino como una parte activa al interpretar las normas. Ya entonces advert¨ª que la Constituci¨®n ofrec¨ªa grandes posibilidades para avanzar en la democracia y que ¨¦sta no se crea por ley y ya est¨¢, sino que se necesitan impulsos para que se vayan implantando los derechos que marca. Tengo un punto de utop¨ªa, como lo tuvo toda la sociedad espa?ola, para lograr una sociedad m¨¢s justa e igualitaria.
?Hay alg¨²n af¨¢n justiciero en la vocaci¨®n de juez? No en mi caso. La labor del juez es interpretar las leyes ajustadamente a la Constituci¨®n y a una visi¨®n progresiva de los derechos. En casos de discriminaci¨®n de la mujer por motivos laborales, la pr¨¢ctica judicial ha ido poco a poco sembrando peque?os hitos, avanzando en pr¨¢cticas antidiscriminatorias. Es la labor promocional del derecho.
?Por qu¨¦ ha tenido usted siempre tanta sensibilidad hacia los temas de igualdad? En cuanto empec¨¦ a trabajar en los juzgados advert¨ª que las mujeres que ven¨ªan a denunciar a sus maridos eran distintas de los otros denunciantes, de las otras v¨ªctimas que acud¨ªan a los juzgados. Las ve¨ªa en una situaci¨®n de duda, de inseguridad y de debilidad. Y comprend¨ª que las leyes no les respond¨ªan. Recuerdo el caso de una mujer a cuyo marido yo hab¨ªa condenado al pago de una multa, que era lo que la ley preve¨ªa (multa o arresto domiciliario). Pues bien, la mujer vino a decirme que ella quer¨ªa pagar la multa porque su marido no estaba dispuesto a hacerlo. Hab¨ªa llegado la notificaci¨®n del embargo de la casa familiar y ella no quer¨ªa que su casa estuviera embargada [se r¨ªe]. El sistema legal respond¨ªa de esta manera tan absurda a un problema tan espec¨ªfico. El sistema no funcionaba.
O sea, que el detonante fue su desempe?o profesional. Fue la uni¨®n entre la formaci¨®n como jurista y la pr¨¢ctica judicial. Advert¨ª que el problema de la violencia contra la mujer en el ¨¢mbito familiar estaba relacionado con el problema de la desigualdad. Las mujeres que acud¨ªan a los juzgados estaban en situaci¨®n de desigualdad y muchas de ellas renunciaban a la denuncia porque se quedaban sin el dinero del marido para pagar la comida o el colegio de los hijos.
Y entonces empez¨® usted a establecer relaci¨®n con las v¨ªctimas, a visitar centros de maltratadas, a intentar entenderlas. S¨ª, s¨ª. En 1985 a¨²n no exist¨ªan los organismos de igualdad ni de asesoramiento a las mujeres, y recuerdo que cuando estaba en un juzgado de Almer¨ªa, unas abogadas que trabajaban con v¨ªctimas de malos tratos me pidieron que colaborara con ellas. As¨ª fue como estuve unos a?os yendo a los pueblos a explicar a las mujeres que ten¨ªan derecho a denunciar. Les explic¨¢bamos que la violencia dentro de la pareja no estaba permitida, que una mujer no estaba obligada a sufrir malos tratos o a recibir amenazas por el hecho de casarse.
Pero en aquella ¨¦poca no se ten¨ªa conciencia de la magnitud del fen¨®meno. Muchos pensaban que era un problema casi minoritario, que las feministas exageraban. S¨ª. Me acuerdo de todas esas mujeres, de sus caras?
En este punto, Inmaculada Montalb¨¢n se queda sin voz; emocionada. Paramos la grabadora. Se disculpa varias veces. Finalmente continuamos con la entrevista.
?Cu¨¢l era la actitud de las mujeres que acud¨ªan a esas reuniones? Iban con mucho inter¨¦s y preguntaban. Para ellas era muy importante que una juez les explicara las leyes. Preguntaban sobre las consecuencias de denunciar y cuando les explicaba que las penas eran multas o arresto domiciliario se quejaban. Dec¨ªan: "Esto a nosotras no nos soluciona nada". "Yo no trabajo y mi marido es pe¨®n de alba?il. ?Qu¨¦ pasa con mis hijos?". Se planteaban este tipo de cuestiones, pero nosotras dej¨¢bamos el mensaje de que dentro de la obligaci¨®n conyugal no estaba la obligaci¨®n de soportar malos tratos y eso era importante, sobre todo en los ¨¢mbitos rurales. Eran mujeres que ven¨ªan a o¨ªr y cuando conoc¨ªan historias en las que se ve¨ªan reflejadas muchas lloraban o se emocionaban. Al final acud¨ªan a la abogada.
As¨ª era como descubr¨ªan que eran v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero. En aquella ¨¦poca no se hablaba de violencia de g¨¦nero. En los atestados policiales se hablaba de reyertas familiares [se r¨ªe].
Supongo que a muchas mujeres incluso les supondr¨ªa un grave problema acudir a estas reuniones, que hasta ir¨ªan a escondidas. S¨ª, s¨ª. En aquella ¨¦poca no exist¨ªa la sensibilizaci¨®n que hay hoy d¨ªa, sino trabajos de mujeres, abogadas, asistentas sociales, etc¨¦tera. Afortunadamente, ya se crearon los institutos de la mujer y se empez¨® a trabajar tambi¨¦n la asistencia y el asesoramiento a mujeres.
Todav¨ªa en 1997 no se consideraban los cr¨ªmenes machistas. En febrero de ese a?o instruy¨® usted un macabro asesinato doble de mujeres. El agresor mat¨® a dos mujeres, a las que se encontr¨® desnudas. El cad¨¢ver de la mayor de las dos incluso fue vejado. El cronista hablaba, sin embargo, de que el posible m¨®vil fuera el robo de 40.000 pesetas (240 euros). S¨ª, s¨ª. Lo recuerdo perfectamente.
Meses m¨¢s tarde, ese mismo a?o, muri¨® asesinada Ana Orantes, la mujer que hab¨ªa denunciado los malos tratos de su ex marido incluso en la televisi¨®n y a la que ¨¦l quem¨® viva. Hay un antes y un despu¨¦s de aquel caso en este pa¨ªs. Efectivamente. Aunque ya se estaba trabajando sobre la violencia contra las mujeres en esa etapa, ese caso fue un punto de inflexi¨®n. Primero porque sali¨® en la televisi¨®n andaluza denunciando los a?os de malos tratos por parte de su ex marido y el asesinato, especialmente cruel, que fue el aldabonazo: "Me has desprestigiado al decir que te he maltratado y yo respondo quit¨¢ndote la vida". Aquello dio paso a que las asociaciones de mujeres, aliadas con los medios, pusieran sobre el tapete la violencia dom¨¦stica y la ineficacia judicial, que no respond¨ªa a cuestiones como ¨¦sa. Las mujeres denunciaban, pero no ten¨ªan protecci¨®n. Los jueces respond¨ªamos con los instrumentos legales que ten¨ªamos, pero no dispon¨ªamos ni de los medios ni de las leyes adecuadas. Se inici¨® un proceso de reflexi¨®n muy importante, espoleado por la sociedad civil, por las asociaciones de mujeres. Es entonces cuando empieza a cuajar el t¨¦rmino de violencia de g¨¦nero, que es una categor¨ªa que designa que la causa ¨²ltima es la desigualdad. Hemos vivido en poco tiempo una evoluci¨®n muy r¨¢pida en la que se han fortalecido los derechos de las mujeres.
?Le toc¨® a usted alg¨²n caso como el de Ana Orantes? ?Tuvo alguna mujer que denunci¨® y luego fue asesinada? Afortunadamente, no. S¨ª que tuve casos de mujeres que hab¨ªan recibido golpes tremendos. Eso s¨ª.
?Alguno de los casos le impact¨® de manera especial? Recuerdo el de una mujer que denunci¨® a su marido porque la hab¨ªa amenazado con un hacha. Debido a que el hecho se calific¨® como falta leve, no estaba el fiscal. As¨ª que all¨ª estaba la denunciante sola frente a m¨ª mientras que el denunciado estaba con su abogado. La sensaci¨®n de debilidad de aquella mujer era tremenda.
?Sinti¨® desde el primer momento esa empat¨ªa con las v¨ªctimas? Hay incluso mujeres a las que les cuesta entenderlas . Yo he conocido a muchas mujeres que han soportado los malos tratos en silencio. Hay muchas en el ¨¢mbito rural y todav¨ªa siguen la consigna de que hay que aguantar, una consigna que se ha transmitido generacionalmente y que afortunadamente ya se est¨¢ rompiendo. Me sorprende que haya quien se sorprenda de que existan perdones, renuncias y retractaciones. Son la consecuencia de esa vinculaci¨®n de dependencia emocional y econ¨®mica con el agresor. ?C¨®mo evitarlo? Hay que fortalecer a la mujer. No renuncia o se retracta por capricho. Para cuando llega al juzgado ya se lo han pensado muchas veces. El problema es que en muchas ocasiones sopesa los pros y los contras y ve que hay m¨¢s contras que pros para denunciar. La dependencia emocional y psicol¨®gica nos impide actuar de manera m¨¢s rotunda contra este tipo de violencia.
Sobre la dependencia econ¨®mica tiene usted una jugosa an¨¦cdota protagonizada por el alcalde de un pueblo. S¨ª. Fue tremendo. Era una reuni¨®n en la que las mujeres hab¨ªan preparado un caf¨¦ y unos bollos. De casualidad, el alcalde se enter¨® de que estaba ah¨ª la juez y vino con el jefe de la Guardia Civil del pueblo. Se incorpor¨® a la hora de la merienda. Y entonces se llev¨® la mano a la cartera y nos dijo: "Est¨¢ muy bien todo lo que dig¨¢is, pero mientras que uno tenga esto aqu¨ª, es el que manda". Fue frustrante.
?Cu¨¢l fue la reacci¨®n de las mujeres? Menos mal que para entonces s¨®lo quedaban cuatro o cinco en la reuni¨®n. Pens¨¦ que si lo hubiera dicho en p¨²blico, toda mi charla se habr¨ªa quedado en nada, porque en buena parte es cierto lo que ¨¦l dec¨ªa. Todas aquellas mujeres eran amas de casa que o¨ªan hablar de derechos y libertades, pero no ten¨ªan libertad econ¨®mica para emprender una nueva vida.
Usted ha hecho mucho proselitismo entre sus compa?eros de carrera. Me parece fundamental. Dentro de los cursos que he dirigido en formaci¨®n de jueces he dedicado una tarde para que entren en contacto con mujeres de centros de acogida. Porque tan importante es conocer la ley como la realidad que se maneja. Que los jueces puedan hablar con las mujeres que est¨¢n recluidas -s¨ª, recluidas para garantizar su seguridad- y que ellas les cuenten lo que esperan de la justicia y lo que realmente tienen es importante. Tambi¨¦n lo es que los jueces les cuenten los instrumentos de que disponen y por qu¨¦ act¨²an como lo hacen. Es bueno que cada uno d¨¦ su visi¨®n para mejorar la respuesta de la justicia.
?Lo hac¨ªa usted como coordinadora de la Comisi¨®n de Violencia de G¨¦nero de Jueces para la Democracia? Lo he hecho siempre que he tenido la oportunidad.
Uno de los cambios sociales que hemos conocido ha sido el de las estad¨ªsticas. Ahora al menos conocemos la magnitud del problema. S¨®lo en Espa?a, 400 denuncias al d¨ªa. Se calcula que hay 500.000 v¨ªctimas al a?o y que la mayor¨ªa no denuncia. Eso quiere decir que durante esta hora de conversaci¨®n entre usted y yo 87 mujeres est¨¢n siendo maltratadas. Tenemos que analizar por qu¨¦ persiste la violencia a pesar de los esfuerzos. Estamos en una d¨¦cada decisiva para implantar la igualdad entre hombres y mujeres y reducir la violencia sobre la mujer. Es una d¨¦cada muy decisiva porque tenemos la Ley Integral de Violencia de G¨¦nero y la Ley de Igualdad. La primera, de 2004; la segunda, de 2007, y, si bien ya se ha logrado que el sistema judicial est¨¦ dando una respuesta aceptable, tambi¨¦n es cierto que tenemos que terminar de implantar todos los recursos. Adem¨¢s, hay que insistir en la educaci¨®n. Es el factor clave para avanzar en la igualdad y disminuir la violencia. Pero hay agentes socializantes muy importantes que siguen transmitiendo los antiguos mensajes discriminatorios que sit¨²an a las mujeres en segundo lugar. No s¨¦ qu¨¦ tiene m¨¢s incidencia, si la familia, si los medios de comunicaci¨®n, si el ¨¢mbito acad¨¦mico o el propio lenguaje, pero lo que s¨¦ es que todos siguen transmitiendo los mensajes antiguos.
Son especialmente sangrantes en este sentido los v¨ªdeos musicales, que otorgan papeles bien distintos a hombres y mujeres. Y pong¨¢monos a pensar en las telenovelas que vienen de otros pa¨ªses que no han avanzado tanto hacia la igualdad como la sociedad espa?ola. Tenemos que actuar sobre estos agentes para que se comprometan con los valores que las leyes transmiten. S¨®lo as¨ª se conseguir¨¢ romper esa transmisi¨®n de valores antiguos que siguen actuando sobre nuestros hijos y nuestras hijas, adjudic¨¢ndoles a ellas el papel de sol¨ªcitas, amables, cuidadosas y atentas, y a los ni?os, el papel de decisores.
?Y frente a todo ello no cree que hay una cierta pasividad social? Creo que hay que aumentar la actitud cr¨ªtica, que no podemos bajar la guardia, que hay que detectar esos mensajes y actuar con la ley para evitarlos.
Un claro ejemplo de pasividad es la prostituci¨®n. Sabemos que hay mercado de esclavas en el siglo XXI, sabemos lo que hay en los clubes de carretera, pero pasamos de largo. Hay una permisividad escandalosa. S¨ª. El 80% de las mujeres que ejercen la prostituci¨®n son especialmente vulnerables. Son mujeres inmigrantes, sin dinero, sin redes sociales, sin redes familiares? Hay que abordar este tema con medidas de apoyo para que estas mujeres puedan salir de esa situaci¨®n. Hay que potenciar el instrumento de la ley de extranjer¨ªa de que aquellas que colaboren en desarticular las mafias y bandas organizadas consigan su permiso de residencia en Espa?a y hay que ayudarlas para que se incorporen al mercado de trabajo. Obviamente hay que actuar contra esas mafias que dan cobertura a esta esclavitud.
En el a?o 2009, el Ministerio de Igualdad se va a gastar cuatro millones de euros para las v¨ªctimas y tres para la reeducaci¨®n de los maltratadores. Suena un poco injusto, la verdad. Hay que poner en marcha los programas de rehabilitaci¨®n de los condenados porque es uno de los fines de la pena en las sociedades civilizadas y tambi¨¦n porque hay que proteger a las v¨ªctimas. Est¨¢ comprobado que en este tipo de violencia se reproduce el patr¨®n con nuevas parejas. Hay que intervenir con el condenado para evitar que produzca nuevas lesiones a sus nuevas parejas. Es un mandato legal que, lamentablemente, no est¨¢ a¨²n extendido en todo el territorio.
Vemos cada d¨ªa sentencias de alejamiento incumplidas, pulseras GPS que fallan y reincidencias inquietantes. ?Est¨¢ la justicia desbordada con este asunto? No tengo esa impresi¨®n, lo que pasa es que el sistema se est¨¢ adaptando a las necesidades. Es muy dif¨ªcil controlar y asegurar que no se vayan a producir nuevos actos violentos contra una mujer. Los poderes p¨²blicos tienen la obligaci¨®n de poner todos los medios para que eso no se produzca y que cuando suceda se analicen los fallos. La violencia sobre la mujer est¨¢ en la agenda p¨²blica y la agenda pol¨ªtica porque es un problema de derechos humanos.
?Ha sido un gran avance establecer los juzgados de violencia de g¨¦nero? Han dado buen resultado porque han favorecido la coordinaci¨®n entre polic¨ªa, hospital y asistentes sociales y porque han mejorado la respuesta judicial. Con la especializaci¨®n hay un examen de los equipos psicosociales. Se analiza a la v¨ªctima y al agresor y se eval¨²a el riesgo. Los juzgados exclusivos est¨¢n dando una respuesta razonable que, no obstante, se puede mejorar. El proyecto es extender los juzgados exclusivos aunque alguno cubra varios partidos judiciales siempre que el acceso por el nivel de las comunicaciones sea f¨¢cil para las mujeres.
En los juzgados no especializados hay m¨¢s absoluciones en casos de maltrato que en los juzgados de violencia de g¨¦nero. ?Por qu¨¦ es as¨ª? Porque los jueces y fiscales de los juzgados especializados ya conocen las caracter¨ªsticas espec¨ªficas de este tipo de violencia. Saben que no suele haber testigos y que necesitan una recogida de pruebas m¨¢s importante, por ejemplo. La especializaci¨®n garantiza un mejor conocimiento del problema.
La gente joven no suele estar muy concienciada de este problema. ?Habla usted de este asunto con su hija de 18 a?os y sus amigas? Mi marido y yo hablamos mucho con nuestros hijos. Ellos siempre me han visto muy activista y hablamos de estas cuestiones con frecuencia. Cuando hemos visto que la menor, de 13 a?os, segu¨ªa una telenovela de contenidos no deseables le hemos explicado por qu¨¦ no deb¨ªa hacerlo y lo ha entendido. Mis hijos est¨¢n muy sensibilizados. Si trabajamos en la igualdad es porque queremos un futuro mejor y m¨¢s justo para las nuevas generaciones, y a los ni?os hay que implicarlos en estas cosas.
?Para qu¨¦ sirve el Observatorio contra la Violencia Dom¨¦stica y de G¨¦nero? Para intentar mejorar la respuesta judicial. Realizamos estad¨ªsticas que nos permiten hacer un diagn¨®stico del funcionamiento de nuestros juzgados, pero tambi¨¦n analizamos las sentencias. Un estudio nos demostr¨® que los jurados aplican en porcentajes muy bajos los atenuantes de drogadicci¨®n, consumo de alcohol o alteraci¨®n mental. Esa actitud corroboraba lo que los expertos ven¨ªan diciendo: la causa de la muerte no es la bebida ni el alcohol ni un trastorno mental transitorio. Y eso que en juicios con jurado las defensas suelen llevar peritos muy potentes que intentan acreditar que su defendido estaba enajenado. Ahora estamos analizando las sentencias en aplicaci¨®n ya de la Ley de Violencia de G¨¦nero. Veremos qu¨¦ respuesta se est¨¢ dando y qu¨¦ mejoras podemos proponer al Parlamento.
De modo que la observaci¨®n conlleva iniciativas. S¨ª. Gracias al observatorio tenemos datos que antes no exist¨ªan. Queremos perfeccionar nuestros an¨¢lisis y proponer mejoras. Una propuesta nuestra es que los jueces que est¨¦n interesados en cubrir plazas en juzgados exclusivos hagan un curso espec¨ªfico sobre violencia sobre la mujer. Otra cuesti¨®n es la implantaci¨®n de juzgados penales especializados, que nos parece fundamental [los actuales tratan tambi¨¦n asuntos civiles]. En el ¨¢mbito no judicial colaboramos con los ministerios de Igualdad y de Justicia, con el Colegio de Abogados, la Fiscal¨ªa y asociaciones de mujeres.
?De qu¨¦ medios personales y materiales dispone el observatorio? Contamos con dos vocales m¨¢s dentro del Consejo General del Poder Judicial, la letrada Paloma Mar¨ªn y dos funcionarias. Eso es todo. Nos reunimos con el resto de instituciones que tambi¨¦n forman parte del observatorio, como los ministerios de Justicia y de Igualdad. Disponemos, claro est¨¢, de los servicios comunes del consejo, como los de inspecci¨®n o estad¨ªstica.
?Por qu¨¦ est¨¢n tan enfadados los jueces? Las protestas denotan el desaliento ante la carencia de medios materiales y personales. Seguimos enmara?ados con papeles en unas oficinas anticuadas mientras la gente espera nuestras decisiones. Los jueces no tenemos competencias para decidir el personal, el equipo de trabajo o qu¨¦ sistema inform¨¢tico utilizar y, sin embargo, parece que somos responsables de todo.
Usted propuso las alertas inform¨¢ticas, que habr¨ªan avisado a Tirado no s¨®lo de que su orden de ingreso en prisi¨®n no se hab¨ªa ejecutado, sino tambi¨¦n de que el presunto asesino de la ni?a Mari Luz ten¨ªa pendiente otra condena por abusos sexuales. S¨ª, yo propuse las alertas inform¨¢ticas para que, por ejemplo, cuando salga de prisi¨®n un penado se avise inmediatamente a la v¨ªctima. Cada autonom¨ªa ha desarrollado sistemas inform¨¢ticos incompatibles entre s¨ª. En el ¨¢mbito de la justicia no se ha puesto en marcha la oficina judicial moderna que reclamamos desde hace a?os. Creo que los jueces quieren dar una respuesta r¨¢pida y ven que no es posible. Es una situaci¨®n muy frustrante.

Una juez en las casas de acogida
Inmaculada Montalb¨¢n empez¨® a trabajar en un juzgado llamado entonces de distrito (ya inexistentes), en Torrevieja (Alicante), en 1984, en el que se llevaban asuntos peque?os de poca cuant¨ªa y juicios de faltas.
El ascenso a magistrada le lleg¨® en 1988. Fue enviada a la Audiencia Provincial de Valencia, donde ten¨ªa que tratar asuntos complicados de gran envergadura. Esa experiencia la forj¨® en el ¨¢mbito penal, del que se sigue valiendo como juez y al que volvi¨® despu¨¦s de ocho a?os en lo contencioso-administrativo.
Como directora de formaci¨®n de jueces en el Consejo General del Poder Judicial en Andaluc¨ªa llevaba a sus compa?eros de carrera a las casas de acogida de mujeres maltratadas para que conocieran de cerca el problema.
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