Cien m¨²sicos hispanoamericanos eligen las 100 canciones que cambiaron su vida

Y al final, la unidad de medida son las canciones. M¨¢s a¨²n en tiempos como los presentes, cuando el consumo se ha atomizado y la m¨²sica se ha trivializado: los nuevos soportes, los actuales h¨¢bitos de consumo, minimizan el valor de la obra larga. Ni siquiera vale la coartada de que los ¨¢lbumes van acompa?ados por informaci¨®n, letras, fotos: una figura tan de la era moderna como Bebe, participante en este sondeo, invitaba recientemente a descargarse gratis su m¨²sica, burl¨¢ndose de los compradores que alardeaban de comprar sus ediciones oficiales.

As¨ª que mandan las canciones. Canciones en su sentido m¨¢s amplio: en la lista de las 100 canciones mejor puntuadas se han colado esbeltos temas instrumentales, como Almoraima (Paco de Luc¨ªa), Sleep walk (Santo & Johnny), Atlantis (The Shadows), Mambo n? 5 (P¨¦rez Prado) o la ¨²nica muestra de composiciones jazz¨ªsticas: la sinuosa Round about midnight, del pianista Thelonious Monk. Por el contrario, no aparece ninguna gema del rock progresivo: se necesitar¨ªa una definici¨®n de canci¨®n muy el¨¢stica para que all¨ª cupieran Tubular bells y Atom heart mother.

Las encuestas, obviamente, son reflejo de sus votantes. En t¨¦rminos generales, aqu¨ª han participado m¨²sicos del pop, por lo que puede justificarse la ausencia de canciones de otros mundos creativos: ni rastros de lieder, arias oper¨ªsticas o standards estadounidenses (no, ciertamente Strangers in the night no da la talla: hasta hubo que convencer a Frank Sinatra para que la grabara). Tampoco hay muestras de la simp¨¢tica zarzuela y muy poco de copla: injustamente, muchos ven indeleble caspa franquista en esas m¨²sicas, un sambenito del que finalmente se ha librado el flamenco, bien representado en esta lista.

No le den m¨¢s vueltas: sobre la selecci¨®n planea la poderosa influencia de los sesenta. La extraordinaria expansi¨®n creativa de aquella d¨¦cada hace que muchos m¨²sicos tengan all¨ª su alma m¨¢ter, en el sentido pedag¨®gico. Fueron a?os vertiginosos, donde los grupos manifestaban una alt¨ªsima productividad. Deb¨ªan de ponerles algo en la comida: lanzaban uno o dos elep¨¦s al a?o m¨¢s varios singles (?y sin parar de girar!). Hoy se ofrecen como modelos deslumbrantes, que adem¨¢s est¨¢n plenamente estudiados: libros, documentales, biopics, reediciones exhaustivas. En t¨¦rminos universitarios, son las carreras m¨¢s atractivas y, aparte, m¨¢s accesibles.

Entre nuestras cien canciones se pavonea mucho rock de los sesenta: Creedence Clearwater Revival, alzando la bandera del orgullo proletario en Fortunate son; Cream, conteniendo la potencia guitarrera de Eric Clapton en el gozoso Sunshine of your love; Led Zeppelin, orgasmando en Whole lotta love.

Por el contrario, tienen menor eco las m¨²sicas creadas en ¨¦pocas posteriores. Aqu¨ª apenas se encuentran unas gotas del b¨¢rbaro glam rock: The Sweet, con Ballroom blitz, y Slade, con Cum on feel the noize. Est¨¢ ausente la banda m¨¢s influyente del punk rock, The Clash, pero s¨ª aparece la canci¨®n-esc¨¢ndalo: el God save the queen, de los Sex Pistols. Los f¨¦rtiles a?os ochenta brit¨¢nicos cuentan con The Cure y, muy destacados, The Smiths. El grunge no pasa del mega¨¦xito de Nirvana Smells like teen spirit. Radiohead, el grupo m¨¢s cool de los ¨²ltimos a?os, s¨®lo es recordado por su primer ¨¦xito, Creep, una canci¨®n autocompasiva de la que -l¨®gicamente- reniegan.

La Espa?a mediterr¨¢nea ha podido ser zona de cultivo para las m¨²sicas electr¨®nicas -el bakalao, los balearic beats-, pero ¨¦stas no han impactado especialmente entre nuestros encuestados. Aparte de alguna pieza de Bowie (pero, ?qu¨¦ m¨²sica no ha practicado David?), ni siquiera hay representaci¨®n del techno pop, enormemente popular desde los a?os ochenta. La revoluci¨®n del rap s¨®lo cosecha dos canciones, ambas en la zona baja: Funky cold Medina, de Tone Loc, e Infinite, de Eminem.

No, aqu¨ª manda indiscutible la d¨¦cada prodigiosa y su m¨¢xima encarnaci¨®n, The Beatles. Entre las diez primeras hay ?cuatro! canciones suyas; si ampliamos la b¨²squeda al resto de la lista, se deben sumar otras seis. La beatlefilia es tan abrumadora que destaca en la zona alta una versi¨®n, Twist and shout, aunque se podr¨ªa argumentar que palidece ante la original, de los ilustres Isley Brothers (?pero qui¨¦n recuerda aqu¨ª a los Isley Brothers?). La mayor¨ªa de ellas son obra completa o parcial de John Lennon, que tambi¨¦n coloca dos temas editados bajo su nombre. Sir Paul McCartney tiene, evidentemente, un problema de imagen entre los m¨²sicos espa?oles.

Sabemos que los logros de los Beatles resultan tan apabullantes que se entiende su hipervaloraci¨®n. Por el contrario, asombra el desinter¨¦s por los Rolling Stones, s¨®lo recordados por -lo siento- un cl¨¢sico menor, Tumbling dice. A Jes¨²s Hermida, tan amante de las confrontaciones tipo "Beatles contra Rolling: el dilema de una generaci¨®n", le costar¨ªa aqu¨ª y ahora montar un equipo de m¨²sicos nacionales dispuestos a defender el honor de Keith Richards y compa?¨ªa.

No es la ¨²nica peculiaridad: atruena una canci¨®n de The Kinks, pero ninguna de The Who, que siempre alcanzaron mayor proyecci¨®n comercial. Por cuesti¨®n generacional, tambi¨¦n est¨¢n ausentes vocalistas brit¨¢nicos anta?o venerados en Espa?a, como Eric Burdon (The Animals) o Steve Winwood (Spencer Davis Group, Traffic).

Los buscadores de paradojas tienen mucho margen con esta lista... como con cualquier otra. Uno se topa con cuatro canciones de Bob Dylan, pero con ninguna de Leonard Cohen o Neil Young. Lo de este ¨²ltimo puede resultar sangrante, si advertimos la presencia de una imitaci¨®n de su primera ¨¦poca, el A horse with no name del grupo America. ?Y qu¨¦ fue de creadores tan prestigiosos como Tom Waits, Nick Cave o Elvis Costello?

Se romper¨¢n vestiduras al comprobar que ese continente musical llamado Brasil s¨®lo cuenta aqu¨ª con ?una canci¨®n de Roberto Carlos! Pero, caramba, los m¨²sicos brasile?os son hasta intimidantes. De la misma manera, Cuba queda reducida al Ojal¨¢, de Silvio Rodr¨ªguez (y el citado mambo de P¨¦rez Prado, grabado en M¨¦xico). ?igame bien, compa?ero: no se lo van a tomar bien en La Habana, tan sensible ante las ofensas.

En realidad, estas listas no tienen pretensi¨®n can¨®nica y constituyen una excusa perfecta para discusiones, descalificaciones y airadas cartas al director. No faltar¨¢ quien se indigne al encontrar el enorme tesoro del tango reducido a Volver, de Carlos Gardel. La presencia de votantes rockeros argentinos explica que Luis Alberto Spinetta, un desconocido en Espa?a, haya colocado dos canciones: se trata de un m¨²sico arrogante que siempre ha mantenido un alto nivel de exigencia desde sus inicios en 1968, con el grupo Almendra, responsable de Muchacha (ojos de papel).

Por el contrario, las circunstancias impidieron incluir a votantes mexicanos, y eso explica la anomal¨ªa de que el m¨¢ximo autor de aquella rep¨²blica, Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez, est¨¦ representado por una canci¨®n carente de resonancia colectiva, como El jinete. No se me enfade, don Jos¨¦ Alfredo: peor lo tiene su competidor, el maravilloso cursi Agust¨ªn Lara, que hasta dedic¨® memorables canciones a ciudades espa?olas, pero que no se ha hecho hueco en la lista. Vaya: tampoco hay huellas de pa¨ªses tan musicales como Per¨², Uruguay, Colombia, Chile, Santo Domingo o Puerto Rico.

La m¨²sica afroaestadounidense mantiene una modesta presencia, aunque en su expresi¨®n m¨¢s satinada: algo de sonido Motown (Marvin Gaye, los Jackson 5, los gloriosos Four Tops) y nada del visceral sonido Memphis. Tambi¨¦n brillan por su ausencia fieras como James Brown, Ray Charles o Aretha Franklin. S¨ª est¨¢ presente el precursor del soul, Sam Cooke, con su prof¨¦tico A change is gonna come: el efecto Obama, no lo duden.

En general, pocos artistas negros han pasado la prueba del algod¨®n. Ni siquiera hay rastros de Su Majestad P¨²rpura, el artista a veces conocido como Prince, o de su maestro, Jimi Hendrix. El rock and roll de los cincuenta est¨¢ encarnado por Elvis Presley, que gana por goleada (tres canciones) a Chuck Berry o Little Richard. En alg¨²n punto de la lista puede detectarse un leve aroma de reggae, pero, ay, no hallar¨¢n un solo artista jamaicano. Igualmente, hay m¨¢s blues blanco que blues negro, aunque la presencia de Elmore James (Dust my broom) a?ada un notable punto de autenticidad.

De todos modos, nadie deber¨ªa tomarse esta clasificaci¨®n como una ofensa personal. Tiene mucho de casualidad: si las circunstancias hubieran determinado que se preguntara a otros artistas, habr¨ªa salido una lista radicalmente diferente (con mucho Beatles, eso s¨ª). Con toda seguridad, tambi¨¦n destacar¨ªan los votantes con ganas de epatar, dispuestos a jurar que Torrebruno fue esencial para su vida.

Sin embargo, urge resaltar que, en la m¨²sica nacional, los participantes se inclinan decididamente por la m¨²sica con cierta gravedad. Durante los a?os de la movida proliferaron las canciones fr¨ªvolas, pero aqu¨ª se ha destacado a los grupos serios en la parte m¨¢s madura de su repertorio: Radio Futura (con tres canciones), Golpes Bajos (dos), Gabinete Caligari (una) o Ronaldos (otra). Se ha evaporado la Chica de ayer (Nacha Pop) -se nos gast¨® de tanto usarla-, pero s¨ª est¨¢ Antonio Vega, con la confesional El sitio de mi recreo. La ubicuidad de Mecano, con su musical, explica que se haya prescindido de su cancionero.

No ha sedimentado nada de la ingente actividad indie de los ¨²ltimos quince a?os, ni siquiera Los Planetas. Que no sufran: tampoco est¨¢n presentes Los Brincos, el m¨¢s respetado de los conjuntos de los sesenta, pero s¨ª cotizan al alza Los Bravos (Black is black) y Los Canarios (Get on your knees). Este ¨²ltimo grupo merece ser reivindicado o simplemente presentado a las nuevas generaciones: millones de espa?oles sencillamente no pueden creer que su ogro favorito, Teddy Bautista, hoy presidente del Consejo de Direcci¨®n de la SGAE, fue en el siglo pasado un imperioso vocalista de voz negroide y sudor en el alma.

En cantautores, domina Joan Manuel Serrat con ese himno intergeneracional llamado Mediterr¨¢neo y una pieza menos difundida, ese tour de force narrativo que es Romance de Curro el Palmo. Joaqu¨ªn Sabina coloca su Princesa y, ay, nada de lo que ha hecho en los veinticinco a?os siguientes.

Maestro de Serrat fue el cantautor belga Jacques Brel, que se sit¨²a en lo alto de este particular podio con Ne me quitte pas, una canci¨®n tan pat¨¦tica que su propio autor pretendi¨® luego minimizar, asegurando que era una parodia del enamorado agonizante. Nadie le crey¨®, por lo que parece. Igual que a Brian Wilson, cabecilla de los Beach Boys. Aquellos pijos californianos, de camisas rayadas y pantalones planchados, no estaban predestinados a hacer canciones tan celestiales como God only knows. Ignorada en su pa¨ªs, igual que su elep¨¦ matriz (Pet sounds, 1966), ambos fueron rescatados del olvido por la devoci¨®n de los brit¨¢nicos, incluyendo a los boquiabiertos Beatles. Aunque vaya en contra de todo lo que nos inculca la experiencia, podemos afirmar que s¨ª, que a veces se hace justicia.?