EE UU se al¨ªa con M¨¦xico en la guerra contra el 'narco'
Clinton admite la responsabilidad de su pa¨ªs en la violencia al sur de la frontera - Ofrece la cooperaci¨®n de la DEA y el FBI
La guerra se pone interesante. Hace dos a?os y tres meses, cuando Felipe Calder¨®n se hizo con la presidencia de M¨¦xico, emprendi¨® una ofensiva contra el narcotr¨¢fico a todas luces desigual. Las mafias de la droga dispon¨ªan de m¨¢s hombres, m¨¢s dinero, m¨¢s armas y hasta m¨¢s polic¨ªas corruptos a su servicio que el propio Estado.
Por si fuera poco, los jefes de la droga ten¨ªan al otro lado de la frontera, en EE UU, su El Dorado particular. All¨ª cambiaban la coca¨ªna por d¨®lares limpios y armas relucientes que introduc¨ªan luego en M¨¦xico sin que la polic¨ªa estadounidense hiciese pr¨¢cticamente nada por impedirlo. Pero esto, seg¨²n acaba de prometer solemnemente Barack Obama, est¨¢ a punto de cambiar.
Calder¨®n quiere ayuda, pero no copiar el modelo del Plan Colombia
El lunes fue Janet Napolitano. El martes, el propio Obama. Y ayer, Hillary Clinton... La secretaria de Seguridad Nacional puso los datos sobre la mesa: Washington reforzar¨¢ la seguridad en la frontera con hombres y dinero. El presidente se comprometi¨®, durante un discurso televisado, a luchar "hombro con hombro" con Felipe Calder¨®n en su "valiente" ofensiva contra el narcotr¨¢fico. Y la secretaria de Estado inici¨® una visita de dos d¨ªas a M¨¦xico para rubricar con su presencia que la lucha contra el narcotr¨¢fico ha entrado en una nueva fase.
Nunca, hasta ayer, un alto cargo del Gobierno de EE UU hab¨ªa entonado un mea culpa de tal calibre. Hillary Clinton no se anduvo por las ramas. Dijo que, detr¨¢s de la violencia que sufre M¨¦xico, est¨¢ la "insaciable" demanda de drogas de los estadounidenses y la incapacidad de sus autoridades para frenar el tr¨¢fico de armas. "Nuestra incapacidad", explic¨®, "para prevenir que las armas sean ilegalmente introducidas a trav¨¦s de la frontera para armar a estos criminales causa la muerte de polic¨ªas, soldados y civiles". Y a?adi¨®: "Siento rotundamente que tenemos una corresponsabilidad en la lucha que M¨¦xico mantiene contra las organizaciones de narcotraficantes".
El Gobierno de Calder¨®n lo ven¨ªa repitiendo: "El problema de la droga no es exclusivo de M¨¦xico. Es un problema compartido con EE UU. Ellos ponen los compradores y las armas. Nosotros, la droga y los muertos. Con las armas de alto poder que se compran all¨ª libremente -hay m¨¢s de 1.000 armer¨ªas a lo largo de los 3.000 kil¨®metros de frontera-, los carteles se disputan las plazas y acorralan al Estado... Con los d¨®lares, las mafias compran voluntades pol¨ªticas, cuerpos de polic¨ªa al completo". Pero, hasta ahora, ese discurso, respaldado con un sinf¨ªn de datos, hab¨ªa ca¨ªdo en saco roto.
El vecino del norte segu¨ªa viendo el narcotr¨¢fico y sus mortales consecuencias como una cuesti¨®n ajena. A eso contribu¨ªa que la violencia que viv¨ªa M¨¦xico no se trasladaba al otro lado de la frontera. Como ejemplo m¨¢s claro, el de Ciudad Ju¨¢rez o Tijuana. Las ciudades m¨¢s peligrosas de M¨¦xico comparten frontera con El Paso o San Diego, dos remansos de paz... Hasta que dejaron de serlo. Los capos del narcotr¨¢fico, acosados por la ofensiva de Calder¨®n, empezaron a poner a sus familias y haciendas a buen recaudo. Y, de paso, se llevaron sus pr¨¢cticas violentas. En los ¨²ltimos meses, la inseguridad se ha incrementado de forma alarmante en muchos Estados de EE UU, y esto -tal vez m¨¢s que la buena voluntad de Obama- ha sido determinante.
Ha habido gobernadores, como el de Tejas, que han llegado a pedir el env¨ªo del Ej¨¦rcito. Aunque por ahora Washington lo descarta, s¨ª est¨¢ dispuesto a plantearse la posibilidad de poner en alerta a la Guardia Nacional. Tambi¨¦n Clinton trajo a M¨¦xico la posibilidad de que sus agencias de seguridad, la DEA (Departamento Estadounidense Antidroga) o el FBI, trabajen conjuntamente con las fuerzas mexicanas. Aunque es un tema peliagudo. Ni el Gobierno de Calder¨®n ni la opini¨®n p¨²blica mexicana parecen dispuestas a aceptar que EE UU quiera repetir aqu¨ª el modelo de colaboraci¨®n puesto en marcha en Colombia. "Si nos quieren regalar un par de helic¨®pteros para luchar contra el narco", explicaba ayer a este peri¨®dico un alto cargo del Gobierno mexicano, "nosotros estaremos encantados de recibirlos. Pero que nos los manden solos, sin tripulaci¨®n. M¨¦xico es soberano en lo bueno y en lo malo, y agradecemos y necesitamos la colaboraci¨®n de EE UU, pero ellos desde all¨ª y nosotros desde aqu¨ª".
Mientras, la lucha sigue al sur de la frontera. Ciudad Ju¨¢rez, convertida en emblema del fracaso del Estado ante el poder destructor del narcotr¨¢fico, es una ciudad ocupada. El Ej¨¦rcito y la polic¨ªa federal tienen tomada cada esquina y por la noche, aunque no oficialmente, funciona de facto un toque de queda. Cualquiera que sale a la calle tras el anochecer sabe que ser¨¢ parado y registrado. Los homicidios se han reducido, pero la poblaci¨®n se pregunta hasta cu¨¢ndo tendr¨¢ que vivir en una zona de guerra, con 10.000 agentes en las calles. La guerra del narco sigue dejando muertos en todo el pa¨ªs. Ayer, 19. En lo que va de a?o, 1.500. Desde que lleg¨® Calder¨®n al poder, 10.000.
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