Europa, la gran ausente del G-20
La divisi¨®n y los conflictos de intereses entre los pa¨ªses europeos puede provocar la p¨¦rdida de protagonismo de la Uni¨®n en la cumbre que se celebrar¨¢ la pr¨®xima semana en Londres
Cuando el presidente Barack Obama llegue a Londres la semana que viene, encontrar¨¢ que falta una gran potencia en la mesa de la cumbre mundial: Europa. Cinco de los veinte l¨ªderes presentes en la reuni¨®n del G-20 ser¨¢n europeos, en representaci¨®n de Francia, Alemania, el Reino Unido, Italia y la UE, pero el todo ser¨¢ menos que la suma de sus partes. Habr¨¢ muchos europeos, pero no habr¨¢ Europa.
El primer ministro brit¨¢nico, Gordon Brown, ha dicho en el Parlamento Europeo esta semana que Europa est¨¢ "en una posici¨®n ¨²nica para dirigir el mundo" ante los retos de la globalizaci¨®n. Puede que se encuentre en esa posici¨®n, pero, de momento, est¨¢ fracasando de manera espectacular a la hora de aprovecharla. La reacci¨®n de Europa ante la mayor crisis financiera y econ¨®mica desde que comenz¨® el proceso de integraci¨®n europea, hace m¨¢s de 50 a?os, ha sido d¨¦bil y dividida.
El presidente Obama est¨¢ predispuesto por ideolog¨ªa a trabajar con una Uni¨®n Europea m¨¢s fuerte y unida
Ni los estadounidenses ni los chinos consideran que Europa sea un socio ¨²nico y coherente
Tanto China como Estados Unidos han puesto en marcha inmensos paquetes de est¨ªmulos fiscales. En cambio, Europa, hasta ahora, no ha aportado m¨¢s que una miseria. El economista franc¨¦s Nicolas Baverez calcul¨® hace poco que el total de los paquetes europeos de est¨ªmulos asciende aproximadamente al 1,5% del producto interior bruto, frente al 12% de Estados Unidos. Mientras tanto, los europeos se han dedicado a otras dos actividades t¨ªpicas de ellos: pelearse por ver qui¨¦n recibe qu¨¦ c¨¦ntimo y criticar a los estadounidenses.
Por ejemplo, el economista Christoph Schmidt, uno de los cinco sabios que ofrecen consejo econ¨®mico al Gobierno alem¨¢n, se queja amargamente de que Estados Unidos haya decidido imprimir m¨¢s dinero, porque con ello aumenta su deuda nacional y corre el riesgo de tener inflaci¨®n en el futuro. Tiene raz¨®n, pero, al mismo tiempo, Alemania est¨¢ esperando otra vez a que los consumidores norteamericanos gasten ese dinero y saquen a su sector exportador del bache en el que se encuentra. Es un caso de morder la mano que te da de comer.
La solidaridad de Europa ni siquiera alcanza a otros europeos. La semana pasada, los Gobiernos de la UE segu¨ªan pele¨¢ndose en Bruselas por el reparto de un diminuto fondo de 5.000 millones de euros para infraestructuras. Francia no es el ¨²nico pa¨ªs que ha aprobado medidas nacionales selectivas de est¨ªmulo que, en la pr¨¢ctica, anulan las normas de la competencia en el mercado ¨²nico europeo. Y en cuanto a los primos pobres de Europa del Este, que se las arreglen como puedan, aunque los europeos occidentales se prestan a interceder ante el FMI para pedir que les ofrezca algo m¨¢s.
El viaje europeo de Obama, que continuar¨¢ con la cumbre de la OTAN y el encuentro UE-Estados Unidos en Praga, va a abordar asimismo la pol¨ªtica exterior y de seguridad. Aqu¨ª, Europa tiene todav¨ªa m¨¢s desuni¨®n. La verdad es que los europeos han empezado a ponerse de acuerdo en los tratos diplom¨¢ticos con Ir¨¢n, aunque todav¨ªa est¨¢ por ver si esa unidad europea podr¨ªa resistir una petici¨®n por parte de Estados Unidos de m¨¢s sanciones econ¨®micas contra Teher¨¢n. En casi todos los dem¨¢s aspectos de la agenda de Obama -Afganist¨¢n, Pakist¨¢n, relaciones con Rusia y China, proliferaci¨®n nuclear-, Europa no existe. Hay pa¨ªses europeos individuales.
A diferencia de lo que pasaba con George W. Bush al principio de su primer mandato, el presidente Obama est¨¢ predispuesto, por ideolog¨ªa y por pragmatismo, a trabajar con una Europa m¨¢s fuerte y unida. Pero ni siquiera ¨¦l puede trabajar con algo que no existe.
En retrospectiva, empieza a dar la impresi¨®n de que Europa lleva casi 10 a?os sin lograr aclararse las ideas. Una d¨¦cada que comenz¨® con unos planes ambiciosos de constituci¨®n europea termina con un Tratado de Lisboa, mucho m¨¢s modesto, cuyo destino depende de un intento dudosamente democr¨¢tico de convencer a los irlandeses para que conviertan su no en un s¨ª. Si hubi¨¦ramos dedicado la mitad del tiempo que desperdiciamos en ese debate constitucional a coordinar mejor nuestras actuaciones de acuerdo con los tratados existentes, hoy estar¨ªamos en mejor posici¨®n. Europa habla mucho, pero hace poco.
Todos los Estados miembros de la UE tienen cierta responsabilidad por este caos, como tambi¨¦n la tienen los dirigentes institucionales de Bruselas. Pero sus tres mayores miembros son especialmente responsables. El "no" de Francia fue el que mat¨® el tratado constitucional original. El Gobierno del nuevo laborismo brit¨¢nico lleg¨® al poder en 1997 con la promesa de una nueva era en las relaciones de este pa¨ªs con Europa. Por el contrario, el Reino Unido ha vuelto a lo de siempre y prefiere seguir siendo el segund¨®n de Washington que asumir su puesto en la primera fila de la orquesta europea.
El primer ministro brit¨¢nico dijo el otro d¨ªa en el Parlamento Europeo que el Reino Unido "no se ve como una isla separada de Europa, sino como un pa¨ªs en el centro de Europa". Eso lo dir¨¢ ¨¦l. No creo que ¨¦sa sea la opini¨®n de la mayor¨ªa de los brit¨¢nicos. Es m¨¢s, inspirado por Brown, invito a alguno de nuestros encuestadores a que pregunten a una muestra representativa de la poblaci¨®n brit¨¢nica precisamente eso: "?Ve usted al Reino Unido como un pa¨ªs en el centro de Europa?". Y aunque fuera verdad que el Reino Unido tiene esa imagen de s¨ª mismo, ¨¦sa no es la imagen que tienen de nosotros ni en Europa ni m¨¢s all¨¢. El compromiso europeo de los brit¨¢nicos se reducir¨¢ todav¨ªa m¨¢s con los conservadores, si es que ganan las pr¨®ximas elecciones. Y sin el Reino Unido no puede haber pol¨ªtica exterior europea seria.
Ahora bien, el mayor cambio se ha producido en Alemania. Hace 10 a?os, Helmut Kohl acababa de abandonar su cargo de canciller. Alemania segu¨ªa siendo el gran pa¨ªs europeo m¨¢s entregado a la unificaci¨®n europea. Sin embargo, hab¨ªa voces, tanto en la derecha como en la izquierda, que suger¨ªan que el pa¨ªs deb¨ªa salir de la oscuridad y convertirse en un pa¨ªs "normal"; es decir, como Francia y el Reino Unido. Diez a?os despu¨¦s, esas voces han triunfado. Hoy, la rep¨²blica de Berl¨ªn no tiene reparos en poner sus intereses nacionales inmediatos por delante de todo lo dem¨¢s.
Tal vez no sea lo que prefiere Angela Merkel personalmente. Sin embargo, en un a?o de elecciones, la rivalidad por los votos es intensa y no ser¨¢n los pol¨ªticos que sugieran sacrificar un solo puesto de trabajo, euro o soldado alem¨¢n en beneficio de un inter¨¦s m¨¢s general, europeo y occidental, quienes triunfen. "?C¨®mo!, ?que paguemos para rescatarles?", gritan demag¨®gicamente los aliados de Merkel en la Uni¨®n Social Cristiana, en plena lucha por su supervivencia pol¨ªtica en Baviera. Y a los socialdem¨®cratas, con el reto populista que les plantea un partido que se denomina a s¨ª mismo La Izquierda, no les va mucho mejor.
No es nada nuevo que Francia y el Reino Unido se comporten como Francia y el Reino Unido. Plus ?a change, plus c'est la meme chose. Lo nuevo es que Alemania se comporte como Francia y el Reino Unido.
En esta circunstancia, el G-20 parece tener cada vez m¨¢s aceptaci¨®n como nuevo marco institucional de actuaci¨®n colectiva mundial, al menos en la pol¨ªtica financiera y econ¨®mica, pero no es m¨¢s que eso: un marco. Para que esos marcos funcionen, siempre hace falta, entre bastidores, una coalici¨®n estrat¨¦gica de grandes actores. Y cada vez m¨¢s, tanto en Pek¨ªn como en Washington, se oye hablar de un "G-2" dentro del G-20. Es decir, Estados Unidos y China, a pesar de que es la UE, y no China, la que tiene una econom¨ªa de la dimensi¨®n de la de Estados Unidos. La coalici¨®n estrat¨¦gica, sobre todo en pol¨ªtica econ¨®mica, deber¨ªa ser un G-3. Pero ?d¨®nde est¨¢ Europa?
Si Europa se resiste a desempe?ar un papel que a¨²n est¨¢ a su alcance y que tanto Estados Unidos como China, en conjunto, quieren todav¨ªa que desempe?e, no es por una decisi¨®n consciente. Pero no decidir tambi¨¦n es una decisi¨®n. Si seguimos como estamos, los europeos habremos tomado la decisi¨®n de no estar juntos, y acabaremos separados. -
www.timothygartonash.com. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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