Obama en Europa
La m¨²ltiple agenda del presidente de EE UU va a poner a prueba las relaciones transatl¨¢nticas
Barack Obama, el presidente de Estados Unidos por el que Europa ha suspirado, est¨¢ en Europa, en su primer viaje transatl¨¢ntico de calado. Es m¨¢s que probable, sin embargo, que esta gira vertiginosa (G-20, cumbre de la OTAN, reuni¨®n UE-EE UU, Turqu¨ªa) acabe con un pu?ado de mensajes y gestos esperanzadores -como la aparente puesta a cero del contador de agravios, ayer, entre Mosc¨² y Washington- pero m¨¢s bien vac¨ªa de resultados concretos. En el transcurso de muy pocos meses, la recesi¨®n global se ha cobrado tambi¨¦n su peaje en este terreno.
Las divergencias transatl¨¢nticas sobre la manera de conducir la crisis econ¨®mica, con una Europa alejada de las pretensiones de est¨ªmulo fiscal coordinado de la Casa Blanca, hipotecan de hecho acuerdos sustanciales en la cumbre del G-20. Pero tampoco son compartidas a este lado del mar algunas otras prioridades internacionales de Obama. Afganist¨¢n, que ser¨¢ el eje de la cumbre de la OTAN en Estrasburgo, es el mejor ejemplo de una situaci¨®n en la que Washington, que hace unos meses exig¨ªa m¨¢s tropas y mayor compromiso, se conforma ya casi con cualquier contribuci¨®n europea a una guerra crucial.
Y sin embargo, y pese a su dedicaci¨®n casi exclusiva a temas dom¨¦sticos desde su llegada al poder -la definici¨®n de una ambiciosa agenda reformista y, sobre todo, la manera de capear una crisis brutal-, el presidente de Estados Unidos ha dado en estos dos meses pasos significativos en terrenos que causaron enorme fricci¨®n entre los europeos y George W. Bush. Obama se ha acercado claramente a las posiciones de la UE en asuntos como Irak, la indecente prisi¨®n de Guant¨¢namo o Ir¨¢n, donde la inicial flexibilidad diplom¨¢tica estadounidense ha tenido su primer resultado en la conferencia sobre Afganist¨¢n. En asunto tan decisivo como el cambio clim¨¢tico, el nuevo inquilino de la Casa Blanca ha se?alado un n¨ªtido viraje respecto de la intransigencia reaccionaria de su predecesor.
Ser¨ªa un error no responder con alguna concesi¨®n al socio tan deseado. A la postre, y a pesar de que el poder de Estados Unidos se diluya inevitablemente en nuevas y poderosas realidades econ¨®micas y geopol¨ªticas, es bien poco lo que Europa puede hacer sin el empuje de la superpotencia que sigue siendo motor de la econom¨ªa mundial y, en ¨²ltima instancia, garante de su seguridad.
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