Recesi¨®n, cambio clim¨¢tico y planificaci¨®n
En la actualidad, el cambio clim¨¢tico y la actitud que hay que tomar ante ¨¦l son cuestiones que no dejan de aparecer en las noticias. Lo mismo ocurre, claro est¨¢, con la recesi¨®n econ¨®mica, de alcance igualmente mundial y por s¨ª sola enormemente preocupante. ?Pero qu¨¦ relaci¨®n puede acabar estableci¨¦ndose entre ambos problemas?
Seg¨²n Sigmund Freud, cualquier crisis puede suponer un est¨ªmulo para la parte positiva de nuestra personalidad, siendo una oportunidad de empezar de nuevo. Y esto es algo que no se les ha escapado a los dirigentes pol¨ªticos. Siguiendo el ejemplo del presidente estadounidense Obama, muchos se han apuntado a la idea de un New Deal del cambio clim¨¢tico. Se entiende que la inversi¨®n en tecnolog¨ªas que producen pocas emisiones de di¨®xido de carbono, el aislamiento de los edificios y el uso del transporte p¨²blico pueden ser cruciales para volver a poner en marcha la econom¨ªa.
Las inversiones en un cambio de modelo energ¨¦tico son clave para salir de la crisis
El periodo de la desregulaci¨®n thatcheriana ha terminado
Nick Stern, autor del c¨¦lebre Informe Stern sobre la econom¨ªa del cambio clim¨¢tico, se?ala que a esas medidas tendr¨ªa que destinarse por lo menos el 20% de los fondos para planes de recuperaci¨®n. Las propuestas de Obama se quedan un poco cortas a ese respecto. Pero algunos pa¨ªses est¨¢n destinando mucho m¨¢s. Corea del Sur, por ejemplo, dedica a medidas de ese tipo un m¨ªnimo de dos tercios de su plan de recuperaci¨®n.
Yo soy partidario de ese New Deal del cambio clim¨¢tico y conf¨ªo en que produzca el doble beneficio que se pretende (que, en realidad, ser¨ªa triple si los pa¨ªses consiguieran tambi¨¦n reducir su dependencia respecto al crudo importado). Sin embargo, el efecto estimulante del que hablaba Freud deber¨ªa galvanizarnos para que nuestras ideas y nuestros actos se orientaran a un frente mucho m¨¢s amplio.
Nos encontramos en el punto culminante de una gran revoluci¨®n, la de la inminente desaparici¨®n de la econom¨ªa dependiente del crudo. Ha llegado el momento de ponerse a evaluar sus posibles implicaciones, que van desde lo pr¨¢ctico y lo prosaico hasta aspectos especulativos y de mayor alcance.
En lo tocante a lo pr¨¢ctico, hay que prestar mucha atenci¨®n al empleo. Seg¨²n sus partidarios, el New Deal del cambio clim¨¢tico crear¨¢ por s¨ª mismo nuevos puestos de trabajo. Yo no estoy tan seguro de ello si, como deber¨ªa ser, estamos hablando de empleos netos, es decir, de m¨¢s puestos de trabajo que antes. Al incrementarse la cantidad de energ¨ªa producida con medios que generan menos emisiones de di¨®xido de carbono, y con ella la eficiencia energ¨¦tica, algunos trabajadores de sectores ligados a la producci¨®n de combustibles f¨®siles, como el carb¨®n, se quedar¨¢n sin empleo. La mayor¨ªa de las innovaciones tecnol¨®gicas, m¨¢s que incrementar la necesidad de mano de obra, la reducen.
Los puestos de trabajo los crear¨¢n menos las propias tecnolog¨ªas renovables que los cambios de forma de vida resultantes de afrontar el cambio clim¨¢tico y de incrementar la seguridad energ¨¦tica. Cambiar¨¢n las sensibilidades y con ellas los gustos. La nueva econom¨ªa ser¨¢ todav¨ªa m¨¢s radicalmente posindustrial que la que ahora tenemos. Al igual que se encontraron formas de revitalizar zonas portuarias de las que ahora se ha evaporado el sector naviero, de los empresarios depender¨¢ la labor de detectar las oportunidades econ¨®micas que traiga consigo la expansi¨®n.
Al reflexionar sobre qu¨¦ tipo de recuperaci¨®n deber¨ªa permitirnos salir de la recesi¨®n, tendr¨ªamos que pensar seriamente en la naturaleza del propio crecimiento econ¨®mico, por lo menos en los pa¨ªses ricos. Hace tiempo que se sabe que, por encima de cierto nivel de prosperidad, el crecimiento no conduce necesariamente a un mayor bienestar personal y social. Ahora es el momento de a?adirle al PIB criterios m¨¢s equilibrados para calibrar el bienestar y de darles una aut¨¦ntica resonancia pol¨ªtica. Ha llegado la hora de plantear una cr¨ªtica sostenida y positiva del consumismo, que pueda tener peso pol¨ªtico. Ahora es el momento de descubrir c¨®mo garantizar que la recuperaci¨®n no conlleve un retorno a una sociedad inundada por el dinero.
El periodo de la desregulaci¨®n thatcheriana ha terminado. El Estado ha vuelto. Necesitaremos pol¨ªticas activas de industrializaci¨®n y planificaci¨®n, centradas en las instituciones econ¨®micas, pero tambi¨¦n en el cambio clim¨¢tico y en la pol¨ªtica energ¨¦tica.
Sin embargo, habr¨¢ que evitar los errores cometidos por anteriores generaciones de planificadores. Aqu¨ª tambi¨¦n aparecen varios problemas. Pensemos, por ejemplo, en las tecnolog¨ªas renovables. Si en alg¨²n momento los combustibles f¨®siles pasan a la historia, la tecnolog¨ªa tendr¨¢ que cambiar dr¨¢sticamente. Sin embargo, ?c¨®mo van a decidir los Gobiernos qu¨¦ tecnolog¨ªas hay que respaldar? ?C¨®mo pueden enfrentarse al hecho de que, como ocurri¨® con Internet, es frecuente que nadie prevea las innovaciones tecnol¨®gicas m¨¢s trascendentales?
Tenemos que encontrar un nuevo papel para el Gobierno, pero tambi¨¦n para los mecanismos de mercado. De repente, los complejos instrumentos financieros, a los que se culpa de la debacle en los mercados, han pasado de moda. Sin embargo, seguiremos necesit¨¢ndolos, porque, en realidad, con la regulaci¨®n adecuada, en lugar de ir en contra de la inversi¨®n de larga duraci¨®n, son la clave que la posibilita.
Pensemos en el caso de los seguros que cubren da?os ocasionados por fen¨®menos meteorol¨®gicos extremos como los huracanes caribe?os. Esos episodios ser¨¢n m¨¢s frecuentes y m¨¢s virulentos, ya que es pr¨¢cticamente seguro que va a producirse cierto cambio clim¨¢tico. Para lidiar con los da?os que se registren, ser¨¢ muy importante que, sobre todo los m¨¢s pobres, cuenten con seguros que los cubran. Las aseguradoras privadas tendr¨¢n que proporcionar gran parte del capital, ya que sus muchas obligaciones en otros sectores las convierten en una garant¨ªa a la que s¨®lo se recurrir¨¢ en ¨²ltima instancia.
Al final, nos topamos con el origen de todo esto, la globalizaci¨®n, que ha avanzado a marchas forzadas sin someterse a los adecuados controles internacionales. El futuro exige una regulaci¨®n eficiente de los mercados financieros mundiales, que quiz¨¢ podr¨ªa allanar el camino para la colaboraci¨®n esencial que se precisa para enfrentarse al cambio clim¨¢tico (a este respecto, cuando 200 pa¨ªses se preparan para las reuniones que en diciembre patrocinar¨¢ la ONU en Copenhague, tambi¨¦n habr¨¢ que replantearse muchas cosas). A manos de la crisis financiera y sus secuelas, arraigadas formas de pensar han sufrido una sacudida que podr¨ªa y deber¨ªa ser de enorme importancia. Nos encontramos al final del fin de la historia.
Anthony Giddens, soci¨®logo y divulgador de la Tercera V¨ªa de Tony Blair, fue director de la London School of Economics. Su nuevo libro es The Politics of Climate Change. Distributed by Tribune Media Services. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo. ? Global Viewpoint.
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