Dentro de la secta del odio
Durante un a?o, los ojos negro azabache de F¨¢tima Mohand Abdelkader no se cruzaron con los de ning¨²n hombre que no fuera su padre o el dirigente de la secta Takfir Wal Hijra (Anatema y Exilio), que la capt¨® y aleccion¨® en el barrio musulm¨¢n de La Ca?ada, el m¨¢s deprimido y abandonado de Melilla. Tras dejar sus estudios, rezaba en casas abandonadas, alejada de las miradas mundanas, vest¨ªa de negro, cubr¨ªa sus cabellos y meditaba taparse con el pudoroso burka que su maestro le ofrec¨ªa una y otra vez. Sus amigas ya lo hab¨ªan hecho.
A F¨¢tima, que entonces ten¨ªa 16 a?os, se la trag¨® la tierra. Huy¨® de su novio y su familia y se entreg¨® al servicio de la secta m¨¢s clandestina y radical del yihadismo, la que odia a los musulmanes que no piensan como ellos, la que permite robar a los infieles y disfrazarse para no despertar las sospechas de los servicios de inteligencia. Un restringido y peligroso club del odio que cuenta con ¨¢colitos en La Ca?ada y en el vecino barrio marroqu¨ª de Farhana, a tiro de piedra de la valla que separa Espa?a de Marruecos.
"No estaba permitido hablar o mirar a una persona del sexo opuesto, salvo a tu padre, a tu hermano o a tu marido"
Los cuerpos de Salam y Rachid aparecieron atados de pies y manos. Estaban semidesnudos y los hab¨ªan torturado
"Las mujeres usaban 'burka'. La lista de castigos, interminable. Menos en la cara, se nos pod¨ªa golpear"
Nueve meses despu¨¦s de su asesinato, las autoridades marroqu¨ªes no han detenido a ning¨²n sospechoso
Salam Mohand Mohamed, su novio y ex miembro de la secta, fue el ¨²nico capaz de sacarla de las garras de los takfiris, la corriente a la que pertenec¨ªan Mohamed Atta, el jefe de los suicidas del 11-S, y varios de los autores de la matanza de Atocha en Madrid. "Elige. O ellos o yo", le espet¨® el muchacho el pasado verano. F¨¢tima dej¨® el grupo y a partir de entonces su vida fue un infierno. "Recib¨ª toda clase de amenazas y presiones para que dejara a mi novio y para que volviera", confiesa ahora.
El pasado 8 de julio, su novio Salam fue secuestrado y torturado en Farhana, justo el d¨ªa antes de que ambos se marcharan a Barcelona para iniciar una nueva vida y escapar de las miradas inquisidoras de los miembros de la secta que les llamaban "musrikin", los que atribuyen divinidad a otros adem¨¢s de Dios. El cad¨¢ver de Salam, de 21 a?os, fue descubierto semidesnudo y atado de pies y manos en un bosque en Buyafar (Cabo Chico), en territorio marroqu¨ª. Su rostro, cara y genitales estaban quemados con fuego, seg¨²n la autopsia del Instituto de Medicina Legal de Melilla. Junto a ¨¦l estaba el cuerpo de Rachid Chaib, un chico melillense de su mismo barrio que le acompa?aba. Ten¨ªa lesiones similares y un disparo en la cabeza. F¨¢tima acusa a los miembros de la secta y desvela a EL PA?S los detalles del adoctrinamiento al que fue sometida por los radicales islamistas.
El primer contacto de F¨¢tima con la secta que le aisl¨® del mundo se produjo en La Ca?ada, su propio barrio, el lugar elegido por los grupos salafistas y takfiris para captar a sus ac¨®litos. En este barrio musulm¨¢n se levantan centenares de viviendas ilegales y acumulan r¨¦cords de paro y fracaso escolar. Algunos j¨®venes viven del trapicheo y del tr¨¢fico de hach¨ªs. "Me juntaba con las ni?as mayores del barrio. Yo iba con minifalda y camisetas de manga corta, pero empezaron a advertirme de que me tapara cuando fuera a verlas. Me dec¨ªan: '?Eres una chica! T¨¢pate si quieres venir con nosotras'. Les hice caso porque eran mis amigas del colegio. Ellas entonces llevaban chilaba e hiyab".
Ese verano F¨¢tima recibi¨® la invitaci¨®n para acudir junto a sus amigas a una casa abandonada. Le anunciaron que un ilustrado iba a hablarles del islam. "Dirig¨ªa la reuni¨®n el hermano de una de las chicas. Al principio te hablan de algo bonito y bueno. Te hablan de Dios, de lo que esperan de ti, de lo que te puede dar. Yo s¨®lo ten¨ªa 16 a?os y todo aquello me gust¨®".
Las reuniones se hicieron peri¨®dicas y las reglas quedaron claras desde el primer d¨ªa: "?l nos preguntaba a nosotras. Nosotras no pod¨ªamos preguntar sobre nada mundano, s¨®lo acerca de dudas relacionadas con el islam. All¨ª me leyeron las normas b¨¢sicas de la secta: no pod¨ªa comer carne que no fuera sacrificada por ellos; estaba prohibido escuchar m¨²sica, ir al cine o ver la televisi¨®n; no estaba permitido hablar o mirar a los ojos de una persona del sexo opuesto, salvo a tu padre, a tu hermano o a tu marido. Tus ojos no deb¨ªan cruzarse nunca con los ojos de un hombre. Ten¨ªas que bajar la vista y mirar al suelo; ten¨ªas que vestir de negro o de colores oscuros, cubrirte la cara y usar guantes hasta los codos. Las mujeres de los miembros de la secta usaban burka y nos animaban a usarlo".
F¨¢tima retir¨® en un armario sus camisetas y minifaldas ce?idas. "Empec¨¦ a vestirme de negro, aunque no me tapaba ni la cara ni las manos. Algunas lo cumpl¨ªan todo y otras no. Entonces ¨¦ramos seis chicas, y yo la m¨¢s peque?a. Me sent¨ªa bien, pensaba que segu¨ªa la verdad, que hac¨ªa algo bueno. Dej¨¦ los estudios, aunque ten¨ªa ilusi¨®n de hacer el bachillerato, pero ellos no aceptaban que estudiara. Eso supon¨ªa mezclarse con mucha gente y no les gustaba nada".
Sus padres y Salam, el novio de F¨¢tima, descubrieron pronto que hab¨ªa ca¨ªdo en las garras de los takfiris que deambulan por las empinadas calles de La Ca?ada, en el coraz¨®n de Melilla, una ciudad de 71.000 habitantes con la mitad de la poblaci¨®n musulmana. La chica se negaba a sentarse a comer en su misma mesa, escond¨ªa su rostro y se encerraba en su habitaci¨®n. Rezaba cinco veces diarias sobre una peque?a alfombra y no les dirig¨ªa la palabra. Salam hab¨ªa pertenecido a la secta y conoc¨ªa el inter¨¦s de sus dirigentes por F¨¢tima. "La quer¨ªan porque es una joven muy inteligente y pensaron que ser¨ªa ideal para captar a m¨¢s gente", confiesa un joven del barrio que pide se omita su nombre.
"Romp¨ª la relaci¨®n con mi chico por esta gente. Era incompatible estar con ellos y tener un novio. Me dec¨ªan: 'Si quieres estar con nosotros, tienes que apartarte de todo'. Nadie es musulm¨¢n excepto ellos. El mundo se divide en creyentes y no creyentes, no hay jud¨ªos ni cristianos. El que no pertenece a la secta es un perro. Cuando alguien que no era del grupo pasaba delante de nosotros, ellos musitaban: 'M¨ªralos, son peor que perros'. Al principio me impresionaba, luego pensaba como ellos", reconoce.
Los takfiris de Melilla y de la vecina ciudad marroqu¨ª de Farhana visten ropa occidental, no llevan largas barbas y usan deportivas. La clandestinidad es la obsesi¨®n principal de esta secta establecida en Melilla de la mano de un radical marroqu¨ª que apareci¨® en La Ca?ada como ca¨ªdo del cielo. Un tipo que ha desaparecido de la misma forma que lleg¨®. Todos los imanes de las mezquitas melillenses son marroqu¨ªes, pero los takfiris huyen de las mezquitas como de la peste. "Dicen que est¨¢n llenas de malos musulmanes y vigiladas por la polic¨ªa. Odian a los imanes y les llaman corruptos", asegura Mohamed, un joven del barrio.
F¨¢tima tampoco pisaba las mezquitas de La Ca?ada. Las chicas rezaban en la casa abandonada, y los chicos, en el monte durante la noche y sin testigos. Siempre separados. Hombres y mujeres no pueden rezar juntos. "S¨®lo se pon¨ªan chilabas cuando rezaban a escondidas. Deber¨ªan usarlas, pero vest¨ªan al rev¨¦s. Un d¨ªa les pregunt¨¦: ?Nos ped¨ªs que nos pongamos el burka y vosotros vest¨ªs como quer¨¦is? Y me respondieron: 'Lo hacemos para que no nos sigan la pista, para que la polic¨ªa no se fije en nosotros'. Pero sus pantalones cortos, a veces, los delatan: "Dec¨ªan que no pueden bajar de los tobillos. Que m¨¢s largos son impuros".
Los primeros libros que recibi¨® F¨¢tima trataban sobre la mujer: la mujer en casa, la mujer con el marido, los deberes de la mujer. Un compendio en apariencia ilustrado de sumisi¨®n y vejaci¨®n absoluta hacia las mujeres. "Su mensaje se resum¨ªa en que se puede maltratar a la mujer, se le puede golpear, pero nunca en la cara ni en las manos. Me hablaban de una mujer sumisa que no replica, que no responde jam¨¢s a su marido. La lista de castigos hacia la mujer era innumerable. Un d¨ªa me rebel¨¦ y les dije: 'A m¨ª no me pega nadie".
Irak y Afganist¨¢n eran el hilo conductor de muchas conversaciones clandestinas: "Si realmente fu¨¦ramos hombres, estar¨ªamos all¨ª ayudando a nuestros hermanos", repet¨ªan a veces delante de las mujeres. "De la yihad hablaban menos en nuestra presencia porque no se fiaban. Nosotras no pod¨ªamos opinar sobre nada", recuerda F¨¢tima.
La joven pas¨® de la sumisi¨®n a la rebeld¨ªa. Su novio la reclamaba y comenzaron a verse en secreto. "Nos ve¨ªamos a escondidas. Nunca me recog¨ªa en casa, pero pronto nos descubrieron y comenzaron las cr¨ªticas. 'Has vuelto con ese traidor; te hemos visto bajar de su coche. No tienes verg¨¹enza'. Yo ment¨ªa y negaba". Les molestaba m¨¢s porque Salam se hab¨ªa ido de la secta y ahora se llevaba a una de sus m¨¢s fieles y prometedoras seguidoras, afirman varias personas del entorno de la pareja. "Son takfiris, el que entra a su grupo ya no sale", asegura Mohamed, un joven del barrio que asegura conocerlos.
F¨¢tima decidi¨® cortar con la secta. ?Qu¨¦ pasa con F¨¢tima que no viene? ?Est¨¢ enferma? ?Alguien sabe d¨®nde para? Las preguntas de los jefes de la secta corrieron de boca en boca a ambos lados de la frontera, en especial bajo los burkas de algunas amigas y compa?eras de colegio de la joven melillense que hab¨ªan contra¨ªdo matrimonio con miembros del grupo. "Empezaron los rumores de que nos ¨ªbamos a Barcelona a casa de la madre de Salam. Quer¨ªamos irnos para escapar de esta gente y de La Ca?ada. Hicimos tr¨¢mites para casarnos en el juzgado".
El pasado julio, F¨¢tima y su novio, Salam, ex miembro del Ej¨¦rcito, charlaban sentados en la puerta de su casa. Ella hab¨ªa vuelto a vestir como antes, ya no se tapaba, y llevaba semanas alejada de la secta. Dos takfiris pasaron en coche y les lanzaron miradas inquisidoras. Salam le dijo a F¨¢tima: "?Mira como te miran tus amigos!". Poco despu¨¦s, un pitido del m¨®vil de F¨¢tima le anunci¨® la recepci¨®n de un mensaje: "Nos ridiculizas con tu actitud. Nos avergonzamos de ti", rezaba el texto.
El 8 de julio, Salam apareci¨® en casa de F¨¢tima. El chico hab¨ªa pasado la semana preparando su Volkswagen Golf VR6 de cristales tintados. Le apasionaban los coches y quer¨ªa tenerlo a punto para su marcha a Barcelona. "?Quieres un bocadillo?", le pregunt¨® F¨¢tima. "No. Tengo un encargo que hacer en Farhana. Me han llamado para ir a recoger un dinero y me ofrecen 4.000 euros de comisi¨®n". El encargo, seg¨²n la versi¨®n de F¨¢tima, se lo hab¨ªa hecho un miembro de la secta con el que Salam todav¨ªa guardaba alguna relaci¨®n desde la ¨¦poca en la que perteneci¨® al grupo. Le dijeron que ellos no quer¨ªan pasarlo porque pod¨ªan estar fichados por la polic¨ªa.
"Me sorprendi¨® que le llamaran a ¨¦l. Le dije que no fuera, que se la iban a jugar, que era una trampa. Yo los conoc¨ªa muy bien. Se qued¨® pensando y me respondi¨® que no me preocupara, que hab¨ªa pensado llevarse a su amigo Rachid para que le acompa?ara, pero que no ir¨ªa. Que a las once de la noche volver¨ªa a cenar conmigo. Se subi¨® al coche y se fue. Nunca me imagin¨¦ que no volver¨ªa a verle m¨¢s", se lamenta F¨¢tima.
La investigaci¨®n policial en los dos pa¨ªses ha acreditado que Salam y su amigo Rachid, un chico de 21 a?os en paro, bajaron sobre las ocho de la tarde del d¨ªa 8 desde La Ca?ada hasta un aparcamiento pr¨®ximo a la frontera. All¨ª dejaron el veh¨ªculo y pasaron andando a Marruecos. Un coche los recogi¨® y llev¨® al barrio de Farhana, donde fueron torturados hasta morir en una vivienda que todav¨ªa no se ha localizado. Una semana m¨¢s tarde aparecieron sus cuerpos semidesnudos en un bosque cercano a la frontera espa?ola, junto a la carretera que une Mariquari y Yassine. Los dos j¨®venes estaban atados de pies y manos. Los gendarmes marroqu¨ªes encontraron a 16 kil¨®metros la camisa y el ch¨¢ndal de Salam. "Hab¨ªan cavado una fosa para enterrarlos y no les dio tiempo. Los montaron en un coche y los tiraron como a perros en un bosque", relata Abdesalam, de 48 a?os, el padre de Salam, un pintor melillense en paro.
Las autoridades marroqu¨ªes trasladaron los cad¨¢veres al hospital Hassani de Nador, donde por orden judicial se les hizo una autopsia. Un primo de Salam lo reconoci¨® por un pendiente que llevaba en la oreja. Su rostro estaba totalmente desfigurado por el fuego. "No sabemos si lo hicieron con un producto qu¨ªmico o con fuego. A mi hijo le quemaron tambi¨¦n sus partes. Han tenido que sufrir much¨ªsimo", dice Abdesalam mientras exhibe el ¨²ltimo informe forense. Las familias de Salam y Rachid pidieron una segunda autopsia privada en Marruecos. Los cuerpos sin embalsamar atravesaron la frontera en dos cajas y en mal estado de conservaci¨®n, seg¨²n advierte la tercera autopsia del Instituto de Medicina Legal de Melilla. El informe describe su avanzado estado de putrefacci¨®n y afirma que los recibieron envueltos en s¨¢banas y un pl¨¢stico azul precintado. Los m¨¦dicos establecen su muerte entre los d¨ªas 8 o 9 de julio.
Abdelasam reconoce que su hijo le confes¨® que iba a cruzar la frontera de Marruecos para pasar dinero, y asegura que le advirti¨® del riesgo. "Ten cuidado. No pases en tu coche, no te vayan a meter droga y tengas un l¨ªo", le dije. "Necesitaba dinero para irse a Barcelona con su novia y le pusieron el anzuelo. Todo el mundo en el barrio sab¨ªa que era un chaval bueno y algo t¨ªmido. Un chico que jam¨¢s se meti¨® en ning¨²n problema. Su sue?o era entrar en alg¨²n cuerpo policial, pero dej¨® el Ej¨¦rcito porque un capit¨¢n problem¨¢tico le volvi¨® loco. Yo intentaba meterlo en las obras donde trabaj¨¦, pero como no sal¨ªa nada, lo manten¨ªamos entre todos"¡¤
"No ten¨ªa un duro. Le prestaba dinero para echar gasolina. La gente que est¨¢ en la droga maneja dinero, y ¨¦l jam¨¢s", asegura su amigo Samir, de 23 a?os, militar. Rachid, de 33 a?os, camarero, destaca que su primo Salam no se mov¨ªa en el mundo delincuencial. "Le di dinero para el carnet de conducir. Iba de casa en casa para comerse un bocadillo".
El padre de Salam y otros familiares apuntan tambi¨¦n a los takfiris de Farhana y La Ca?ada como responsables de la muerte de su hijo. "Estuvo con ellos durante un tiempo. Le comieron el coco. No com¨ªa con nosotros, no nos hablaba. No ve¨ªa la televisi¨®n ni escuchaba la radio. Todo era pecado. S¨®lo pod¨ªa comer animales sacrificados por ellos. Tuve que mandarle a Barcelona para alejarle de aquella gente. Este grupo apoya las masacres, las fomenta y luego rezan como si nada. Para m¨ª eso es incompatible. Se supone que la religi¨®n es contraria al terrorismo. Pero para ellos es diferente. Si no piensas como yo, te quito de en medio, ¨¦se es su lema. Quiz¨¢ mi hijo sab¨ªa algo de ellos".
La familia de Rachid Chaib, el chico que acompa?aba a Salam, piensa igual. Rachid hab¨ªa trabajado durante dos a?os en un restaurante en Alemania y acababa de regresar a Melilla. Su casa est¨¢ a cinco minutos de la de Salam, y las mujeres se afanan en buscar una foto del muchacho para el periodista. Su hermano Mohamed, de 30 a?os, empleado en una zapater¨ªa de Melilla, lo resume as¨ª: "Los mandaron a Farhana para caer en una trampa. Los mataron el mismo d¨ªa que fueron. Una muerte as¨ª s¨®lo obedece a una venganza. Todos sabemos qui¨¦n ha sido". Chaib, su padre, de 78 a?os, jubilado y ex militar en el Regimiento de Regulares n¨²mero 2, asiente con leves movimientos de cabeza. "Le aseguro que eran buenos chicos", dice en voz baja.
En el centro de la ciudad, a 10 minutos en coche de La Ca?ada, el Servicio de Informaci¨®n de la Guardia Civil de Melilla investiga la desaparici¨®n de los dos j¨®venes. No pueden indagar en los asesinatos porque fueron cometidos en Marruecos, pero por orden judicial han tomado declaraci¨®n a familiares, amigos y vecinos del barrio musulm¨¢n. Fuentes pr¨®ximas a la investigaci¨®n aseguran que las l¨ªneas de trabajo se centran en el grupo islamista y en el terreno delincuencial. "Ambas est¨¢n abiertas, incluyendo la sentimental", matizan. Algunos testimonios apuntan a que uno de los takfiris estaba enamorado de F¨¢tima, la novia de Salam.
En Nador (Marruecos), Wariachi, sustituto del fiscal del rey, dirige la investigaci¨®n de los asesinatos e intenta acumular pruebas. Hace varios d¨ªas confes¨® a representantes del c¨®nsul espa?ol Fernando S¨¢nchez que no hay testigos. "Les faltan pruebas concretas para detener a alguien. S¨®lo hay sospechas", dicen en el consulado, frente al que se han manifestado los familiares de las v¨ªctimas.
F¨¢tima est¨¢ en tratamiento psiqui¨¢trico, trabaja en un Burger King, cobra 745 euros al mes, y dedica todas sus energ¨ªas a pedir justicia y denunciar a los que considera responsables de la muerte de su novio. "Han dicho a la Guardia Civil que conocen a Salam de vista, pero se lo hab¨ªan llevado a rezar al monte varias veces, una vez, a M¨¢laga, y otra, a Marruecos. Hac¨ªan acampadas que duraban varios d¨ªas como si se retiraran al mundo rural. ?C¨®mo pueden asegurar que no lo conocen? Cuando nos enteramos de que estaban muertos, habl¨¦ con uno de ellos y le dije: 'S¨¦ que lo hab¨¦is mandado vosotros'. Se qued¨® impactado, empez¨® a sudar y me respondi¨®: 'Si t¨² me hundes, yo te hundir¨¦ a ti. Me tirar¨¦ 30 a?os en la c¨¢rcel, pero me encargar¨¦ de que te quiten de en medio. ?Por qu¨¦ lloras por ese traidor? Te han hecho un favor".
Los takfiris de La Ca?ada no tienen trabajo conocido. "Roban y trafican con drogas", acusa Abdesalam. En los ¨²ltimos a?os, varias casas de La Ca?ada han sido saqueadas. Cuando sus due?os regresaron, encontraron el televisor dentro de la ba?era repleta de agua. "Todos pensamos que eran ellos. Predican que se puede robar a los no creyentes. ?Qu¨¦ clase de islam es ¨¦se?", se pregunta Rachid. -
La secta de los asesinos de Anuar el Sadat y del 11-S
La secta Takfir Wal Hijra (Anatema y Exilio) est¨¢ implantada en Espa?a. Informes del Centro Nacional de Inteligencia aseguran que esta secta, nacida en Egipto en 1969, cuenta con, al menos, ocho mezquitas, cinco en Barcelona, dos en Valencia y una en Melilla. En la mayor¨ªa de los casos no son templos tradicionales ni ornamentales, sino humildes viviendas acondicionadas como lugares de culto para garantizar la principal obsesi¨®n de sus miembros: la clandestinidad. Sus imanes son marroqu¨ªes y argelinos. Mohamed Atta, el jefe de los suicidas del 11-S, as¨ª como los principales autores del 11-M eran takfiris, seg¨²n han revelado sus familiares, amigos y varios confidentes de la polic¨ªa.
El movimiento takfir fue inspirado por Shukri Mustaf¨¢, un ingeniero agr¨ªcola que propag¨® un anatema contra los musulmanes "renegados" que no comulgaban con sus ideas radicales sobre el islam. En 1978 fue ejecutado bajo la acusaci¨®n de instigar el asesinato de Mohamed al Dhahabi, ministro egipcio de Asuntos Religiosos. La muerte del fundador de este movimiento provoc¨® el victimismo de sus seguidores, entonces m¨¢s de 5.000 personas, que salieron de sus ciudades y se refugiaron en los montes. All¨ª renegaban de la modernidad e intentaban regresar a la vida rural. Los asesinos de Anuar el Sadat, presidente egipcio muerto en 1981, eran takfiris. Este y otros ataques propagaron sus ideas por Europa y el norte de ?frica. En los a?os noventa, el Grupo Isl¨¢mico Armado (GIA), un movimiento argelino, les dio su apoyo. El Grupo Salafista para la Predicaci¨®n y el Combate, sucesor del GIA y hoy reconvertido en Al Qaeda en el Magreb, los acoge en su seno. Meses antes del 11-S los takfiris criticaron a Osama Bin Laden por apoyar a los talibanes que reclamaban el reconocimiento de la ONU. Para los takfiris, la ONU es un organismo enemigo. El jefe de Al Qaeda pidi¨® ayuda a Omar Mahmud Othman, Abu Qutada, un cl¨¦rigo palestino residente en Londres, el principal referente de los salafistas en Europa, y ¨¦ste escribi¨® una fetua en su apoyo. El principal vivero de los takfiris en Europa est¨¢ en la delincuencia, seg¨²n expertos de los servicios secretos franceses. La delincuencia est¨¢ permitida en el restringido club takfir si es para la yihad.
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