El ¨¢lbum de fotos
Una foto vale otra foto. Sin el tr¨ªo de las Azores y la desenvoltura de Aznar en la reuni¨®n del G8 en Canad¨¢, durante la presidencia espa?ola de la UE -pies sobre la mesa, puro en la boca- y en Crawford -espa?ol con acento tejano- no se habr¨ªa llegado a estos cinco a?os de g¨¦lidas relaciones entre La Moncloa y la Casa Blanca a las que hoy pone un punto final el encuentro de Praga. Se dir¨ªa que en estas cuestiones todas las fotos del ¨¢lbum hist¨®rico valen lo mismo: unas siguen y sustituyen a las otras. Las im¨¢genes de estos d¨ªas entre Londres y Estrasburgo, que recogen los cruces de sonrisas y miradas entre Obama y Zapatero, y las fotos del solemne encuentro que ambos fabricar¨¢n esta tarde para todos nosotros difuminar¨¢n qui¨¦n sabe si para siempre el recuerdo cada vez m¨¢s lejano de aquella colecci¨®n de im¨¢genes belicistas que suscit¨® las mayores protestas europeas contra Estados Unidos desde la guerra de Vietnam.
Hay afinidades entre Obama y Zapatero, pero no una visi¨®n estrat¨¦gica de las relaciones mutuas
Zapatero y Aznar han sido el haz y el env¨¦s de las relaciones entre la Casa Blanca de Bush y La Moncloa, un incendio de cinco a?os que debiera quedar totalmente apagado a partir de ahora, a menos que por alguna torpeza alguien olvide un rescoldo. Razones para temerlo existen, a pesar de las declaraciones de buenas intenciones de una parte y de otra. El anuncio de la retirada espa?ola de Kosovo, pocos d¨ªas despu¨¦s de que Moratinos diera seguridades a Hillary Clinton de lo contrario, no permite albergar muchas dudas sobre la escasa precisi¨®n de Zapatero (esa finezza que Andreotti echaba en falta de la pol¨ªtica espa?ola) a la hora de modular sus relaciones con Washington. Ten¨ªa raz¨®n en rechazar la participaci¨®n espa?ola en la guerra de Irak sin la aprobaci¨®n del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pero ninguna en mantenerse sentado al paso de la bandera norteamericana en el desfile. Tambi¨¦n la ten¨ªa en defender el cumplimiento de su promesa electoral con una r¨¢pida retirada del pa¨ªs ¨¢rabe, pero iba demasiado lejos al llamar, como hizo poco despu¨¦s en Argel, a que los otros participantes tambi¨¦n se retiraran. Finalmente, no hay lugar a dudas sobre la coherencia entre la negativa a reconocer la rep¨²blica de Kosovo y la retirada de las tropas espa?olas del peque?o pa¨ªs balc¨¢nico, pero fueron merecidas las duras palabras que le dedic¨® un portavoz del Departamento de Estado despu¨¦s del precipitado vodevil organizado para el lucimiento de su ministra de Defensa.
Los m¨¦ritos de Zapatero son evidentes, pero no menoscaban en absoluto los esfuerzos de Aznar, desde que dej¨® La Moncloa, para erosionar la imagen e incluso la acci¨®n de su sucesor en Washington. Con su ingl¨¦s reci¨¦n aprendido y niquelado al dejar la presidencia, su sill¨®n en el consejo editorial de News Corporation (la corporaci¨®n de medios de Rupert Murdoch), su FAES y los numerosos think tanks y columnistas amigos, el antizapaterismo ha ocupado con eficacia temible todos los resquicios de la capital norteamericana hasta el 20 de enero de 2009. Nada pudo impedir, sin embargo, que en noviembre el presidente del Gobierno espa?ol entrara por fin en la Casa Blanca con motivo de la reuni¨®n del G20 ampliado en Washington para enfrentarse con la recesi¨®n mundial e intercambiara unas palabras banales con Bush. Pero Obama ya era el presidente electo y Bush se enfrentaba al calvario de tener que aplicar ante la crisis medidas que iban contra su propia ideolog¨ªa ultraliberal. Es decir, que ni siquiera era ya el momento adecuado para recomponer una relaci¨®n que jam¨¢s pas¨® del fr¨ªo cruce de saludos de cortes¨ªa. El reproche sobre el desconocimiento del ingl¨¦s de nuestros presidentes de Gobierno, tan de actualidad estos d¨ªas, tiene toda la l¨®gica en circunstancias como aqu¨¦lla, oportunidad fugaz en que Bush recibi¨® a Zapatero en las puertas de la Casa Blanca, que se habr¨ªa convertido en un arranque de conversaci¨®n si el presidente espa?ol hubiera dominado el idioma de su anfitri¨®n.
Pero la historia es una musa tramposa, que ofrece extra?os ¨¦xitos a veces a quienes menos se los merecen. Aznar no quiso estar en el G20 porque crey¨® que su apuesta arriesgada y m¨¢s alta a favor de Bush le llevar¨ªa nada menos que al G8. Zapatero, que mostr¨® abiertamente sus cartas con toda la ingenuidad y ninguna prudencia cuando reivindic¨® una silla en la Cumbre de Washington, ha conseguido al final lo que Aznar tuvo a su alcance y no supo ni siquiera avistar. El presidente popular ten¨ªa una visi¨®n muy compacta de las relaciones con Washington, en las que Espa?a deb¨ªa convertirse en una especie de Inglaterra del sur, incondicionalmente alineada con la posici¨®n norteamericana aun a costa de la unidad europea. Y a Bush y a Blair les conven¨ªa, aunque en sus esquemas el encaje de la pieza espa?ola fuera m¨¢s de oportunidad que de estrategia.
Obama y Zapatero tienen afinidades ideol¨®gicas en cuestiones de sociedad, igualdad de derechos e incluso en algunas cuestiones de estilo pol¨ªtico. Pero ninguno de los dos posee, m¨¢s all¨¢ de la simpat¨ªa mutua, un dise?o claro sobre el significado de las relaciones entre ambos pa¨ªses. Si se atiende a sus palabras, Zapatero le profesa una creciente admiraci¨®n personal, reforzada en los ¨²ltimos encuentros y f¨¢cilmente confundible con la obaman¨ªa, patolog¨ªa pol¨ªtica abiertamente incompatible con el debate de ideas y de intereses propios de las relaciones entre pol¨ªticos y entre pa¨ªses.
Adem¨¢s de quitar unas fotos y poner otras en el ¨¢lbum, poco m¨¢s se sabe del papel que Espa?a deber¨¢ jugar en el dise?o que justo ahora Obama est¨¢ esbozando respecto a su pol¨ªtica exterior. Zapatero tambi¨¦n quisiera, al parecer, una relaci¨®n privilegiada con Washington, menos pretenciosa, todo hay que decirlo, que la de Aznar, pero no a costa de Europa sino precisamente porque ahora no hay Europa ni se la espera. Lo mejor que se puede decir de las relaciones entre Washington y Madrid es que el buen clima actual es el mejor para empezar a hacer bien las cosas. Pero no basta con decirlo; hay que hacerlo, en vez de darlo por hecho gracias a las afinidades y simpat¨ªas mutuas.
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