La Sinf¨®nica y la Filharm¨®nica tri¨²nfan en Santiago y A Coru?a
La distancia entre Santiago y A Coru?a ha sido salvada siempre por los verdaderos mel¨®manos en una butaca de primera clase hecha de amor a la m¨²sica por encima de las peque?as miserias de la rivalidad.
El Elias de Mendelssohn de la Orquesta Sinf¨®nica de Galicia (OSF) interpretado en el Auditorio de Galicia la semana pasada y el ¨¦xito de la Real Filharmon¨ªa (RFG) con Schubert y Beethoven en el Palacio de la ?pera de A Coru?a este viernes son la mejor prueba de que, tocando aqu¨ª, nuestras orquestas siempre juegan en casa.
La ovaci¨®n a la RFG y Paul Daniel al finalizar el concierto fue larga e intensa. La Sinfon¨ªa n? 5 y las Seis danzas alemanas de Schubert hab¨ªan calado hondo por su seriedad de concepto y ejecuci¨®n. El director brit¨¢nico no usa batuta y el movimiento de sus manos no marca tiempos de comp¨¢s, sino que parece modelar la m¨²sica delicada y c¨¢lidamente.
La sinfon¨ªa de Schubert tuvo las mejores cualidades de lirismo, poes¨ªa y transparencia schubertianas en la viveza de sus allegros inicial y final, la serena profundidad del Andante y la fuerza del Minueto.
En la primera parte, Andr¨¦i Gabrilov mostr¨® en el Concierto para piano n? 2 de Beethoven una t¨¦cnica apabullante y un excelente control del sonido con una distribuci¨®n casi ¨®ptima de los planos sonoros.
Su versi¨®n parte de un gran lirismo al que la fuerza beethoveniana algo contenida da un toque dram¨¢tico, lo que resulta especialmente interesante en el Adagio central. Correspondi¨® a la ovaci¨®n con dos propinas: la primera, una curiosa mezcla de clavec¨ªn con aire casi chopiniano por su manejo del tempo. Luego, la uni¨®n de una gran dificultad t¨¦cnica a un cierto histrionismo termin¨® de meterse al p¨²blico en el bolsillo. All¨ª sigue, al parecer.
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