Liberalismo

La defensa que el se?or Lassalle hace del liberalismo, en un art¨ªculo publicado ayer por su diario, puede ser acusada al menos de parcial. Parcial por la elecci¨®n de un conjunto de antecedentes -ignoro si por desconocimiento, siendo benevolente, o tras meticulosa elecci¨®n, lo que resultar¨ªa m¨¢s maquiav¨¦lico- para un fen¨®meno tan poli¨¦drico como el liberalismo, que resulta sospechosa de querer ocultar la cara amarga del mismo.

Utiliza la parte por el todo al asociar al liberalismo, en general, con la revisi¨®n idealista del mismo llevada a cabo en torno a los a?os treinta del siglo XIX por T. H. Green y J. S. Mill -entre otros-; una vez vistos con espanto los efectos sociales que la aplicaci¨®n del (tambi¨¦n) liberalismo anterior produc¨ªa.

Si el se?or Lassalle busca un verdadero origen com¨²n a la muy variada teor¨ªa liberal deber¨ªa mirar al poco pol¨ªticamente correcto y desde luego falto de tacto Thomas Hobbes, verdadero padre de muchos de los principios te¨®ricos del liberalismo como: su concepci¨®n de la sociedad como un conjunto de individuos vinculados s¨®lo por el inter¨¦s o la concepci¨®n del Estado desde una perspectiva netamente utilitaria y cuya legitimidad se basaba en la autoridad.

Aunque puedo compartir con el se?or Lassalle una mayor simpat¨ªa personal por las posiciones reformistas de autores como Green o Stuart Mill, defender que ambos son el origen del liberalismo es, o bien un error, o bien un intento de ocultar la cara menos amable del mismo. Tan poco amable que parece que el propio Lassalle no quiere ver.