Confucio dijo...
No existen una civilizaci¨®n occidental y una civilizaci¨®n china puras, aut¨¦nticas y separadas. Llevamos siglos mezcl¨¢ndonos, sobre todo los dos ¨²ltimos. La pureza cultural es una contradicci¨®n
Cuando era ni?o, China era, para m¨ª, un chino vagamente c¨®mico, con bigote en punta, vestido con una bata de seda bordada y un sombrero en forma de cono, que dec¨ªa con acento c¨®mico: "Confucio dijo...". M¨¢s tarde fueron las fotos en blanco y negro de una escultura, hecha en la ¨¦poca de Mao, de un patio prerrevolucionario de recaudaci¨®n de rentas que me ense?¨® un entusiasta profesor ingl¨¦s. Luego fue la locura -ingenuamente malinterpreta-da- de la revoluci¨®n cultural y la Guardia Roja (todav¨ªa tengo mi ejemplar del Libro Rojo de cuando era estudiante). Y ahora es un culto profesor chino, vestido con traje oscuro, que me dice en un ingl¨¦s excelente: "Lo que dice Confucio es...".
Daniel A. Bell dice en broma que el Partido Comunista Chino (PPC) quiz¨¢ acabe llam¨¢ndose Partido Confuciano Chino
?No nos vendr¨ªa bien a todos estudiar al antiguo fil¨®sofo asi¨¢tico? Tal vez aprender¨ªamos algo sobre nosotros mismos
Todo el mundo sabe que en China el confucianismo ha reaparecido. Un libro de divulgaci¨®n de Confucio escrito por una profesora china presente en los medios de comunicaci¨®n, Yu Dan, ha vendido m¨¢s de 10 millones de ejemplares, de ellos, unos 6 millones, por lo visto, en ediciones piratas. Su libro recibe el apodo de Sopa de pollo china para el alma. En el campus de la prestigiosa Universidad Tsinghua de Pek¨ªn, antes, hab¨ªa una estatua del presidente Mao. Ahora est¨¢ Confucio. Est¨¢ a punto de rodarse una pel¨ªcula sobre Confucio con dinero de una compa?¨ªa cinematogr¨¢fica estatal. Chow Yun-Fat, conocido por hacer de duro en las pel¨ªculas de g¨¢nsteres de Hong-Kong, interpretar¨¢ al maestro. Y existen colegios privados expl¨ªcitamente confucianos.
Este renacimiento de Confucio es un asunto tanto p¨²blico como privado, tanto social como del Estado y el Partido. "Confucio dijo que la armon¨ªa hay que cultivarla", dijo el presidente Hu Jintao en febrero de 2005, para promover los objetivos del Partido Comunista de una sociedad y un mundo armoniosos. "De Confucio a Sun Yat-sen", declar¨® el primer ministro Wen Jiaobao un par de a?os despu¨¦s, "la cultura tradicional de la naci¨®n china posee numerosos elementos preciosos", entre los que mencion¨® "la comunidad, la armon¨ªa entre distintos puntos de vista y la posesi¨®n com¨²n del mundo". En un libro llamado China's new confucianism [El nuevo confucianismo de China], el te¨®rico pol¨ªtico Daniel A. Bell dice en broma que el Partido Comunista Chino (PCC) quiz¨¢ acabe llam¨¢ndose un d¨ªa Partido Confuciano Chino.
En una exposici¨®n celebrada en el mayor templo confuciano de Pek¨ªn, unas luces el¨¦ctricas proyectadas sobre un mapa se?alan la difusi¨®n en el mundo de los Institutos Confucio, los equivalentes relativamente nuevos de China a los Institutos Goethe de Alemania y a las oficinas del British Council de Reino Unido. Aunque estos Institutos Confucio, por ahora, se dedican sobre todo a impartir la lengua china, la exposici¨®n deja claramente impl¨ªcito que al mundo le vendr¨ªa muy bien un mejor conocimiento del pensamiento de Confucio.
Hay una forma simplista de interpretar este renacimiento del confucianismo, y otra m¨¢s interesante. La forma simplista es tratar de ver en el confucianismo la clave para comprender la sociedad, la pol¨ªtica e incluso las relaciones internacionales de la China contempor¨¢nea. Es un caso de lo que yo llamo Huntingtonismo vulgar, una versi¨®n simplificada del determinismo cultural que est¨¢ presente en el Choque de civilizaciones de Samuel Huntington. Los chinos son confucianos, as¨ª que har¨¢n esto o aquello...
Ahora bien, para empezar, existen muchas versiones distintas del confucianismo. Bell distingue el confucianismo liberal, el confucianismo oficial o conservador, el confucianismo de izquierdas y el confucianismo pop y despolitizado (la sopa de pollo de Yu Dan). M¨¢s importante, el confucianismo no es m¨¢s que un ingrediente en la mezcla ecl¨¦ctica que caracteriza hoy a China. Muchos elementos de su sociedad y su sistema pol¨ªtico se pueden definir sin hacer ninguna referencia a Confucio, y algunos har¨ªan que el maestro se removiera en su tumba. Adem¨¢s del confucianismo, es posible ver elementos de leninismo, capitalismo, dao¨ªsmo, la sociedad de consumo occidental, socialismo, la tradici¨®n imperial china del legalismo, y m¨¢s.
La mezcla es precisamente lo que define el modelo chino, que, en cualquier caso, no est¨¢ todav¨ªa definitivamente formado. Porque China sigue siendo un pa¨ªs en v¨ªas de desarrollo en todos los sentidos del t¨¦rmino. S¨®lo cuando est¨¦ m¨¢s desarrollado sabremos con exactitud cu¨¢l es el modelo chino. Mientras tanto, si es preciso buscar una sola etiqueta para definir hoy China, mejor que el confucianismo valdr¨ªa el confeccionismo. El secreto est¨¢ en la confecci¨®n.
Por consiguiente, es un grave error pensar que una conversaci¨®n pol¨ªtica e intelectual con China es un "di¨¢logo entre civilizaciones". Seg¨²n esa concepci¨®n, los occidentales ponemos sobre la mesa lo que denominamos los valores occidentales, los chinos ponen lo que denominan los valores chinos, y entonces vemos qu¨¦ piezas encajan y cu¨¢les no.
Tonter¨ªas. No existen una civilizaci¨®n occidental y una civilizaci¨®n china puras, aut¨¦nticas y separadas. Llevamos siglos mezcl¨¢ndonos, sobre todo los dos ¨²ltimos. La pureza cultural es una contradicci¨®n. S¨ª, en China el confucianismo es m¨¢s importante que el catolicismo, y en California el catolicismo es m¨¢s importante que el confucianismo; pero hay m¨¢s de Occidente en Oriente y de Oriente en Occidente de lo que la gente se imagina. Adem¨¢s, hace ya 2.500 a?os, cuando China y Europa eran verdaderamente mundos separados, Confucio abord¨® algunas de las mismas cuestiones que Plat¨®n y S¨®focles, porque son temas universales. No son problemas orientales ni occidentales; son cuestiones humanas.
La forma m¨¢s interesante, pues, de abordar el confucianismo desde el punto de vista occidental -en una conversaci¨®n que los Institutos Confucio oficiales de China deber¨ªan fomentar- es muy distinta. El punto de partida es una sencilla proposici¨®n: he aqu¨ª un gran pensador que todav¨ªa tiene cosas que ense?arnos hoy. Las ricas escuelas de interpretaci¨®n acad¨¦mica a lo largo de m¨¢s de dos milenios no s¨®lo reinterpretaron a Confucio para cada ¨¦poca, sino que a?adieron ideas propias. Deber¨ªamos leerle, y leer esas interpretaciones, como leemos a Plat¨®n, Jes¨²s, Buda o Charles Darwin, y todas sus interpretaciones. No se trata de un di¨¢logo entre civilizaciones, sino de un di¨¢logo dentro de la civilizaci¨®n. La civilizaci¨®n humana, lo que hace que seamos m¨¢s que simples bestias.
Para poder mantener esta conversaci¨®n, la mayor¨ªa de nosotros necesita traductores. En Pek¨ªn he estado leyendo la traducci¨®n de las Analectas de Confucio realizada por Simon Leys, con sus notas llenas de referencias a escritores occidentales (el caballero cultivado de Confucio comparado con el honn¨ºte homme de Pascal, etc¨¦tera). Con la ayuda de Leys, las Analectas me han parecido infinitamente m¨¢s accesibles, y he podido disfrutarlas y sacarles m¨¢s partido que en el caso del texto central de otra tradici¨®n cultural con la que los europeos debemos dialogar: el Cor¨¢n. Por supuesto, algunos fragmentos son oscuros o anacr¨®nicos, y otros -por ejemplo, los que subrayan el poder de los hombres por encima del imperio de la ley- contrastan enormemente con el liberalismo contempor¨¢neo. Pero muchas de las frases que se atribuyen a Confucio destilan un humanismo laico extraordinariamente fresco.
Prefiero su formulaci¨®n precavida de la regla de oro de la reciprocidad -"lo que no desees para ti mismo, no se lo hagas a otros"- a la cristiana. ?Qu¨¦ debe hacer el Gobierno? "Hacer felices a los habitantes locales y atraer a inmigrantes llegados de lejos". ?C¨®mo podemos ayudar a nuestro l¨ªder pol¨ªtico? "Dile la verdad, aunque le ofenda". Y la mejor: "Se puede arrebatar a un ej¨¦rcito su comandante en jefe; no se puede privar al hombre m¨¢s humilde de su libre albedr¨ªo".
Si bien ¨¦stas son ideas conocidas en un lugar desconocido, tambi¨¦n subraya con gran claridad otros elementos, como una especie de responsabilidad familiar, en sentido amplio, respecto a las generaciones pasadas y venideras. No es mala idea, en un momento en el que estamos destrozando el planeta que nos legaron nuestros antepasados. A principios de este a?o, uno de los ministros de educaci¨®n de Reino Unido fue objeto de ciertas s¨¢tiras por sugerir que a los escolares ingleses les vendr¨ªa bien estudiar a Confucio. ?No nos vendr¨ªa bien a todos? No s¨®lo aprender¨ªamos algo sobre los chinos. Tal vez incluso aprender¨ªamos algo sobre nosotros mismos. -
www.timothygartonash.com Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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