Viejas casas, viejos papeles
El nombre de Theodore Gosselin no resulta demasiado conocido. Firmaba como G. Lenotre, pero eso tampoco dir¨¢ gran cosa a la mayor¨ªa de los lectores. Y, sin embargo, el tal Gosselin, o Lenotre, fue un extraordinario reportero de la historia. Su trabajo monumental sobre el Par¨ªs revolucionario, iniciado un siglo despu¨¦s de 1789 y titulado Vieilles maisons, vieux papiers (Viejas casas, viejos papeles), constituye el m¨¢s ¨ªntimo y conmovedor relato sobre las personas y las vidas, c¨¦lebres unas, casi an¨®nimas otras, que protagonizaron la Revoluci¨®n Francesa.
Descubr¨ª a Lenotre a una edad absurdamente temprana. El primer libro que le¨ª fue Tres narraciones maravillosas, editado por La Nave en 1942: eran tres relatos de Robert Louis Stevenson, entre ellos La an¨¦cdota de la puerta baja, protagonizado por un tal Jekyll y un tal Hyde. El segundo fue Viejas casas, viejos papeles, en la traducci¨®n publicada por Juventud en 1940.
Gosselin, reportero de 'Le Figaro', construy¨® los relatos m¨¢s ¨ªntimos y conmovedores sobre la Revoluci¨®n Francesa
Curiosamente, me gust¨® m¨¢s la obra de Lenotre. Cuando viv¨ª en Par¨ªs rastre¨¦ las librer¨ªas de lance para hacerme con las primeras ediciones o, como en el caso de La Maison des Carmes, con un ejemplar de una edici¨®n especial de 50, numerada; est¨¢ dedicado "? mon papa cheri" por Jeanine, con fecha 15 de mayo de 1949. Las piezas m¨¢s dif¨ªciles no las encontr¨¦ yo, sino Lola, mi mujer.
Theodore Gosselin (1855-1935) trabajaba como reportero en el diario Le Figaro cuando se embarc¨® en la recuperaci¨®n de historias y an¨¦cdotas revolucionarias. Obtuvo un r¨¢pido ¨¦xito de p¨²blico, pero tambi¨¦n cr¨ªticas dur¨ªsimas por parte de diversos historiadores. Le reprochaban que hiciera hablar a sus personajes y que reconstruyera di¨¢logos; que se refiriera a las temperaturas, a la vestimenta, a la decoraci¨®n de las viviendas y los palacios donde se desarrollaron los eventos que relataba. Lenotre, en cualquier caso, supo defenderse: esgrimi¨® antiguas cartas privadas, archivos del Observatorio, grabados de la ¨¦poca y memorias in¨¦ditas, adem¨¢s de su continuo vagabundeo por viejas casas y entre viejos papeles, para respaldar cada una de sus p¨¢ginas. No era un revolucionario y lamentaba los excesos cometidos durante el terror; tampoco era el reaccionario que pintaba la prensa m¨¢s izquierdista.
Entre los relatos m¨¢s conmovedores de Viejas casas, viejos papeles destaca La se?orita Robespierre. Empieza por el testamento de Marie Marguerite Charlotte de Robespierre, que Lenotre localiz¨® en una notar¨ªa del Quai de la Tournelle. Dice as¨ª: "Queriendo, antes de pagar a la naturaleza el tributo que todos los mortales le debemos, dar a conocer mis sentimientos sobre la memoria de mi hermano mayor, declaro que le he tenido siempre por un hombre lleno de virtud; protesto contra todas las cartas contrarias a su honor que me han sido atribuidas". El texto fue fechado el 6 de febrero de 1828.
La pobre Marie Marguerite de Robespierre idolatr¨® a su hermano, con quien se traslad¨® a Par¨ªs, desde Arras, cuando le eligieron diputado de la Convenci¨®n. Con el ascenso de Maximilien se habitu¨® a vivir como una princesa, y su hermano, disgustado, la hizo regresar a Arras. Aprovech¨® ese desencuentro poco despu¨¦s, cuando Maximilien Robespierre fue guillotinado y concluy¨® el terror revolucionario: en cuanto conoci¨® la noticia, Marie Marguerite se apresur¨® a renegar de ¨¦l. Lo hizo, verbalmente y por escrito, durante a?os. Obtuvo una pensi¨®n de Napole¨®n, renovada por Luis XVIII; adopt¨® el nombre de Madame Carraut, y vivi¨® modestamente hasta 1834. Estaba sola y cocinaba en la estufa. En la pared de su peque?o apartamento, de una sola habitaci¨®n, ten¨ªa un retrato litografiado de Maximilien, su hermano. A su muerte, el retrato fue subastado por dos francos.
Fue enterrada en el cementerio de Montparnasse. La ceremonia f¨²nebre congreg¨® a un pu?ado de viejos revolucionarios. Se ley¨® un discurso enviado por el ciudadano Laponneraye, encarcelado por delitos pol¨ªticos, que comenzaba: "No, virtuoso y desafortunado Maximilien, tu hermana no reneg¨® de ti".
Los restos de Marie Marguerite Robespierre s¨®lo permanecieron cinco a?os en Montparnasse. Cuando concluy¨® el alquiler de la fosa, sus restos fueron trasladados a las Catacumbas. All¨ª siguen, junto a los restos de Maximilien Robespierre y de la inmensa mayor¨ªa de los guillotinados de la Revoluci¨®n.
Las Catacumbas, a las que se accede por una entrada cercana a la estaci¨®n de metro de Denfert-Rochereau, son un monumento a la iron¨ªa de la historia. Esas hileras interminables de esqueletos, amontonados y casi fundidos los unos con los otros, re¨²nen a v¨ªctimas y verdugos, a virtuosos y traidores. Si hubiera que resumir el esp¨ªritu con que escrib¨ªa Lenotre, no har¨ªan falta palabras: bastar¨ªa bajar a las Catacumbas de Par¨ªs. -
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