Tes¨®n frente a la crisis
Elena Salgado, la primera mujer responsable del Ministerio de Econom¨ªa, con fama de severidad y dureza, deber¨¢ sacar a Espa?a de la recesi¨®n y cambiar el modelo productivo
Se abre la portezuela del coche oficial y Elena Salgado salta de ¨¦l como una flecha. Vestida con un traje rosa pastel, de seda, calzada con alt¨ªsimos tacones de terciopelo color vis¨®n, sube las escaleras alfombradas de la sede de Administraciones P¨²blicas con la sonrisa puesta y una energ¨ªa renovada. Insensible al fr¨ªo que se ha presentado de golpe. Ella, que no se pone abrigo ni cuando nieva, no est¨¢ para sutilezas atmosf¨¦ricas. Y menos un d¨ªa como hoy. Acaba de prometer su cargo como vicepresidenta segunda y ministra de Econom¨ªa en el reci¨¦n remodelado Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, y su autoestima est¨¢ por las nubes. En alg¨²n momento de la ma?ana ha repasado en el ordenador el organigrama gigantesco del superministerio sin poder reprimir una sensaci¨®n de orgullo.
"Aunque le gustan las ¨®peras de Wagner, yo creo que a ella le cuadra m¨¢s 'I Puritani', de Bellini", dice un ex colaborador
"No es hora de pedir sacrificios a los espa?oles, sino de infundirles entusiasmo", dice la ministra
Quiz¨¢ so?aba con el cargo hace tiempo. "Elena no tiene miras peque?as", dice su amiga Carmen Calvo
"Pedro Solbes me ha dicho que salga a la calle con el chubasquero puesto, y que todo se puede aprender"
Es un gran d¨ªa para Elena Salgado M¨¦ndez, orensana criada en Madrid, que cumplir¨¢ 60 a?os el 12 de mayo. Salgado, ingeniera industrial y economista, presencia constante en los Gobiernos socialistas desde 1983, se convierte en la primera mujer en la historia de Espa?a en tomar las riendas del ministerio m¨¢s importante del Gabinete. Aunque lo hace con el viento en contra. Con un d¨¦ficit p¨²blico galopante, y una ca¨ªda del PIB que ser¨¢ este a?o del 3%, seg¨²n el Banco de Espa?a. Con un paro que se aproxima inexorable a los cuatro millones de desempleados y con los empresarios exigiendo que se abarate el despido mientras los sindicatos reclaman m¨¢s cobertura para las v¨ªctimas de la crisis. Con el sistema financiero en la UVI, reci¨¦n intervenida por el Banco de Espa?a la Caja de Castilla La Mancha, y con un mont¨®n de nubarrones en el horizonte.
?Momento de abrocharse los cinturones? En absoluto, responde la ministra. "No es hora de pedir sacrificios a los espa?oles, sino de infundirles entusiasmo. Tenemos que dar confianza a la gente". Transmitirles la sensaci¨®n de que la recuperaci¨®n est¨¢ cerca. Salgado razona en voz alta sobre el efecto Obama, esa ola de confianza que ha recorrido Estados Unidos, impulsada por el presidente de la naci¨®n. "Barack Obama ha sabido presentarse ante los norteamericanos como una persona digna de confianza, que adem¨¢s conf¨ªa en sus compatriotas", dice. A simple vista, es dif¨ªcil pensar que el nuevo Gobierno Zapatero pueda generar un efecto Obama a estas alturas. Pero Salgado est¨¢ dispuesta a dejarse la piel en el intento. Aunque sabe que no lo tendr¨¢ f¨¢cil.
Su nombramiento ha causado asombro y rechazo a partes iguales. Son muchos los que le reprochan falta de experiencia, desconocimiento total de los temas a los que tendr¨¢ que enfrentarse en las circunstancias m¨¢s adversas. Sobre todo, a la luz de las pretensiones del presidente Rodr¨ªguez Zapatero que, al anunciar la remodelaci¨®n, el martes pasado, insisti¨® una y otra vez en la necesidad de "cambiar el modelo econ¨®mico". Nada m¨¢s y nada menos. Un reto descomunal que a Elena Salgado no parece intimidarle. Cuando Zapatero le ofreci¨® Econom¨ªa, ella dijo que s¨ª sin pesta?ear. Quiz¨¢ so?aba con el cargo hace tiempo. "Elena no tiene miras peque?as", asegura su amiga, la ex ministra de Cultura Carmen Calvo. "Es una mujer con criterio, y piensa que la pol¨ªtica no es cosa de buscar efectos medi¨¢ticos, sino de hechos, de logros".
Y una mujer acostumbrada a las reacciones ambivalentes que ha causado su presencia en territorios dominados por el otro sexo. Tomemos por ejemplo su paso por la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid a finales de los a?os sesenta. Salgado era la ¨²nica alumna en su curso. Y recuerda, con cierta sorna, c¨®mo uno de sus profesores, algo machista, se volv¨ªa siempre hacia ella despu¨¦s de una profusa explicaci¨®n con la misma pregunta: "?Lo ha entendido usted tambi¨¦n?". En la escuela t¨¦cnica que frecuentaba no hab¨ªa ni aseos de chicas. "Nos examin¨¢bamos en la pradera y, como los ex¨¢menes de dibujo eran muy largos, si quer¨ªas ir al ba?o te acompa?aba un bedel a la cafeter¨ªa de al lado", cuenta divertida.
Ella triunfaba en ese ambiente. Termin¨® ingenier¨ªa industrial, en la especialidad de Energ¨ªas, en 1972, con excelentes notas. Durante esos a?os, en los que conoci¨® al que ser¨ªa su marido, ten¨ªa un c¨ªrculo de amigos progres, el grupo de los 27, integrado por tres representantes de cada una de las nueve ingenier¨ªas, famoso por su talante reivindicativo. Elena destacaba por lo combativa y rojeras. Terminada la carrera, estudi¨® Econ¨®micas, ¨¢vida de t¨ªtulos. O quiz¨¢, sopesando las salidas laborales. La jovencita de izquierdas, con el pelo corto y un aire de fragilidad que conserva todav¨ªa, se hizo funcionaria, nivel A. No hab¨ªa examen que se le resistiera. La peque?a de cuatro hermanos (tres chicas y un chico), Elena hab¨ªa heredado de su padre, Ram¨®n Salgado, funcionario de nivel medio, nacido en Castrelo do Val (Ourense), donde hab¨ªa sido agricultor antes de estudiar magisterio, un sentido profundo de la disciplina y el orden. De ni?a, le hab¨ªa visto ejecutar tablas de gimnasia todas las ma?anas. Y ella, hija afectuosa, se acostumbr¨® a practicar el ejercicio f¨ªsico casi como una religi¨®n. Igual que el trabajo.
Pas¨® a dirigir el Servicio de Estudios del Instituto de la Peque?a y Mediana Empresa, dependiente de Industria, nada m¨¢s ganar las primeras elecciones los socialistas. Dos a?os despu¨¦s, pisaba por primera el Ministerio de Econom¨ªa como directora general de costes de personal y pensiones p¨²blicas del departamento. Un puesto gris, pero de responsabilidad. Salgado se ocupar¨ªa despu¨¦s de fijar las escalas retributivas y las pensiones de los funcionarios. Lo hizo a la perfecci¨®n, cuentan. En 1991, su amigo de caminatas por la sierra, Josep Borrell, la reclama para ponerla al frente de la secretar¨ªa general de Comunicaciones, al asumir ¨¦l Obras P¨²blicas y Urbanismo.
"En aquellos a?os era una de las pocas mujeres en un puesto de responsabilidad del Gobierno. Me sorprende que no lo recuerde la gente que ahora se asombra de que la hayan nombrado ministra de Econom¨ªa", puntualiza Lola Gorostiaga, secretaria de los socialistas de Cantabria, la jurisdicci¨®n que representa Elena Salgado en el Congreso de los Diputados. Pese a ser de Ourense y residir en Madrid, Salgado tuvo que cubrir la vacante del ministro Alfredo P¨¦rez Rubalcaba en esa comunidad cuando ¨¦ste se present¨® por C¨¢diz.
Gorostiaga, que conoce a la ministra de mucho antes de ser diputada, cuando sub¨ªa de excursi¨®n a los Picos de Europa, insiste en que "tiene una visi¨®n global del Gobierno, y en Cantabria se interesa mucho por todos los par¨¢metros de los presupuestos de la regi¨®n". No menos entusiasta de la nueva titular de Econom¨ªa es Miguel ?ngel Revilla, el l¨ªder regionalista que preside la comunidad aut¨®noma. "Es concienzuda y muy eficaz, aunque poco medi¨¢tica. Eso es algo que uno tiene o no tiene, pero que no depende de uno". Y recrimina a los que critican a Salgado sin conocerla, sin saber c¨®mo trabaja. "Si el presidente Zapatero la ha elegido para lidiar este vitorino es porque sabe que es una mujer muy preparada. Y, adem¨¢s, que no son genios lo que necesitamos ahora. Ya ve usted, ese hombre de la Reserva Federal tan feo, con gafas".
-Alan Greenspan.
-Pues ese Greenspan, ese genio tan aplaudido, ahora pasa por ser el mayor idiota. Ya digo, menos genios y m¨¢s gente sensata. Currantes son los que necesitamos, aunque no tontos, desde luego.
Revilla aboga por la sensatez y la cordura. Algo que, en opini¨®n de los que la conocen, no le falta a Elena Salgado. "Tiene rigor y conciencia de lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer", dice de ella Miguel Mu?iz, director general del Teatro Real de Madrid, amigo de los viejos tiempos, como Borrell, y miembro tambi¨¦n del grupo de aficionados a las marchas, que sub¨ªan con la ministra a la sierra de Guadarrama los domingos por la ma?ana. Salgado recuerda esos a?os con afecto, pero aclara que sus afinidades pol¨ªticas est¨¢n hoy con el ministro del Interior, Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, con el secretario de Presidencia, Jos¨¦ Enrique Serrano, y con el nuevo ministro de Fomento, Jos¨¦ Blanco. "Pepe Blanco, sobre todo, es muy amigo". Y se siente muy respaldada en el nuevo Ejecutivo. "Tengo m¨¢s amigos que en el anterior", precisa. Aunque con su antecesor, Pedro Solbes, siempre se llev¨® bien. El ex ministro le ha dado incluso alg¨²n consejo. "Me ha dicho que salga a la calle con el chubasquero, e incluso que me lo ponga en casa a veces". ?Nada m¨¢s? "Y que todo se puede aprender".
Aunque su nuevo cometido ser¨¢ mucho m¨¢s exigente con su tiempo y sus energ¨ªas que los que ha asumido hasta ahora, Salgado no piensa renunciar a sus pasiones. La primera, su venerado deporte. "Si me falta tiempo, prefiero quitarme una hora de sue?o a dejar de hacer ejercicio", cuenta. Pero habr¨¢ quiz¨¢ m¨¢s cosas de las que tenga que prescindir. ?Tendr¨¢ tiempo para mantener sus m¨²ltiples y variadas aficiones? Para salir al monte, ir al cine, al teatro o a la ¨®pera.
Miguel Mu?iz cuenta que hasta ahora no ha faltado a los estrenos del Real. En marzo se la vio junto a la reina Sof¨ªa, con la que tiene buena relaci¨®n, en la inauguraci¨®n de Tannha¨¹ser, de Wagner. Le acompa?aba tambi¨¦n, aunque no pos¨® para los fot¨®grafos, su hija Elena, una treinta?era que trabaja para el Tribunal Penal de La Haya. En los siete a?os que lleva como ministra en los distintos Gobiernos de Rodr¨ªguez Zapatero, Elena Salgado ha cultivado, adem¨¢s, muchas otras aficiones. "Le gusta la ropa, como a m¨ª", dice Carmen Calvo, "a las dos nos parece que hay que apoyar esta industria espa?ola". En la ¨²ltima edici¨®n de la Pasarela Cibeles, Salgado estuvo en primera fila en el desfile de Juanjo Oliva, uno de sus dise?adores favoritos. La otra es Alma Aguilar. Adem¨¢s de los actos oficiales obligados, la ministra suele acudir a la entrega de los premios de la revista Marie Claire, y ha posado dos veces en plan glamuroso para Vogue. La primera, en la pol¨¦mica foto de las ministras de Zapatero, en la primavera de 2004. La segunda, en solitario, en 2005.
En todas las fotograf¨ªas luce una media sonrisa, una expresi¨®n amable, pero contenida, cargada de determinaci¨®n. Una sonrisa equidistante entre la languidez de una Dama de las Camelias y la dureza de la Dama de Hi
erro. Siempre con total autocontrol. Tambi¨¦n distanciamiento. Lamenta que su hija Elena no haya podido venir a su toma de posesi¨®n -"es la tercera a la que falta; como vive fuera..."-, pero rechaza la idea de que asistan sus hermanos. "Prefiero que no sean muy part¨ªcipes", dice enigm¨¢tica. Tampoco su madre, nonagenaria, aunque con el fuerte genio intacto, est¨¢ para actos oficiales.
Salgado cuida su imagen p¨²blica al m¨¢ximo, incluido su aspecto. Viste trajes sastre, normalmente sobrios, aunque de vez en cuando se permite alg¨²n exceso. Y se sabe fotog¨¦nica. Peque?a de estatura y de aspecto sumamente fr¨¢gil, la ministra confiesa orgullosa que pesa lo mismo desde hace 30 a?os. Una maravilla. "Sobre todo porque es un ahorro enorme en ropa", bromea.
"Es elegante por dentro y por fuera. A m¨ª me inspira mucha confianza", opina la senadora Carmen Alborch, que, en 1996, como ministra de Cultura, la puso al frente de la Fundaci¨®n Teatro L¨ªrico, que englobaba la direcci¨®n del Teatro Real y del de La Zarzuela. Fueron unos meses turbulentos porque el triunfo electoral del PP dio al traste con el nombramiento. "Es que se produjo el 12 de enero, cuatro d¨ªas despu¨¦s de la disoluci¨®n de las C¨¢maras y cuando sab¨ªan que iban a perder las elecciones", alega Miguel ?ngel Cort¨¦s, entonces secretario de Estado de Cultura a las ¨®rdenes de Esperanza Aguirre. "El nombramiento se hab¨ªa consensuado con el presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, que, sin embargo, no la apoy¨® despu¨¦s", aclara Alborch.
Para prescindir de Salgado, el PP tuvo que cambiar los estatutos de la fundaci¨®n del Real. "Ella recurri¨® a los tribunales y perdi¨®", recuerda Cort¨¦s, hoy diputado popular. La salida del Teatro Real es ya agua pasada, pero supuso un desagradable rev¨¦s para Salgado, que, a partir de ese momento y con el PSOE en la oposici¨®n, pas¨® a trabajar para la empresa p¨²blica. Ocho largos a?os en los que form¨® parte de consejos de administraci¨®n de diversos organismos. Una etapa de la que la ministra habla poco. "Es muy reservada, no le gusta hablar del pasado ni de su familia", dice una antigua compa?era suya del colegio Decroly de Madrid, donde estudi¨® el bachillerato.
La ministra prefiere acotar cada espacio de su vida, de su pasado, sin conectarlos entre s¨ª. Como si cada una de las etapas vividas hubiera quedado cerrada en la memoria a cal y canto. Salgado, divorciada desde hace a?os, no habla jam¨¢s de su ex marido, un alto cargo ministerial. Y cuando se le pregunta si Borrell fue su mentor pol¨ªtico, rectifica algo inc¨®moda a su interlocutora: "Mentor pol¨ªtico, no. Fue importante profesionalmente". Mejor abandonar el tema.
"Por debajo de esa dureza, yo creo que Salgado es una mujer emotiva y afectuosa", opina un ex colaborador que la conoci¨® cuando la ministra era secretaria general de Comunicaciones en el ¨²ltimo Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez y en su breve etapa al frente del Teatro Real. Fueron a?os cruciales en la carrera de Salgado, que se encarg¨® de la liberalizaci¨®n de las telecomunicaciones. "Es muy competente. Pero en el d¨ªa a d¨ªa puede resultar insoportable. Muy cient¨ªfica, ordenada. Muy celosa. Le gusta dominar a la gente que tiene a su alrededor. Y, en el terreno art¨ªstico, su car¨¢cter un poco cuadriculado, no encajaba. Tiene un esp¨ªritu luterano, un rigor m¨¢ximo. Aunque le gustan las ¨®peras de Wagner, yo creo que a ella le cuadra m¨¢s la obra I Puritani, de Bellini".
No es la ¨²nica persona que describe a la nueva ministra de Econom¨ªa como una persona estricta y puritana, pero es m¨¢s numeroso el grupo de los que la definen como reservada y poco comunicativa, incluso seca. "Elena es una persona solitaria", admite Carmen Calvo. Las dos compartieron decenas de consejos de ministros, "una experiencia algo dura", en palabras de Calvo, y sol¨ªan darse ¨¢nimos. "Recuerdo el consejo en el que ella retir¨® el proyecto de ley antialcohol. Se qued¨® muy compungida. Yo la llam¨¦ varias veces esa tarde". Pero Salgado asegura que no retir¨® el proyecto en un Consejo de Ministros, y aclara que no llora en p¨²blico.
Quiz¨¢, opina uno de sus colaboradores, esa fama de puritana y asc¨¦tica le viene a la ministra de su campa?a en pro de la ley antitabaco, al mismo tiempo, uno de sus grandes triunfos al frente del Ministerio de Sanidad. "Elena no fuma, desde luego, pero, si hay que brindar, se toma su copita de champ¨¢n, y es muy cari?osa y atenta con los que lo pasan mal", a?ade.
"Lo que est¨¢ claro es que Salgado se realiz¨® como ministra de Sanidad", dice el mismo ex colaborador de la etapa del Real. Al frente de ese departamento, en el primer Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero, entre abril de 2004 y julio de 2007, tuvo la virtud de saber comunicar su trabajo. Consciente de que se trataba de un ministerio con escasas competencias, lo transform¨® en un departamento de salud. Un lugar desde el que encauzar los h¨¢bitos higi¨¦nicos y las costumbres de los espa?oles. Y se aplic¨® a ello. Desde la unificaci¨®n de las tallas de ropa a la lucha contra la obesidad. Sin dejar de lado los grandes temas: la lucha contra el c¨¢ncer, las campa?as contra el sida o los est¨ªmulos a la experimentaci¨®n con c¨¦lulas madre. Aunque nada alcanz¨® el impacto medi¨¢tico de su ley antitabaco. "Fue un paso gigantesco para la sociedad", dice Miguel Mu?iz.
La ley antitabaco, que le cost¨® otra bronca monumental con Esperanza Aguirre, empe?ada en aguar la norma, fue un ¨¦xito. Hasta el punto de poner a la ministra en la ¨®rbita internacional como candidata a dirigir la OMS. Pero ese mismo a?o, 2006, Salgado tuvo un serio tropiezo. La llamada ley del vino. La ministra pretend¨ªa frenar el consumo de alcohol entre los adolescentes espa?oles con medidas que ya se han adoptado en muchos pa¨ªses europeos. Pero los viticultores se lanzaron al contraataque con mayor eficacia. "No fui entendida. A la velocidad que va hoy d¨ªa la informaci¨®n, apenas se acu?a una idea ya se hace indestructible, y se interpret¨® que era una ley contra el vino", dice. Adem¨¢s, "ese a?o yo estaba muy volcada en mi candidatura a dirigir la OMS y quiz¨¢ no expliqu¨¦ bien el proyecto".
Ese fracaso supuso una dura lecci¨®n. Aprendi¨®, dice, "que, cuando se quieren cambiar las cosas, hay que ir un poquito por delante de la sociedad, pero no muy por delante". El dichoso proyecto que ella misma retir¨® en febrero de 2007 acabar¨ªa por costarle la cartera de Sanidad. En julio fue sustituida por Bernat Soria. Aunque Zapatero le dio una nueva oportunidad, dirigir Administraciones P¨²blicas. Un departamento t¨¦cnico, con poco glamour. "Un trabajo de sala de m¨¢quinas", corrobora ella, que casi la borra del mapa medi¨¢tico. Seg¨²n el CIS, y aunque era el sexto miembro m¨¢s valorado del anterior Gobierno, m¨¢s de la mitad de los espa?oles confesaba no conocerla.
"Fue all¨ª con la idea de estar unos meses, pero a efectos sindicales ha pasado totalmente de nosotros", dice el presidente del sindicato profesional de la funci¨®n p¨²blica, CSI-CSIF, Domingo Fern¨¢ndez. "Paraliz¨® el di¨¢logo social, ha vivido de las rentas del buen trabajo de su antecesor, Jordi Sevilla. Est¨¢bamos tan descontentos que ten¨ªamos prevista ya una manifestaci¨®n para el pr¨®ximo mi¨¦rcoles, con UGT y CC OO". Fern¨¢ndez es cr¨ªtico tambi¨¦n con la gesti¨®n de Salgado en Sanidad. "Pero eso como ciudadano de a pie, porque la ley antitabaco ha sido un fracaso. Nunca se ha fumado tanto como ahora".
Quiz¨¢ no eran los funcionarios la prioridad de Salgado en sus casi dos a?os en Administraciones P¨²blicas. Quiz¨¢ su cometido primordial ten¨ªa m¨¢s que ver con el equilibrio territorial. O la aplicaci¨®n del Plan E de fomento del empleo. Zapatero le encarg¨® a su departamento distribuir 8.000 millones de euros para financiar proyectos de los ayuntamientos capaces de generar empleo en un tiempo r¨¦cord. La ministra asumi¨® la tarea con seriedad y rigor, aun reconociendo que algo de raz¨®n ten¨ªan los que ve¨ªan la medida como "pan para hoy y hambre para ma?ana". Eso no le impidi¨® defender el plan en el Congreso con estas palabras: "Yo creo que los desempleados ven que es pan para hoy, y ¨¦sa es una visi¨®n que no deber¨ªamos perder de vista. Pan para hoy y, tal vez, si las cosas van mejor, pan para ma?ana", dijo.
La etapa en Administraciones P¨²blicas no ha sido, desde luego, un camino de rosas. Las reuniones para pactar la financiaci¨®n del Estatuto catal¨¢n han sido ¨¢speras. Por no hablar de las tensiones surgidas con el Gobierno de la Comunidad Valenciana. En octubre pasado, le dieron plant¨®n casi todos los presidentes auton¨®micos convocados por Salgado en el Senado para participar en un debate sobre cooperaci¨®n territorial. Un mal gesto que reforzar¨ªa sus deseos de abandonar cuanto antes un departamento ingrato.
El cuerpo le ped¨ªa otros retos. A ser posible de m¨¢s envergadura. Y ah¨ª le lleg¨® la oferta de hacerse cargo de todo un Ministerio de Econom¨ªa. Un caramelo envenenado, pero apetitoso para una persona ambiciosa y segura de sus capacidades. ?Y si fracasa? En el fondo, no le asustan tanto las cr¨ªticas que puedan lloverle como hacerlo mal. "Cuando se sufre de verdad es cuando una se da cuenta de que se ha equivocado", dice Salgado. Cuesti¨®n de orgullo o de pundonor. ?Y el trabajo inmenso que le espera? Si hay que llevarse dossieres a casa, o quedarse en el despacho hasta tarde, lo har¨¢. Por eso acept¨® la oferta de Rodr¨ªguez Zapatero sin dudar. "Al d¨ªa siguiente, el presidente me pregunt¨® si hab¨ªa dormido bien, y le dije que s¨ª. Dos d¨ªas despu¨¦s ya no he dormido igual", dice.
Se ha hecho de noche, la sesi¨®n fotogr¨¢fica termina y la conversaci¨®n se apaga. La ministra busca unas notas para su sucesor, Manuel Chaves, que llegar¨¢ de un momento a otro. En su despacho, en la planta noble de la antigua sede de Presidencia del Gobierno, se apilan cajas repletas de papeles y libros. De las paredes del sal¨®n de plenos, donde presidi¨® consejos de ministros el almirante Carrero Blanco, cuelgan retratos de antiguos presidentes. Un universo masculino que a Elena Salgado no le intimida. Tampoco la lista interminable de sus ilustres antecesores en Econom¨ªa. Lo ¨²nico que de verdad le importa es ese vitorino que tiene que lidiar. Y la inc¨®gnita de si sabr¨¢ hacerlo. -
Con informaci¨®n de Fernando Garea
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