Los villanos de la pel¨ªcula
En un futuro no muy lejano, cuando el gran negocio discogr¨¢fico haya desaparecido o sea un mero ap¨¦ndice del oligopolio de las telecomunicaciones, alguien se topar¨¢ con un libro brit¨¢nico titulado Kill your friends, de John Niven, y se quedar¨¢ espantado. Espantado y asombrado de que el oficio de A&R -toda la industria, en verdad- no estuviera ilegalizado. Puede que alguien aclare entonces que Kill your friends es ficci¨®n. Una novela enmarcada en la realidad: cada cap¨ªtulo comienza con famosos cazatalentos proclamando que Echobelly o Gina G van a ser los nuevos Beatles o la siguiente Madonna. Erraban.
John Niven, el autor de Kill your friends, tambi¨¦n pinch¨® como A&R: rechaz¨® a Coldplay ("una copia mala de Radiohead") mientras apostaba por Mogwai ("vender¨¢n tanto como Pink Floyd"). Su relato transcurre en 1997: el britpop descarrilaba entre nubes de coca¨ªna -Be here now, de Oasis- y algunos musiqueros vislumbraban que Tony Blair, antiguo guitarrista al que la industria ayud¨® a convertir en primer ministro, no era trigo limpio.
Las discogr¨¢ficas eran monstruos capaces de financiar la m¨²sica m¨¢s descerebrada
Artists and Repertory es el aut¨¦ntico motor de las discogr¨¢ficas, el departamento encargado de fichar artistas; el nombre recuerda tiempos en que los cantantes rara vez compon¨ªan y urg¨ªa proporcionarles repertorio adecuado. A partir de los setenta, el A&R revisaba las composiciones originales y juntaba artistas con productores. Tambi¨¦n ejerc¨ªa cierto control de calidad, rechazando grabaciones o pidiendo m¨¢s "temas para la radio"; una tarea impopular pero que a?oramos ahora, en la Era del Diluvio, cuando chapoteamos entre canciones, trivialidades, ¨¢lbumes enteros que no han conocido ning¨²n filtro.
El protagonista de Kill your friends es Steven Stelfox, A&R especializado en dance y pop comercial. Un trepa homicida (el libro pierde credibilidad al internarse en el viscoso territorio de American psycho) que detesta la m¨²sica. Odia cualquier cosa que le impida disfrutar de las prebendas -el carrusel de drogas, sexo y alcohol- de una profesi¨®n generosamente retribuida.
Como simple espectador de aquellas d¨¦cadas de vacas gordas, intuyo que Kill your friends no exagera demasiado. Al publicarse el pasado a?o, hubo consternaci¨®n: Stelfox alardea de machismo, homofobia, racismo. Pero otros A&R londinenses avalaron la verosimilitud de sus frases, ideas, comportamientos. Reconocen los modelos de los personajes que pueblan sus p¨¢ginas.
En Kill your friends, Stelfox y sus colegas arrasan por Glastonbury, el MIDEM y dem¨¢s reuniones tribales de la industria, donde se desmadran indies y multinacionales. Hacia la mitad, explica su parte del pacto diab¨®lico: "Fabricaremos tus discos y les pondremos en las jodidas tiendas. No gastaremos un c¨¦ntimo que no podamos recuperar con intereses. Interferiremos en cada paso del proceso creativo. Recortaremos y remezclaremos temas sin tu permiso. Te forzaremos a aparecer en horribles programas de televisi¨®n. Te haremos trabajar hasta que no puedas mantenerte en pie. Licenciaremos tu m¨²sica para anuncios de bancos o compa?¨ªas petroqu¨ªmicas. Te enga?aremos en la contabilidad y te cobraremos hasta la Coca-cola que saques del frigor¨ªfico de mi oficina. Y si no vendes, te echaremos con la misma rapidez que una puta se baja las bragas".
Con todo, imposible no sentir -vaya, me pillaron- nostalgia por aquella fabulosa maquinaria. Un monstruo capaz de financiar y publicitar genialidad y vulgaridad. Generalmente, sin distinguir entre una y otra categor¨ªa.
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