Zapatero se adentra en aguas inexploradas
?Por qu¨¦ se ha ido Pedro Solbes? ?Por qu¨¦ el presidente Zapatero ha optado por sustituirle por una persona con perfil de gestora en vez de alguien de reconocido prestigio en el mundo de la econom¨ªa? ?Qu¨¦ pretende con este cambio? Muchos analistas y ciudadanos se han hecho preguntas de este estilo tratando de adivinar sus motivaciones e intenciones.
Una de las que m¨¢s me han interesado es la de Josep Ramoneda en su columna del pasado domingo en este diario, titulada Un ritual expiatorio. Para ¨¦l "la causa de la reforma es la crisis econ¨®mica". Ese hecho le lleva a la conclusi¨®n de que "estamos, por tanto, ante un rito de expiaci¨®n de los pecados del presidente, que se resumen en uno: no interpretar la crisis correctamente". No le quedan dudas de que "Solbes es el que asume el papel de chivo expiatorio". Lo que le sorprende es que el presidente se incline por "una gestora discreta antes que por una persona reconocida en el mundo de la econom¨ªa".
Para Zapatero son m¨¢s adecuados los gestores que los economistas y pol¨ªticos dominados por la ortodoxia
Estoy de acuerdo en la causa econ¨®mica de la crisis del Gobierno, as¨ª como en los errores de diagn¨®stico del presidente. Su negaci¨®n de la crisis quiz¨¢ acabe siendo conocida en la historia de la pol¨ªtica econ¨®mica como el "error Zapatero".
Pero la salida de Pedro Solbes y la composici¨®n del nuevo Gobierno es quiz¨¢ un s¨ªntoma de algo m¨¢s que la expiaci¨®n de los errores del presidente.
Para entenderlo d¨¦jenme referirme a alguno de los efectos que esta crisis va a tener sobre la forma de gestionar la econom¨ªa.
Durante las tres ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo pasado el enemigo p¨²blico n¨²mero uno de la econom¨ªa fue la inflaci¨®n. Ese enemigo surgi¨® de la prodigalidad con que, apoy¨¢ndose en una mal comprendida y peor aplicada "pol¨ªtica keynesiana", los gobiernos manejaron durante ese tiempo el gasto p¨²blico y la pol¨ªtica monetaria para hacer frente a la recesi¨®n producida por la crisis energ¨¦tica y econ¨®mica de la d¨¦cada de 1970. Pero, como recordar¨¢n los de mayor edad, el resultado fue peor que la enfermedad: la "estanflaci¨®n", es decir, un estancamiento con fuerte inflaci¨®n.
La teor¨ªa que mayor ¨¦xito tuvo en explicar la inflaci¨®n fue la que se?al¨® que los mercados tienen informaci¨®n adecuada sobre las pol¨ªticas "discrecionales" y que neutralizan sus efectos sobre el crecimiento actuando de forma racional, al anticipar los futuros efectos inflacionistas de esas pol¨ªticas.
El enfoque de "expectativas racionales" tuvo gran influencia. Su recomendaci¨®n principal para las pol¨ªticas fue someter a los gobiernos a "reglas" de comportamiento que eliminasen su discrecionalidad. Algo as¨ª como imitar la "regla de San Benito" de austeridad y virtud frente al despilfarro de la antigua Roma. La vara de medir la bondad de esas pol¨ªticas fueron los mercados financieros desregulados, que castigar¨ªan con altos tipos de inter¨¦s a los gobiernos pr¨®digos, premiando a los virtuosos.
La independencia de los Bancos Centrales fue construida sobre esa necesidad de reglas monetarias r¨ªgidas para controlar la inflaci¨®n. Y las "reglas" de Maastricht fueron el paradigma para someter las pol¨ªticas de gasto a la virtud de la continencia.
La mezcla entre reglas para las pol¨ªticas y desregulaci¨®n para los mercados pareci¨® funcionar bien durante una d¨¦cada. Pero la crisis de 2008 la ha hecho saltar por los aires. Y lo que es m¨¢s importante, ha dejado al descubierto la enorme corrupci¨®n y mala fe que esa combinaci¨®n aliment¨® en los mercados financieros y en la gesti¨®n de algunas grandes compa?¨ªas.
El resultado est¨¢ a la vista. Una crisis financiera de proporciones ¨¦picas. Una desconfianza ciudadana generalizada en los mercados que, cual epidemia, amenaza con convertir la crisis financiera en una depresi¨®n econ¨®mica profunda y duradera. La inflaci¨®n, por tanto, ha dejado de ser el enemigo p¨²blico. Su lugar lo ha ocupado la deflaci¨®n.
En esta nueva realidad econ¨®mica, la virtud de la continencia en el gasto se ha transformado en grave pecado de omisi¨®n. Lo que ahora se necesita es una nueva mezcla: discrecionalidad para las pol¨ªticas y reglas para los mercados.
Algunos santuarios de la anterior ortodoxia no han dudado en adecuarse a la nueva realidad. En este sentido, sorprende la rapidez con la que el Fondo Monetario Internacional defiende ahora la necesidad de pol¨ªticas fiscales m¨¢s "activas" que las que est¨¢n aplicando los gobiernos.
Pero algunos defensores de la vieja ortodoxia, sorprendidos y desconcertados, no lo ven claro y no est¨¢n dispuestos a traicionarse a s¨ª mismos y a sus creencias. Quiz¨¢s Solbes sea uno de ellos.
Como ministro del ¨²ltimo Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, Solbes se aplic¨® con celo y eficacia a introducir reglas de comportamiento en el gasto p¨²blico. Posteriormente, como comisario de Econom¨ªa de la UE le toc¨® aplicar y vigilar las reglas de Maastricht.
Ahora se va por propia voluntad. Lo ven¨ªa proclamando con sus palabras y su actitud en los ¨²ltimos meses. Ha sido un ferviente defensor de una forma de manejar la pol¨ªtica p¨²blica mediante "reglas virtuosas". Pero estas reglas han sido dinamitadas por la crisis. Y ¨¦l probablemente no se ve con ganas de traicionar su trayectoria y sus credenciales. En su despedida hay que reconocer que debemos mucho a su tes¨®n y eficacia.
?Y el presidente Zapatero, hacia d¨®nde se dirige? A finales del a?o pasado Financial Times titulaba en portada el dilema al que se enfrentan ahora los dirigentes pol¨ªticos: Policymakers move into uncharted waters. Creo que Zapatero ha decido adentrarse en esas aguas inexploradas. Y para ese viaje ha considerado m¨¢s adecuados a los pol¨ªticos y gestores que a los economistas dominados por la ortodoxia. El tiempo dir¨¢ si ha acertado.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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