Elogio de la fragilidad
M¨¢s que el correcto saber pensar de los metaf¨ªsicos -escribe Henry Michaux-, lo que verdaderamente est¨¢ llamado a descubrirnos son los presentimientos, los sue?os, los ¨¦xtasis y agon¨ªas, el ya no saber pensar". La poes¨ªa se relaciona con este ya no saber pensar, tiene que ver con la debilidad, el riesgo, pero tambi¨¦n con la salvaci¨®n. Todos los ni?os que nacen, pero sobre todo los m¨¢s necesitados, los que sufren a causa de la enfermedad, la pobreza o la injusticia, son po¨¦ticos porque nos hacen pensar en la hija del fara¨®n rescatando a Mois¨¦s de las aguas. Tambi¨¦n ellos flotan en cestitos as¨ª, van a la deriva, y esperan a alguien que los salve. Llevan una llama con ellos, una llama que no se debe apagar. Ocuparse de esas llamas es la poes¨ªa.
En Pentecost¨¦s, la Virgen y los ap¨®stoles est¨¢n asustados y de pronto ven llamas sobre sus cabezas
El amor es cobijar a los mensajeros para que sus llamas nos alumbren
En un cuento infantil, las vidas de los hombres se confunden con secretas llamas que brotan en el interior de una cueva. Est¨¢n posadas sobre la arena y las piedras, y cada hombre tiene una que le representa. Cuando una se apaga, alguien en el mundo se muere. Esas llamas nos permiten ver, tienen que ver con la conciencia y con el pensamiento, pues para los griegos la palabra idea y la palabra ver tienen la misma ra¨ªz, por lo que el pensamiento es una forma de visi¨®n. Esa llama que somos da luz, pero tambi¨¦n tiembla, y tememos por ella, pues cualquier imprevisto la puede apagar. Expresa nuestras zozobras y nuestros deseos.
La fragilidad es una cualidad de la vida y de la belleza, de todo lo que escapa a nuestro poder. Eros apag¨® la llama de Psique con sus dedos y al abandonar a ¨¦sta en su cueva la condujo a la locura: la falta de visi¨®n. Caer en la desgracia es vivir en un mundo sin llamas. Los creyentes lo saben, y por eso llenan sus templos de velas. Los hind¨²s las colocan entre p¨¦talos y platitos de arroz, junto a los ¨¢rboles sagrados, o las ponen sobre peque?as barcas que se lleva la corriente de los r¨ªos. Esa llama que el agua se lleva es la imagen de nuestra huidiza vida. ?Hacia d¨®nde va?
La poes¨ªa es ver partir esas llamas, pero sintiendo que pueden regresar; algo que desaf¨ªa la raz¨®n, pues ?c¨®mo un r¨ªo puede devolvernos lo que se llev¨®? Y, sin embargo, esperamos que lo haga. Esas llamas expresan nuestro anhelo de visi¨®n, de conocimiento. Sin ellas no sabr¨ªamos d¨®nde estamos, qui¨¦n est¨¢ a nuestro lado, no sabr¨ªamos hablar ni conocer¨ªamos los nombres secretos de las cosas. En el calendario cristiano, su aparici¨®n marca la fiesta de Pentecost¨¦s. Es el quinto d¨ªa despu¨¦s de la resurrecci¨®n. La Virgen y los ap¨®stoles est¨¢n asustados y perdidos porque tras la muerte de Jes¨²s no saben qu¨¦ hacer, y de pronto ven surgir llamas sobre sus cabezas. Nacen de su dolor,pero van m¨¢s all¨¢ de ¨¦l, lo transfiguran milagrosamente. Eso hace la ostra, cubre de n¨¢car el granito de arena que da?a su cuerpo hasta transformarlo en una perla. Y las llamas que los ap¨®stoles llevan sobre sus frentes son igual de preciosas. Est¨¢n solos y perdidos, han experimentado el dolor m¨¢s grande que quepa imaginar, y de pronto brota sobre sus frentes la luz del ya no saber pensar. Es el r¨ªo del para¨ªso el que se la devuelve, y la poes¨ªa tiene que ver con ¨¦l. Sus palabras nos entregan esa lengua perdida que nos permite hablar no s¨®lo con los otros hombres, sino con las otras criaturas del mundo, incluso con aquellas que pueblan nuestros sue?os.
Es lo que pasa en el mundo del arte. Suena una m¨²sica que nadie sabe de d¨®nde viene, vemos lugares que no existen, escuchamos palabras que tienen el poder de abrir las piedras. En los cuentos, los ni?os hablan con los animales, y el amor transforma a la persona que amamos en un mensajero, aunque haya olvidado qu¨¦ tiene que decirnos e ignore la misi¨®n que tiene que cumplir.
Ser hombres es ser portadores de algo que no sabemos lo que es, llevar una peque?a llama. Y el amor es recibir a los mensajeros: la casa de la memoria. Les cobijamos en ella para que sus llamas nos alumbren. Eso es recordar, encontrar una luz. Esas llamas coronan las cosas, marcan el instante de la visi¨®n, de la fragilidad. Lo fr¨¢gil es lo que se ofrece, lo que tiene su propia luz. Borges dice que el sentimiento est¨¦tico tiene que ver con la expectaci¨®n. Nos detenemos absortos ante un paisaje, miramos con embeleso las ramas de un ¨¢rbol, un animal que cruza por el sendero, dos ni?os que corren, y sentimos que algo est¨¢ a punto de suceder, aunque no sepamos qu¨¦. Algo que tiene que ver con nosotros, que nos concierne ¨ªntimamente.
Tarkovski tiene una pel¨ªcula titulada Stalker. Transcurre en un extra?o territorio, que llaman la Zona, donde se dice que tuvo lugar el descenso de una nave extraterrestre. Desde entonces es una tierra maldita que el Ej¨¦rcito protege y a¨ªsla. Nadie puede entrar, y el que lo hace se arriesga a ser abatido por los disparos de sus guardianes. Pero hay hombres que desaf¨ªan esa prohibici¨®n, pues se dice que en ese territorio hay un extra?o cuarto donde se cumplen los deseos. Y la pel¨ªcula narra c¨®mo un escritor y un cient¨ªfico, tras contratar a uno de esos gu¨ªas, se internan en la Zona tratando de acercarse a ese cuarto misterioso. Superan muchas dificultades, pero cuando est¨¢n muy cerca no se atreven a seguir adelante. Tienen miedo de sus propios deseos, pues ?acaso sabemos cu¨¢les son y qu¨¦ pasar¨ªa si se cumplieran? El temor les hace retroceder, y el gu¨ªa regresa desesperado a su casa. La exposici¨®n a la Zona le ha transformado en un stalker, un ser especial incapaz de integrarse en el mundo. Incluso su hija ha nacido con ese estigma. Es una ni?a extra?a, que no habla y que ha nacido sin pies. En las ¨²ltimas escenas vemos a Stalker llorar. Se lamenta de que los hombres hayan renunciado a esas grandes preguntas que han constituido durante siglos su m¨¢s ¨ªntima raz¨®n de ser. Y, momentos despu¨¦s, vemos sola a la ni?a. Est¨¢ en la cocina, y tiene la cabeza cubierta con un pa?uelo. Es muy bella y recuerda, por su ensimismamiento, a una de esas figuras que aparecen en los iconos bizantinos sobre un fondo de oro. Parece cansada y apoya su cara sobre la mesa. A su lado hay tres botellas. La ni?a se queda mir¨¢ndolas y una a una empiezan a deslizarse sobre la superficie de madera. Es ella quien las mueve con su pensamiento. Es la ni?a m¨¢s fr¨¢gil del mundo y, sin embargo, en ella hay un poder extraordinario. Las botellas se mueven sobre la mesa, porque una ni?a se lo pide, pero esto no la salva de la tristeza. Es una escena perturbadora, puesto que nos ofrece a la vez el milagro y su sinraz¨®n. Podemos andar sobre las aguas, pero no tenemos ad¨®nde ir, eso es lo que dice el rostro de la extra?a ni?a a quienes la miran. Y nada expresa como ese rostro el fr¨¢gil misterio de la vida.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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