La vida alrededor de Concha Velasco
Hay una cola descomunal a las puertas del Goya barcelon¨¦s, el vest¨ªbulo est¨¢ desbordado, y la taquilla sigue abierta durante la funci¨®n para atender a todos aquellos que se han quedado sin entrada para ver a Concha Velasco en La vida por delante, la adaptaci¨®n teatral de La vie devant soi, de ?mile Ajar, el seud¨®nimo con el que Romain Gary vacil¨® a toda la cr¨ªtica francesa. El espect¨¢culo nace con vocaci¨®n de traje a la medida para la actriz: a ra¨ªz del exitazo de Myriam Boyer en el Th¨¦?tre Marigny, los empresarios de Focus le pidieron a Jos¨¦ Mar¨ªa Pou, responsable art¨ªstico del Goya, que dirigiera la puesta. El plano inicial y la secuencia precr¨¦ditos, por as¨ª decirlo, definen muy bien sus dos vectores: la sombra de Madame Rosa, la vieja prostituta, se recorta (estelar, puro Broadway) en el quicio de su buhardilla, m¨¢s alta que la de Descalzos por el parque, mientras suena la voz de la Piaf cantando Hymne a l'amour, hasta que la luz s¨²bitamente neorrealista revela los cabellos blancos, el cuerpo encorvado, la ropa de saldo. Se arranca el abrigo, cae en el sill¨®n, se despatarra, se queja, se sube las medias ca¨ªdas, se rasca los tobillos: un "cambio de imagen" en la l¨ªnea del que efectu¨® interpretando a La de Bringas en Tormento, de Pedro Olea. Aparece Momo (Rub¨¦n de Eguia), el muchacho ¨¢rabe que Madame Rosa recogi¨® diez a?os atr¨¢s, pero la convenci¨®n pide que tenga el acento de un argelino reci¨¦n llegado, y la adaptaci¨®n de Xavier Jalliard marca que hablen como si acabaran de conocerse para pasarle datos al respetable. Durante un buen rato me cuesta horrores entrar en la propuesta. Conviene dejar a un lado, por supuesto, el poderoso recuerdo de Simone Signoret en la pel¨ªcula de Moshe Mizrahi porque la Madame Rose de Concha Velasco es, obviamente, otra cosa: tiene otro ritmo, otro tono y otra temperatura esc¨¦nica, con grandes desajustes y grandes aciertos. Los desajustes se concentran en la primera parte, marcados por un exceso de composici¨®n. Demasiado yiddishe mamma, demasiado asaineteada, demasiado desbordante: lo que en jerga teatral se llama "vender el personaje". La Velasco comunica a chorros, eso es evidente, siempre lo ha sido. Rebosa y expande vida por partida doble: la vida "por delante" a la que alude el t¨ªtulo y, para decirlo a la manera de Fern¨¢n-G¨®mez, la "vida alrededor", como un halo, de su personalidad art¨ªstica y humana, hecha de sabidur¨ªa esc¨¦nica y de una arrolladora simpat¨ªa, lo que explica (y disculpa) que se salga de su rol y lo rompa por las costuras. Cuesti¨®n de temperamento, en definitiva: no se le puede pedir a Ethel Merman, pongamos, que interprete como Maureen Stapleton. En esa disyuntiva parece moverse la direcci¨®n de Pou, que ha de combinar un planteamiento intimista, muy cuidado (a los m¨¢s veteranos les recordar¨¢ los climas po¨¦ticos, las atm¨®sferas de Jos¨¦ Luis Alonso) con embestidas "temperamentales" (la alucinaci¨®n de la razzia nazi) que requerir¨ªan una intensidad m¨¢s contenida. A veces tampoco ayuda el texto: de poco sirve mimar, con escenograf¨ªa y luz (doble bravo para Lloren? Corbella y Pep G¨¢miz), la escena del s¨®tano si el di¨¢logo sobre juda¨ªsmo e islamismo se reduce a cuatro bienintencionados lugares comunes. En otras ocasiones, la sentimentalidad escora hacia una poes¨ªa ternurista cercana a V¨ªctor Ruiz Iriarte: la doble excursi¨®n dominical de los protagonistas, que Pou parece subrayar con un gui?o indumentario (gentileza de Mar¨ªa Araujo) a La muchacha del sombrerito rosa. El mayor problema es que la funci¨®n padece una alarmante falta de conflicto y no despega hasta la mitad, con la violenta irrupci¨®n de Youssef (Jos¨¦ Luis Fern¨¢ndez), el padre asesino y esquizoide de Momo. Ah¨ª tiene la Velasco aut¨¦ntica carne que morder y la muerde a bocados, jugando a fondo con el peligro de la visita y sirviendo una respuesta picaresca que hace pensar en un relato breve de Bashevis Singer. La segunda parte (es un modo de hablar, porque no hay intermedio) est¨¢ marcada, al fin, por el afianzamiento de su hermoso asunto central: la historia de amor, a un paso de Harold y Maude, entre Momo y Madame Rosa, ella despe?¨¢ndose hacia el trastorno mental y la muerte, ¨¦l hacia la decisi¨®n m¨¢s bestia de su vida. Concha Velasco cambia aqu¨ª de registro y prescinde de maquillaje, en sentido literal y metaf¨®rico: a cara descubierta, su interpretaci¨®n se sosiega y el tono es m¨¢s emotivo, sabiamente pautado por violines klezmer y canciones (J'attendrai, Que reste-t-il de nos amours?) que condensan y pintan el color de la acci¨®n. Conviene se?alar que, a diferencia de otros veh¨ªculos similares, Pou ha formado un reparto en el que los actores no se limitan a arropar a la estrella. Jos¨¦ Luis Fern¨¢ndez inyecta energ¨ªa al personaje de Youssef en su breve pero importante intervenci¨®n: convendr¨ªa, eso s¨ª, que no lo hiciera tan gritado. El veteran¨ªsimo Carles Canut est¨¢ impecable como el bondadoso doctor Katz, aunque su papel no rebase el perfil de respuesta jud¨ªa a Edmund Gwenn. Rub¨¦n de Eguia, nuevo en esta plaza (le vimos fugazmente en El burdel, de Llu?sa Cunill¨¦), roza aqu¨ª la categor¨ªa de revelaci¨®n. Le sobran, en la primera parte, cucamonas y sonrisitas ang¨¦licas (no hace falta fingir el encanto cuando se tiene a espuertas), pero aguanta con bemoles el envite de una dama de ¨®rdago, desvela muy bien las sucesivas capas y entreveros de Momo y est¨¢ estupendo en el tercio final, cuando asoma su lado de poeta adolescente, apasionado y casi maldito. En el ¨²ltimo descenso al s¨®tano confluyen los dos r¨ªos principales del texto: el afluente remansado, tierno y so?ador, a lo Ruiz Iriarte, y el agua oscura, subterr¨¢nea y tumultuosa que comienza a crecer tras la llegada de Youssef, anudando el v¨ªnculo de la pareja con una hondura creciente y conmovedora. As¨ª, la escena final, que comienza, curiosamente, como la fuga on¨ªrica de El land¨® de seis caballos, concluye con Momo y Madame Rosa transmutados en inesperados sosias de Peer Gynt y la vieja Aase. El p¨²blico aplaude, puesto en pie. Con todos sus peros, La vida por delante va a ser, est¨¢ siendo, un ¨¦xito de campeonato.
Pou ha debido combinar un planteamiento intimista, muy cuidado, con embestidas "temperamentales"
La vida por delante, de Romain Gary (?mile Ajar). Adaptaci¨®n de Xavier Jalliard. Traducci¨®n de Josep Maria Vidal. Direcci¨®n: Jos¨¦ Mar¨ªa Pou. Teatro Goya. Barcelona www.teatregoya.cat/
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