Adi¨®s al 'Peque?o Pa¨ªs': una espina y algo m¨¢s
La desaparici¨®n del suplemento infantil por razones econ¨®micas provoca quejas. La ca¨ªda de la publicidad y la cultura de la gratuidad amenazan el modelo de periodismo
Muchos de los lectores de EL PA?S se iniciaron en la lectura de prensa a trav¨¦s del Peque?o Pa¨ªs y algunos de ellos han introducido ese mismo gusanillo en sus propios hijos. El domingo 5 de abril se llevaron un gran disgusto. El Peque?o Pa¨ªs no estaba. Una lac¨®nica y escueta nota anunciaba la suspensi¨®n temporal de su publicaci¨®n y la voluntad de reanudarla "cuando mejore la situaci¨®n econ¨®mica y del mercado publicitario". El vendaval de la crisis se ha llevado una publicaci¨®n que se hab¨ªa convertido en una se?a de identidad y no hab¨ªa faltado a su cita desde diciembre de 1981. "Lo recuerdo siempre ligado a los domingos de mi infancia y mi adolescencia. Mi padre llegaba con EL PA?S y me daba el Peque?o Pa¨ªs a m¨ª. Ahora tengo dos hijas de ocho a?os y corren a sacar esas hojas antes de que yo abra siquiera el peri¨®dico. Este domingo se han llevado una desilusi¨®n grand¨ªsima. Y yo a¨²n mayor. Es lamentable que, escud¨¢ndose en la crisis, impidan que los ni?os y j¨®venes lean peri¨®dicos desde peque?os. ?No todo es rentabilidad econ¨®mica!", clama Elena Jim¨¦nez Guti¨¦rrez desde Talavera de la Reina.
?Alguien puede creer que una informaci¨®n fiable y veraz no tiene coste?
Lamento y decepci¨®n son los sentimientos que emergen de las muchas cartas que la defensora ha recibido. "Soy un joven de 47 a?os y soy de los que para leer el peri¨®dico empiezan por atr¨¢s", dice Jes¨²s Mar¨ªa Escur¨ªn, de Cercedilla (Madrid). "Al llegar a donde se encontraba el Peque?o Pa¨ªs me asalta la duda de si esas p¨¢ginas se habr¨¢n ca¨ªdo en la tienda o si he cogido un peri¨®dico hu¨¦rfano de la parte m¨¢s joven. Hasta que leo el comunicado (...). En fin, la econom¨ªa manda y, como siempre, los d¨¦biles son los perjudicados". Llu¨ªs Homs, desde Alcanar (Tarragona), echa de menos lo que ya se hab¨ªa convertido "en un ritual dominguero": leer el diario con su hijo. "Si t¨² lees, ellos leen. Pues bien, ahora yo leo solo EL PA?S. Mi hijo se ha quedado mir¨¢ndome deshojar el semanal. ?Tienen ellos que pagar por la situaci¨®n?". Tambi¨¦n a Javier Gallego, de Barcelona, le resulta dif¨ªcil explicarle a su hijo que "una decisi¨®n econ¨®mica" le haya privado de esta parte del peri¨®dico: "Lo seguiremos leyendo, no lo duden, pero tampoco olviden que cuando un ni?o lee el Peque?o Pa¨ªs, le engancha el gusanillo de la lectura y la necesidad de estar informado".
Igual que a este lector le preocupa, como padre, que su hijo lea, debe preocuparle a EL PA?S tener nuevos lectores, y sobre todo tener nuevos lectores j¨®venes, algo de lo que los diarios no van sobrados. Aunque EL PA?S pueda presumir de ser uno de los diarios cuyos lectores tienen una edad media m¨¢s baja, perder los v¨ªnculos con la franja infantil puede tener repercusiones a largo plazo.Ni que decir tiene que la decisi¨®n caus¨® tambi¨¦n dolor en la Redacci¨®n, especialmente en quien hab¨ªa sido el alma del suplemento, Ana Bermejo, como fue tambi¨¦n dolorosa para quien tuvo que escribir la nota de despedida, el subdirector Jan Mart¨ªnez Ahrens. La forma escondida de anunciarlo ha molestado a Domingo Feliu: "Es tratar a los ni?os, los futuros lectores, como una audiencia residual".
Mart¨ªnez Ahrens ofrece a estos lectores su explicaci¨®n. "Las despedidas son amargas y especialmente ¨¦sta. Se puede debatir sobre la forma elegida para comunicar la suspensi¨®n temporal de la publicaci¨®n. Opt¨¦ por una rese?a clara y concisa. Otras posibilidades podr¨ªan haber tenido su parte de acierto, aunque en nada hubieran alterado el hecho del que se inform¨®, y que, a la postre, es el motivo de unas cartas ante las que no cabe m¨¢s que mostrar agradecimiento, porque prueban el inter¨¦s y fidelidad de los lectores. Si alguien se ha sentido molesto, le pido disculpas y reitero nuestra voluntad de reanudar la publicaci¨®n del suplemento cuando mejore la situaci¨®n econ¨®mica. Lo dicho, las despedidas son amargas".
Si la crisis ha motivado esta decisi¨®n y no parece amainar, ?qu¨¦ otras amarguras puede depararnos? ?Era la mejor opci¨®n? Carlos G¨®mez Rodr¨ªguez, profesor de Filosof¨ªa, lamenta la desaparici¨®n del Peque?o Pa¨ªs, cuando "no se reduce la desmesurada parte que dedican a deportes y tantas otras cuestiones prescindibles. Para esto no parece haber crisis. ?O es que la independencia del peri¨®dico retrocede ante ponderables publicitarios y de audiencia?", pregunta. Seguramente los seguidores de los deportes discrepar¨¢n de esta opini¨®n, porque tambi¨¦n esta secci¨®n se ha visto afectada, como el resto del peri¨®dico, por la reducci¨®n de paginaci¨®n que la crisis ha provocado. Javier Benito de la Fuente, de Valladolid, va m¨¢s all¨¢: "?Tanto costaba la publicaci¨®n de esas cuatro p¨¢ginas? Un cuadernillo pat¨¦tico, comparado con lo que fue el Peque?o Pa¨ªs en tiempos, pero por lo menos era una manera de empezar a sentir el peri¨®dico como algo suyo para muchos hijos de lectores del diario. Protesto firmemente por que hayan convertido al peri¨®dico en una sucursal publicitaria. Un peri¨®dico tiene que financiarse a trav¨¦s de sus lectores, para evitar problemas y dependencias. Cuidado con lo que hacen porque si han perdido anunciantes pueden seguir perdiendo lectores".
Estas cartas plantean cuestiones que la defensora considera tambi¨¦n cruciales. Como saben, la prensa escrita se ha venido financiando hasta ahora a trav¨¦s de dos fuentes principales, la publicidad y la venta en el quiosco. En ausencia de crisis, la publicidad aporta en torno a la mitad de los ingresos. El resto procede de esos 1,20 euros que cada lector paga cada d¨ªa por su ejemplar, es decir, menos de lo que cuesta un cruas¨¢n. Si este equilibrio entre ingresos directos e ingresos por publicidad se altera, no ser¨¢ sin consecuencias.
En el actual modelo, una ca¨ªda de la publicidad puede afectar a la viabilidad econ¨®mica de los medios. Luego la publicidad sigue siendo muy importante. Pero el principal capital de un peri¨®dico ser¨¢n siempre sus lectores. Y no s¨®lo en t¨¦rminos metaf¨®ricos. Primero, porque sin lectores no hay publicidad. Y segundo, porque el hecho de que haya lectores que pagan por la informaci¨®n es lo que permite al peri¨®dico ser independiente, no s¨®lo frente a los poderes, sino tambi¨¦n frente a los anunciantes.
La crisis econ¨®mica ha provocado una ca¨ªda de las inversiones en publicidad que est¨¢ afectando a los contenidos, como ha ocurrido con el Peque?o Pa¨ªs. Y eso ocurre al tiempo que la cultura de la gratuidad se extiende de la mano de Internet, lo que puede acabar afectando tambi¨¦n a la calidad. ?De verdad puede alguien creer que una informaci¨®n fiable, independiente y veraz no tiene coste? El periodismo de calidad es cada vez m¨¢s caro, porque exige escribir desde el lugar de los hechos, investigar y no conformarse con las versiones de parte; exige m¨¢s tiempo, m¨¢s recursos y mayor cualificaci¨®n profesional. Si el lector no paga por la informaci¨®n, ?qui¨¦n lo har¨¢?, ?a cambio de qu¨¦?
Un modelo de informaci¨®n totalmente gratuita por Internet supondr¨ªa un cambio de modelo. El periodismo pasar¨ªa a depender totalmente de los anunciantes. El actual equilibrio se invertir¨ªa. Si la publicidad se convierte en el principal o el ¨²nico sost¨¦n de la informaci¨®n, los medios pueden perder su independencia. Ahora EL PA?S puede preservar la suya porque hay suficientes lectores dispuestos a pagar por el diario en el quiosco. No defraudarles es, pues, un imperativo de supervivencia del actual modelo. Los ni?os que, como Blanca Feliu Reviejo, iban con sus padres al quiosco y se sentaban en un banco a leer, como ellos, su Peque?o Pa¨ªs, estaban aprendiendo que las cosas que valen tambi¨¦n cuestan algo. Y establec¨ªan un v¨ªnculo emocional como el que se le ha roto a Irene Perea, de Sevilla: "Llevo ocho a?os levant¨¢ndome los domingos con la misma ilusi¨®n: leer el Peque?o Pa¨ªs. Sepa que han dejado una espinita clavada en mi coraz¨®n". Esta defensora espera que la crisis pase pronto y podamos quit¨¢rsela.
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