Aviso para dictadores
La condena de Fujimori es un precedente hist¨®rico para quienes so?amos con una Am¨¦rica Latina emancipada de la peste autoritaria. La sentencia deber¨ªa ense?arse en las escuelas de todo el continente
La condena del ex dictador Alberto Fujimori a 25 a?os de c¨¢rcel por delitos contra los derechos humanos que ha dictado un Tribunal de la Corte Suprema del Per¨² trasciende largamente la demarcaci¨®n geogr¨¢fica peruana y gravita a partir de ahora sobre toda Am¨¦rica Latina como una advertencia a quienes, de un conf¨ªn a otro del continente, aspiren a tomar por asalto el poder y gobernar amparados por la fuerza. Ya saben los gobernantes que pisotean la Constituci¨®n y las leyes y mandan torturar y asesinar que sus cr¨ªmenes no quedar¨¢n impunes, como casi siempre ha ocurrido hasta ahora, sino que tarde o temprano pueden ser juzgados y sancionados por sus propios pueblos. Se trata de un precedente hist¨®rico se?ero para quienes so?amos con una Am¨¦rica Latina emancipada para siempre de la peste autoritaria.
Hab¨ªa una absoluta simbiosis del dictador y Montesinos, la de una persona y su sombra
El Per¨² del que habla la prensa es una civilizada naci¨®n que enfrenta su pasado con dignidad
El ex dictador ha sido condenado por dos secuestros y dos matanzas particularmente crueles de las muchas que se perpetraron durante su r¨¦gimen, pero no por el delito m¨¢s grave que cometi¨®: haber destruido mediante un acto de fuerza militar el 5 de abril de 1992 la democracia, gracias a la cual dos a?os antes hab¨ªa sido elegido en comicios leg¨ªtimos para ocupar la Presidencia del Per¨². Los dos secuestros -del periodista Gustavo Gorriti y del empresario Samuel Dyer- coincidieron con el golpe de Estado. La primera de las matanzas se hab¨ªa realizado unos meses antes, en noviembre de 1991, en un barrio del centro de Lima -Barrios Altos-, donde un escuadr¨®n de la muerte conocido como el Grupo Colina, integrado por militares y formado con anuencia de Fujimori, asesin¨® a 15 personas, entre ellas un ni?o de ocho a?os, que celebraban una fiesta en un vecindario con el pretexto -falso- de que eran senderistas y se propon¨ªan recolectar fondos para el movimiento terrorista de Sendero Luminoso. Uno de los factores que desencadenaron el putsch fue, por lo tanto, garantizar la impunidad para los delitos que ya ven¨ªa cometiendo el nuevo Gobierno, no s¨®lo contra los derechos humanos, tambi¨¦n econ¨®micos, pues ya hab¨ªa comenzado el saqueo de los haberes p¨²blicos, algo que, en los a?os siguientes, alcanzar¨ªa un ritmo parox¨ªstico bajo la batuta del brazo derecho del presidente y experto en latrocinios Vladimiro Montesinos.
La otra matanza tuvo lugar en julio de 1992. Los pistoleros del Grupo Colina invadieron de noche la Universidad de La Cantuta, que estaba intervenida y cercada por una fuerza militar, y secuestraron a nueve estudiantes y un profesor a quienes asesinaron en un descampado vecino de un tiro en la nuca. All¨ª los enterraron y, tiempo despu¨¦s, cuando el periodismo independiente, pese a las maniobras de encubrimiento del r¨¦gimen, descubri¨® las huellas del crimen, los desenterraron, quemaron y volvieron a enterrar los huesos en otro lugar. El esc¨¢ndalo internacional que estall¨® cuando esta macabra historia se hizo p¨²blica y se conocieron las sangrientas entra?as del sistema, fue uno de los episodios que m¨¢s mell¨® la imagen de la dictadura ante el pueblo peruano, parte del cual hasta entonces la apoyaba en la err¨®nea creencia de que un gobierno autoritario pod¨ªa ser m¨¢s eficaz que la democracia para combatir a los terroristas de Sendero Luminoso y del Movimiento Revolucionario T¨²pac Amaru. En verdad, no fueron los escuadrones de la muerte de la dictadura los que derrotaron a Abimael Guzm¨¢n y los senderistas, sino un hecho que marc¨® un cambio cualitativo en la lucha antisubversiva: la captura de su l¨ªder y casi todo el Comit¨¦ Central de Sendero Luminoso, gracias al rastreo cient¨ªfico que hizo de ellos un peque?o grupo de polic¨ªas que estaba enfrentado con Vladimiro Montesinos y el servicio de inteligencia del r¨¦gimen.
El juicio a Fujimori dur¨® cerca de 17 meses, fue televisado, asistieron a ¨¦l periodistas y observadores internacionales y el acusado goz¨® de todas las garant¨ªas del derecho de defensa. El Tribunal de tres miembros, presidido por un prestigioso penalista, magistrado y profesor universitario, el doctor C¨¦sar San Mart¨ªn, cuya conducta a todo lo largo del proceso fue de una serenidad y correcci¨®n que le reconocen tirios y troyanos, ha emitido una sentencia que deber¨ªa publicarse y ense?arse en las escuelas de toda Am¨¦rica Latina (resumida, porque tiene cerca de 700 p¨¢ginas) para que las nuevas generaciones conozcan, a trav¨¦s de hechos concretos y personas identificadas, la tragedia que significa para un pa¨ªs, en sufrimiento humano, inseguridad p¨²blica, delincuencia, distorsi¨®n de valores, mentiras, desprecio de los m¨¢s elementales derechos de que un ciudadano deber¨ªa gozar en una sociedad moderna y en corrupci¨®n y degradaci¨®n de las instituciones, una dictadura como la que padeci¨® el Per¨² entre 1992 y el a?o 2000, cuando Fujimori, fracasado su intento de hacerse reelegir en unos comicios fraudulentos, huy¨® al Jap¨®n y renunci¨® a la Presidencia mediante un fax.
Mientras existan las fronteras, las Fuerzas Armadas son una necesidad perentoria para los pa¨ªses, y, por lo mismo que la sociedad les conf¨ªa, al mismo tiempo que la responsabilidad de velar por su seguridad, las armas que le permitan cumplir con su misi¨®n, es indispensable que aquella instituci¨®n funcione dentro de la m¨¢s estricta legalidad y sea un baluarte de la sociedad civil, no su enemiga. Fujimori hizo un da?o incalculable a las Fuerzas Armadas imponi¨¦ndoles como verdadero mentor a Vladimiro Montesinos, un capit¨¢n al que el Ej¨¦rcito peruano hab¨ªa expulsado y condenado como traidor a su patria y a su uniforme, y que, desde entonces, mediante manipulaciones y chantajes, abusar¨ªa de manera ignominiosa del poder que se le confiri¨®. Montesinos fue postergando a los oficiales probos y capaces, oblig¨¢ndolos a veces a pedir su baja, en tanto que ascend¨ªa y colocaba en los puestos claves a sus c¨®mplices y a colaboradores serviles, que ampararon sus desafueros -un vasto abanico de horrores que iban desde tr¨¢fico de armas hasta operaciones de narcotr¨¢fico- y se beneficiaron con ellos.
Uno de los aspectos m¨¢s aleccionadores de la sentencia es la demostraci¨®n inapelable de que, contrariamente a la pretensi¨®n de los fujimoristas de exonerar al ex dictador con el argumento de que Montesinos era quien delinqu¨ªa y, aqu¨¦l, un c¨¢ndido que no se enteraba de nada de lo que pasaba bajo sus narices, hab¨ªa una absoluta simbiosis del dictador y su asesor, la que existe entre una persona y su sombra o entre el mu?eco y el ventr¨ªlocuo que lo hace hablar. Ambos se repart¨ªan un trabajo en el que, por una parte, los hombres del poder se enriquec¨ªan a manos llenas, eliminaban adversarios, compraban y amedrentaban jueces, copaban cargos p¨²blicos, y de otra, mediante el soborno o el chantaje, controlaban los medios para manipular a la opini¨®n p¨²blica con campa?as televisivas ad-hoc y hundir en el desprestigio a sus cr¨ªticos vali¨¦ndose de los plumarios de una prensa amarilla que financiaban o de conductoras de reality shows.
S¨®lo en un medio ambiente semejante, de desplome total de la legalidad y la decencia pol¨ªtica, de imperio del ¨²case y la prepotencia, se entiende que prosperara el Grupo Colina y que en un par de a?os asesinara, en nueve operaciones perfectamente planeadas y ejecutadas, a unas 50 personas. Quienes integraron sus filas sab¨ªan que lo que hac¨ªan estaba ordenado y amparado por la m¨¢s alta autoridad y, por eso, recibieron el amparo log¨ªstico necesario de la instituci¨®n militar y el encubrimiento pol¨ªtico y judicial debido -incluida una ley de amnist¨ªa- cuando sus negras haza?as fueron descubiertas y denunciadas. Lo que no sab¨ªan es que la dictadura caer¨ªa -siempre caen-, la democracia rebrotar¨ªa de sus cenizas y -por primera vez en la historia del Per¨²- un ex dictador y sus principales c¨®mplices ser¨ªan llevados al banquillo de los acusados.
Los peruanos que vivimos en el extranjero solemos ver aparecer a nuestro pa¨ªs en los diarios, radios y cadenas de televisi¨®n de los lugares donde estamos, porque en el Per¨² ha habido un golpe de Estado, un atentado terrorista, un terremoto o quintillizos, es decir, siempre alguna cat¨¢strofe o anomal¨ªa, pol¨ªtica o social. Qu¨¦ extra?o y qu¨¦ hermoso lo que nos ha ocurrido en estos ¨²ltimos d¨ªas, advertir que el Per¨² del que habla la prensa y las personas en la calle con respeto y admiraci¨®n es una civilizada naci¨®n que enfrenta su pasado con dignidad y coraje y donde un tribunal civil juzga y sanciona los cr¨ªmenes de un dictador. Un ejemplo para Am¨¦rica Latina, s¨ª. Y para el mundo entero.
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