Racismo y propaganda

La conferencia sobre el racismo auspiciada por la ONU acaba el viernes, pero ha sido marcada y secuestrada por el presidente iran¨ª, ¨²nico jefe de Estado presente en Ginebra, desesperado por hacer campa?a para conseguir su reelecci¨®n. Hasta tal punto que las conclusiones de la reuni¨®n, un blando documento negociado durante meses que recoge el compromiso de combatir la discriminaci¨®n racial y que menciona de pasada el Holocausto, fueron avanzadas ayer en un intento de centrar a los participantes e impedir nuevas deserciones de ¨²ltima hora.

La conferencia de Ginebra es un asunto serio. Demasiado como para que lo que quede de ella sea el panfleto de Mahmud Ahmadineyad contra Israel. Los muchos millones de personas que en todo el mundo padecen discriminaci¨®n racial, odio y violencia merecen m¨¢s que la letra peque?a de un foro de la ONU, que, al final, es un ejercicio de buenas intenciones. Sin duda que Israel (con un ministro de Exteriores abiertamente racista) tiene mucho por lo que responder sobre sus m¨¦todos militares y su manifiesto desprecio por derechos b¨¢sicos de los palestinos en Gaza o Cisjordania; derechos que, con seguridad, como ocurriera tras la conferencia de Durban, en 2001, no mejorar¨¢n despu¨¦s de Ginebra. Pero si Israel puede ser ampliamente criticado, Ir¨¢n no es ejemplo de nada. Ni Sud¨¢n, ni China, ni otros muchos Estados que saldr¨¢n indemnes de Ginebra.

Ahmadineyad no ha ido a Suiza a defender la suerte de los palestinos, sino a lanzar su soflama ritual, buscando el eco adecuado en Ir¨¢n con vistas a las presidenciales de junio. Objetivo que ha cumplido holgadamente, a juzgar por el recibimiento que se le dispens¨® ayer en Teher¨¢n. En cualquier caso, la mejor manera de hacer luz sobre las lacras del racismo o el menosprecio de los derechos humanos no es permitir el secuestro propagand¨ªstico de un foro mundial por parte de un dirigente con pocos escr¨²pulos, como han hecho Estados Unidos y la decena de pa¨ªses que han boicoteado previamente, por su sesgo antiisrael¨ª, la reuni¨®n de la ONU. En el caso de Washington, choca que su expl¨ªcita apertura diplom¨¢tica y negociadora hacia Teher¨¢n se corresponda con la negativa a escuchar a su probable interlocutor. Los disparates no se combaten en ausencia, sino respondiendo a ellos con argumentos. Que en este caso son abundantes y de peso.