De maceros, ministras y ¨¢gapes en crisis
El acto social del Cervantes volvi¨® a congregar al mundo de la cultura
Cabe pensar que, si el charnego de la Salut hubiera preferido ser Cervantes, Ram¨®n Llul o Conrad -como ¨¦l mismo confes¨® ayer en Alcal¨¢- a muchos nos hubiera gustado ser Juan Mars¨¦, socarrona bestia parda, electr¨®n libre capaz de soltar, desde los atriles de la solemnidad, zarpazos de verdad pura y dura, descacharrantes o temibles dardos a babor y estribor, a proa y a popa.
Es hablar Mars¨¦ y temblar el personal. El personal rumia, para sus adentros, "ay, que no me toque". Pero siempre toca. Ayer le toc¨®, pongamos por caso, a Esperanza Aguirre, que frunci¨® el ce?o y el rictus y lo dem¨¢s y pareci¨® ensayar un arqueo de ceja emulando a Zapatero, cuando Juan Mars¨¦ dijo aquello de aquellas armas de destrucci¨®n masiva en aquella guerra promovida por, entre otros, aquel otro presidente de aquel pa¨ªs, pongamos por caso Espa?a.
Los comentarios sobre la nueva titular de Cultura fueron numerosos
Pero tambi¨¦n le toc¨® lo suyo a Luis Fern¨¢ndez, presidente de RTVE, con aquella carguita de profundidad que el Cervantes del Guinard¨® solt¨® sobre el actual papel social de la televisi¨®n. Y les toc¨® a tantos y tantos "escritores del ombligo", no nombrados, claro, pero cristalinamente evocados.
En los jardines, entre el frugal/frugal¨ªsimo ¨¢gape que aliment¨® los gaznates sedientos en la soleada ma?ana complutense (crisis se escribe con c de cortito), el aroma general entre los asistentes era el del consenso en torno a las palabras pronunciadas minutos antes por Mars¨¦ desde la tribuna.
Bueno, el aroma era ese y el que se desprend¨ªa de los mil y un comentarios -nobles y tolerantes los unos, esc¨¦pticos los otros, sin que faltase la versi¨®n verdulera- vertidos por unos y por otras en torno a la nueva ministra de Cultura, ?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde, embutida ayer en un aparatoso vestido verde... verde esperanza. Una ministra que, por cierto, despu¨¦s de su maratoniano ba?o inaugural de festivales de cine, estrenos de teatro y visitas a exposiciones, acomet¨ªa ayer el primero de los grandes protocolos serios de su mandato... sobre cuya duraci¨®n larga, mediana o corta ya hay quinielas por doquier, querido Sancho. Y es que no se recuerda en la Casa de las Siete Chimeneas un desembarco tan sonoro (y tan cacof¨®nico) de un ministro/a de Cultura. Y es que la gente, todo hay que decirlo, es p¨¦rfida como Cruella De Vil o anda aburrida como una morsa. Y hablando de perfidias: en los corrillos y mentideros, en las cuadrillas y grupitos, fue muy comentado el real desliz Real: ese Rey Juan Carlos arranc¨¢ndose con entusiasmo, empezando a leer su discurso cuando a¨²n no tocaba. Y cuando toc¨®, todo se solucion¨® con un "ah, ahora s¨ª" que provoc¨® la carcajada general en la sala.
Ah, tambi¨¦n se hablaba de un tal Pepe, ese cuatrero de las verdes praderas que se dedica a intentar patear adversarios y que dicen que es futbolista. A los acad¨¦micos y a los intelectuales (de esos que tan poquito gustan a Mars¨¦) tambi¨¦n les gusta el balompi¨¦, ?o qu¨¦ pensaban?
Por entre los arbustos del patio de la universidad andaba el macero mareado, uno de los personajes del d¨ªa. La cosa es que, mientras Mars¨¦ hablaba de realidades y ficciones, uno de los dos maceros complutenses que custodian la tribuna de oradores, avis¨®, con gesto angustiado y palidez inigualable, que no pod¨ªa m¨¢s, que estaba a punto de desmayarse, qui¨¦n sabe si de evacuar, puede que de caerse con el mazo y todo encima de V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha, que andaba por all¨ª. "Ha sido horrible, me he podido caer encima de alguien y eso hubiera sido espantoso", declaraba, ya en estado de alivio y perfecta revista, el macero, a quien todo el mundo preguntaba por su salud.
Mars¨¦ ya reina en la Universidad de Alcal¨¢. Ser¨¢ hasta dentro de un a?o. A ver c¨®mo es el ¨¢gape de entonces... y sabremos c¨®mo anda la crisis.
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