"Jam¨¢s volver¨ªa a ir en patera"
Tres veces habr¨¢ que insistirle para que tome algo. "Un caf¨¦ solo". Y ?zas!, va a buscarlo. Como no le atienden r¨¢pido en la barra va a la m¨¢quina expendedora. "No, tranquilo", y se lo paga ¨¦l. ?Nada de comer? "No desayuno m¨¢s que un caf¨¦; al mediod¨ªa, normal, con postres y mi cafetito, y por la noche poca cosa porque si no no duermo". Un atrac¨®n: no hace ni seis a?os, en un d¨ªa inger¨ªa s¨®lo pan y t¨¦ o cinco d¨¢tiles y otros tantos tapones de agua.
Apenas hay atrezo en este para¨ªso de cuerpos moldeados en ch¨¢ndal que es el bar del Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat del Vall¨¨s (Barcelona), asepsia de m¨¢quinas de pastas controladas por dietistas. "He sufrido mucho", repite Abderrahman Ait Kamouch (Mellab, Marruecos, 1986). Su vida, un sprint: pueblo de miseria; ca¨ªda en un pozo y rotura de mu?eca; ung¨¹ento de huevo y harina; gangrena; amputaci¨®n del brazo derecho ("en Espa?a a¨²n lo tendr¨ªa"); 10 kil¨®metros hasta la escuela ("iba corriendo"); recolecci¨®n de d¨¢tiles para cuatro chavos ("sub¨ªa s¨®lo a las palmeras gruesas"); mafia; patera: tres intentos; llegada a Fuerteventura a la cuarta; detenci¨®n; papeles falsos; Barcelona ("por los juegos"); contactos con el atletismo; nacionalizaci¨®n; Pek¨ªn 2008, dos medallas: 800 y 1.500 metros.
El paral¨ªmpico espa?ol escribe su vida: viajes de muerte y dos medallas
Todo lo cuenta, con ayuda de Manuel Franco, en El ¨¢ngel del ala partida (Now Books), repaso al el¨¢stico concepto de la suerte. "Claro que existe: la tuve al salir vivo cuatro veces de una patera; pero la buena suerte se busca, con trabajo e ideas claras". Parece tenerlas este joven enjuto cuya experiencia ("la vida me regal¨® la madurez de peque?o") le hace constatar que hay pocas "almas blancas". "En Marruecos, quiz¨¢ en el sur: la gente a¨²n se ayuda; en el norte, imposible: la evoluci¨®n del ser humano nos hace peores".
Bebe a sucintos sorbos. Dar¨¢ uno antes de soltar que el peor momento de su vida fue el de la cuarta patera: "Est¨¢s como en una bolsa negra y el agua helada te cae encima; no ves nada, no sabes d¨®nde est¨¢s... S¨ª, est¨¢s vivo pero est¨¢s muerto". El solo recuerdo le lleva a asegurar: "Jam¨¢s volver¨ªa a hacerlo; no vale la pena". ?Eso dice el becado por los dioses ol¨ªmpicos? "S¨ª, me quedar¨ªa ah¨ª apreciando lo que se tiene, no haciendo grandes problemas de los peque?os ni queriendo m¨¢s de todo". Pero es f¨¢cil ser tentado: "El factor que m¨¢s enga?a es ver c¨®mo viven los que vuelven, que parecen reyes, o los turistas, ¨¢ngeles felices".
Miran unas chicas de pelo mojado (?nataci¨®n, sincro?) a Ait. Llama la atenci¨®n su ch¨¢ndal con la bandera espa?ola. ?Hay una pizca de desaf¨ªo? Quiz¨¢, porque en el libro, tambi¨¦n: entre l¨ªneas se huelen irregularidades en la Guardia Civil y racismo en los paral¨ªmpicos. "Cuando sub¨ª al barco hacia la pen¨ªnsula, en el control estaban los guardias que me hab¨ªan detenido dos veces antes; quiz¨¢ al ir con otras ropas no me reconocieron esa vez...". ?Y los compa?eros paral¨ªmpicos? "No dejo de ser el moro que viene a quitarles el pan". ?Qu¨¦ le da fuerzas para seguir? "Que ahora puedo so?ar; no voy a rendirme". Y a fe que no lo hace: tiene novia espa?ola, espera superarse en Londres 2012 y se prepara para el carn¨¦ de coche y unas oposiciones... a polic¨ªa nacional. Cae la mirada hacia esa manga que, en el fragor de la charla, a veces aletea deseando seguir a su par completa. "S¨ª, me falta un brazo; nadie, nunca, tiene la vida asegurada".
Huelga decir qui¨¦n recoge la mesa ("no, no, ya puedo" y otro ?zas!). Paso acelerado ("debo volver al entrenamiento: es mi trabajo ahora") y huida al trote tras disparar un crono con la boca. El ala partida cimbrea.
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