Shakespeare da otra oportunidad

Hace cincuenta a?os, cuando lo mont¨® Peter Brook con John Gielgud, la cr¨ªtica consideraba Cuento de invierno "un shakespeare de segunda fila". Ahora, se ha revalorizado: es una obra de ocaso sobre el amor, los celos, el paso del tiempo y el perd¨®n, tan m¨¢gica y alucinada como Cimbelino y La tempestad. El rey Leontes, su protagonista, encarna la paranoia en estado puro. Anda cegado con la idea de que Hermione, su mujer, se la pega con otro monarca, y de que la hija que esperan no es suya.

La primera parte del montaje de Sam Mendes gira en torno a Simon Russell Beale, int¨¦rprete proteico del loco sobrevenido, destructor de cuanto ama. Russell Beale, el director y el resto del elenco sirven con brillantez el mon¨®logo donde se desatan en espiral las sospechas de Leontes, el desconcierto de los cortesanos, la incredulidad de todos ante sus fabulaciones, y se enganchan en un par de di¨¢logos ¨ªntimos morosos y algo apagados. Son el peaje que conduce a una segunda parte luminosa, disparatada y agradecida de principio a fin, en la que restallan el humor de Ethan Hawke y la alegr¨ªa procaz de una fiesta pagana donde Mendes ha dado rienda suelta a su imaginaci¨®n.

Hawke, en el papel de Aut¨®lico, vagabundo, quinqui y embaucador, es el demiurgo que orquesta, guitarra en mano, esa suite de enga?os, identidades falsas, bailes y canciones que constituyen lo m¨¢s agradecido de este montaje. A ¨¦l le toca tambi¨¦n escuchar el relato de la anagn¨®risis y de la reconciliaci¨®n, que Shakespeare sit¨²a fuera de campo para no restar fuerza a su ¨²ltimo golpe de efecto: la visita de Leontes a la estatua de su difunta esposa, que cobra vida. Mendes hace de ¨¦se un momento m¨¢gico, apoyado en la belleza de Rebecca Hall y en la intensidad contenida con que Morven Christie remata su arrobadora interpretaci¨®n de Perdita, la princesa que todos daban por muerta.