Las ra¨ªces de la crisis en el Este
La escasa cultura democr¨¢tica en zonas poscomunistas hace que algunos pol¨ªticos de Europa central y oriental se muestren reacios a buscar acuerdos, respetar los alcanzados y cumplir con las reglas de la UE
La inestabilidad pol¨ªtica y econ¨®mica imperante en la mayor¨ªa de los antiguos pa¨ªses comunistas que entraron en la Uni¨®n Europea en 2004 suscita con raz¨®n inquietud en la vertiente occidental de Europa. El derrumbe pol¨ªtico o econ¨®mico de alguno de los nuevos pa¨ªses miembros podr¨ªa desatar una reacci¨®n en cadena, no s¨®lo en esa regi¨®n, sino en el conjunto de la Uni¨®n. Aunque la crisis econ¨®mica mundial centra principalmente la atenci¨®n de las democracias europeo-occidentales en los aspectos econ¨®micos y financieros de los crecientes problemas que experimenta la Europa Oriental y Central, en realidad, la ra¨ªz de los problemas es pol¨ªtica. O, por as¨ª decirlo, radica en un choque entre cultura e instituciones.
Los populistas de Polonia y la Rep¨²blica Checa quieren el dinero de la UE, pero no sus normas
Los cambios en las instituciones han sido m¨¢s r¨¢pidos que los de la mentalidad popular
Todos los antiguos sat¨¦lites sovi¨¦ticos que entraron en la UE en 2004 experimentaron procesos de modernizaci¨®n institucional de los m¨¢s r¨¢pidos y sorprendentes de la historia. Del comunismo salieron con reg¨ªmenes pol¨ªticos autoritarios, econom¨ªas centralizadas y burocracias ineficientes. Entre mediados de la d¨¦cada de 1990, cuando esos pa¨ªses solicitaron su admisi¨®n en la UE, y 2002, a?o en el que finaliz¨® el proceso de adhesi¨®n, tuvieron lugar inauditos procesos de transformaci¨®n, que convirtieron reg¨ªmenes econ¨®micos centralizados en econom¨ªas de mercado modernas e instituciones pol¨ªticas antidemocr¨¢ticas e ineficientes en instituciones democr¨¢ticas basadas en el Estado de derecho.
La UE desempe?¨® un importante papel en esos cambios, proporcionando experiencia y orientaci¨®n. Como para las ¨¦lites m¨¢s importantes de Europa Oriental la entrada en la UE era el objetivo definitivo, cuando fue necesario, ¨¦sta tambi¨¦n pudo ejercer presiones para que los pa¨ªses aspirantes siguieran sus recomendaciones.
No cabe duda de que la transformaci¨®n institucional, seg¨²n las directrices de la UE, fue un gran ¨¦xito, que sin embargo tambi¨¦n tuvo su cara oculta. Al igual que en otras partes del mundo en las que reg¨ªmenes autoritarios se han convertido en democracias, los cambios institucionales, por complejos que fueran, han resultado m¨¢s f¨¢ciles que la transformaci¨®n de la cultura pol¨ªtica y, en general, de la cultura. Dicho de otro modo, los cambios institucionales fueron m¨¢s r¨¢pidos y complejos que los sufridos por la mentalidad popular.
Despu¨¦s de la creaci¨®n de Checoslovaquia en 1918, el presidente del pa¨ªs, Tomas G. Masaryk, declar¨® en una ocasi¨®n: "Ahora tenemos una democracia, pero no dem¨®cratas". Pasados 90 a?os, ¨¦ste sigue siendo un problema en una regi¨®n que poca o ninguna experiencia democr¨¢tica hab¨ªa tenido hasta 1989.
Hasta cierto punto, 20 a?os despu¨¦s de la ca¨ªda del comunismo, los miembros postcomunistas de la UE siguen siendo "democracias sin dem¨®cratas". Aunque superficialmente se parecen a cualquier otro miembro europeo-occidental de la Uni¨®n -eso s¨ª, quiz¨¢ un poco m¨¢s pobres-, en el fondo, siguen padeciendo una considerable escasez de cultura democr¨¢tica.
Este contraste entre el r¨¢pido avance institucional y la lentitud de los cambios relativos a la mentalidad de la poblaci¨®n ha tenido numerosas consecuencias negativas. Su primer impacto pudo apreciarse poco despu¨¦s de que ocho pa¨ªses ex comunistas fueran oficialmente admitidos en la UE en mayo de 2004. Los Gobiernos de varios de ellos no tardaron en venirse abajo, permitiendo que se impusieran pol¨ªticos populistas, mientras comenzaba a cundir la idea de que el proceso de transformaciones ya hab¨ªa finalizado. Por otra parte, muchos cre¨ªan que los aspirantes a la UE hab¨ªan pagado un precio muy caro.
En la mayor¨ªa de esos pa¨ªses, el panorama pol¨ªtico no tard¨® en convertirse en un polarizado campo de batalla, del que hab¨ªan desaparecido los objetivos antes comunes, principalmente, la adhesi¨®n a la UE. En gran parte de los pa¨ªses de esa zona, la actitud imperante (que podr¨ªa resumirse en "hemos pagado el precio, ahora nos toca relajarnos") se vio acompa?ada de un retorno a la irresponsabilidad fiscal.
Otro aspecto evidente de este cambio de mentalidad posterior al ingreso es el relativo a los problemas que algunos pa¨ªses -Polonia y la Rep¨²blica Checa- le han venido causando a la UE. Actitudes que no s¨®lo se han visto azuzadas por la reaparici¨®n de pasiones nacionalistas -sumergi-das durante el proceso de adhesi¨®n-, sino por las declaraciones de pol¨ªticos populistas que dicen que sus pa¨ªses no necesitan comportarse como alumnos que obedecen a sus profesores.
Poco importa que esta concepci¨®n de la igualdad prescinda totalmente del hecho de que, durante los a?os venideros, estos pa¨ªses recibir¨¢n de otros m¨¢s avanzados de la Uni¨®n considerables cantidades de dinero en concepto de fondos estructurales y otras formas de asistencia.
La ausencia de cultura democr¨¢tica de las zonas postcomunistas se ha manifestado principalmente en la falta de disposici¨®n de algunas ¨¦lites pol¨ªticas europeo-orientales a buscar acuerdos y/o a respetarlos una vez alcanzados. Buen ejemplo es el debate registrado en la Rep¨²blica Checa sobre el Tratado de Lisboa. Dicho documento se negoci¨® y firm¨® despu¨¦s de que a Polonia y la Rep¨²blica Checa, en concreto, se les convenciera de que renunciaran a algunas de sus radicales exigencias. Con todo, a pesar de que el primer ministro checo Mirek Topolanek firm¨® el tratado en nombre de su pa¨ªs, su formaci¨®n, el conservador Partido Democr¨¢tico Ciudadano, que dirig¨ªa el Gobierno, no se sinti¨® comprometido a refrendarlo. El presidente V¨¢clav Klaus, fundador y presidente honorario de dicho partido hasta diciembre de 2008, ejerce su influencia para que no se apruebe el Tratado de Lisboa.
Parece que la causante de algunos de los problemas que hoy apreciamos en Europa Oriental es la excesiva confianza que han depositado los pol¨ªticos y las instituciones financieras de Occidente en la "fachada" adoptada, con la ayuda de la UE, por las decr¨¦pitas estructuras de las sociedades del Este. ?sta es la raz¨®n, por ejemplo, de que algunos bancos occidentales concedieran pr¨¦stamos enormes en la regi¨®n, sin averiguar si las econom¨ªas de esos pa¨ªses eran estructuralmente s¨®lidas y sin preguntarse si no estaban ayudando a crear burbujas financieras y econ¨®micas.
Volvemos, pues, a las diferencias ya mencionadas entre instituciones y cultura. Aunque los pa¨ªses de la regi¨®n parec¨ªan socios perfectos desde el punto de vista institucional, ofreciendo incluso acusadas ventajas mercantiles -como sus reducidos costes laborales-, desde luego no pod¨ªan compararse con sus colegas occidentales en lo tocante a su cultura democr¨¢tica. En ¨¦pocas de crisis, la ausencia de una aut¨¦ntica cultura de esa ¨ªndole se convierte en un grave obst¨¢culo, porque los pol¨ªticos, en lugar de buscar consensos y soluciones generales, suelen acentuar los problemas.
En los ¨²ltimos tiempos podemos encontrar un ejemplo de esta clase de comportamiento en la Rep¨²blica Checa, donde el Gobierno fue derribado por la oposici¨®n (con la ayuda de los aliados del presidente Klaus) en plena presidencia checa de la UE. Hoy un pa¨ªs que deber¨ªa concentrarse en dirigir la Uni¨®n y solucionar la crisis econ¨®mica, no tiene un Gobierno estable y Europa carece de liderazgo. De nuevo, los pol¨ªticos locales anteponen sus luchas internas y sus intereses provincianos a problemas generales y de mayor relevancia.
Europa Occidental no se puede permitir la ca¨ªda de ninguno de los pa¨ªses de la regi¨®n que se enfrentan a graves problemas econ¨®micos. Pero, al mismo tiempo, los Gobiernos de los pa¨ªses con dificultades m¨¢s graves deben saber que lo que las naciones m¨¢s ricas de la UE esperan de ellos es responsabilidad. Si alguno necesita que lo saquen del atolladero, tendr¨¢ que aceptar condiciones dif¨ªciles.
Lo mismo puede decirse sobre las recomendaciones de aquellos que propugnan la entrada de los pa¨ªses de la Europa Central y Oriental en la Eurozona a la mayor brevedad, incluso sin cumplir los requisitos de Maastricht. Hasta cierto punto esto es razonable, ya que, entre los nuevos miembros, el car¨¢cter relativamente estricto de las normas de la zona euro reducir¨ªa su margen de maniobra para tomar decisiones financieras irresponsables. Pero si llegara a barajarse seriamente tal medida, est¨¢ claro que tendr¨¢ que ir acompa?ada de exigencias rigurosas, parecidas a las que los nuevos miembros tuvieron que cumplir para entrar en la UE.
Jiri Pehe es polit¨®logo y antiguo consejero jefe del ex presidente checo V¨¢clav Havel. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
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