Pasar¨¢
El azar es un novelista demente que se divierte llenando la realidad de fastidiosas coincidencias. Ahora, por ejemplo, con la que est¨¢ cayendo, con la angustia global ante el despe?amiento de la situaci¨®n econ¨®mica y con otros terrores por ah¨ª dando vueltas, como, por ejemplo, esos fan¨¢ticos feroces de los talibanes a punto de comerse Pakist¨¢n, un pa¨ªs con armas nucleares; pues bien, con toda esta tristura y esta tensi¨®n, digo, ahora nos llega la guinda de la gripe porcina a modo de peste medieval, una cat¨¢strofe insidiosa y desoladora, porque adem¨¢s es un mal cuya profilaxis impide los besos y los abrazos, impide las manifestaciones de cari?o y estar cerca del otro. Y en ¨¦pocas de miedo, de crisis y de paro, ?qu¨¦ otra cosa nos puede quedar sino los arrumacos, los mimos, el refugio apretado del amor y el afecto? Pues nada: justo en este momento, la perversa providencia nos atiza con una plaga que obliga al aislamiento emocional. Por cierto, me pregunto si el grado de afectividad social puede ser uno de los factores que potencie la expansi¨®n de la epidemia. O sea, si sociedades sobonas, como la mexicana o la nuestra, que nos besuqueamos por todas partes, lo tenemos peor que, por ejemplo, los japoneses.
Pero tambi¨¦n esto pasar¨¢, como dicen los suf¨ªes. Pasar¨¢ la crisis, pasar¨¢ la gripe porcina, incluso pasar¨¢n los talibanes. Y al final seguiremos necesitando los abrazos. En los tiempos oscuros conviene recordar que el futuro existe, que la vida sigue y que el mundo puede mejorar si nos esforzamos. Una lectora de nueve a?os, Violeta Linde, me ha escrito una carta genial contra el maltrato a los animales. Le desespera lo que se hace con los toros en las corridas y dice: "?Los marean, los humillan, los hieren y encima los matan! En un futuro parar¨¦ eso, pero necesitamos justicia ya". Con ni?os as¨ª, ?c¨®mo no animarse?
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