Los talibanes aplastan la cultura past¨²n
Los integristas destruyen la tradicional estructura tribal del norte de Pakist¨¢n
La violaci¨®n del santuario de Pir Baba por los talibanes refleja algo m¨¢s que la osad¨ªa de haberse aproximado a cien kil¨®metros de Islamabad, la capital de Pakist¨¢n. Su desprecio del fervor local hacia esos santos, que tachan de superstici¨®n, atenta contra uno de los signos de identidad de la zona. Junto a la cultura tradicional, los extremistas est¨¢n destruyendo las estructuras tribales que hasta ahora suplantaban la ausencia del Estado en esas regiones. Fuera del cintur¨®n tribal, intentan explotar las injusticias del sistema feudal para minar el orden social.
"La mayor¨ªa de los lugares e instituciones pastunes est¨¢n siendo v¨ªctimas de los ataques [talibanes]", denunciaba Rahimullah Yusufzai en el ¨²ltimo n¨²mero de la revista Newsline. Los fundamentalistas isl¨¢micos a¨²n no hab¨ªan tomado el distrito de Buner, donde se halla la ermita de Pir Baba, pero su cruzada contra la m¨ªnima desviaci¨®n de la estricta ortodoxia que predican ya les hab¨ªa llevado a destruir los santuarios de otras figuras espirituales veneradas por los pastunes y muchos otros paquistan¨ªes.
La asociaci¨®n de la milicia talib¨¢n con el nacionalismo past¨²n ha hecho un gran da?o a este grupo ¨¦tnico, cuyos miembros se extienden a ambos lados de la frontera afgano-paquistan¨ª. En Pakist¨¢n son unos 35 millones, que viven sobre todo en la Provincia de la Frontera Noroccidental. Es cierto que la past¨²n es una sociedad fuertemente patriarcal y anclada en c¨®digos de honor que a ojos occidentales resultan anacr¨®nicos. Aun as¨ª, estudiosos como Abubaqar Siddique se?alan que los severos valores que imponen los extremistas les son ajenos.
La m¨²sica, por ejemplo, ha desaparecido de todos aquellos lugares donde la presencia talib¨¢n la hace peligrosa. No se trata s¨®lo de la m¨²sica occidental o india. El asesinato de la cantante Ayman Udas, el pasado d¨ªa 27 en Peshawar, ha sido un nuevo recordatorio a la menguante comunidad art¨ªstica past¨²n de la creciente amenaza que se cierne sobre ellos. Incluso han atentado contra el mausoleo del m¨¢s destacado poeta en lengua past¨²n, el suf¨ª Rahman Baba.
Adem¨¢s de sus se?as de identidad cultural, los radicales han atacado asambleas de notables (jirgas) en las que tradicionalmente los pastunes solucionaban las disputas entre vecinos. De igual modo, los lashkars, grupos armados reclutados entre los miembros de la tribu para aplicar las decisiones de las jirgas o hacer frente a las amenazas exteriores, han perdido empuje ante los terroristas suicidas.
En el nuevo orden, son cl¨¦rigos afines a los talibanes, cuando no meros seguidores iletrados, quienes imparten una justicia r¨¢pida y brutal. Las recientes grabaciones en m¨®vil del asesinato a sangre fr¨ªa de una pareja supuestamente ad¨²ltera y de la flagelaci¨®n de una muchacha que hab¨ªa salido sola de casa han servido para que muchos paquistan¨ªes se despierten a lo que significa la versi¨®n de la ley isl¨¢mica (shar¨ªa) que reclaman los extremistas.
Y sin embargo, en un pa¨ªs donde el sistema judicial est¨¢ plagado de corrupci¨®n y controlado por los mismos se?ores feudales que detentan la propiedad de la tierra y con frecuencia los cargos pol¨ªticos, la promesa de justicia isl¨¢mica, gobierno efectivo y redistribuci¨®n econ¨®mica atrae a los m¨¢s desfavorecidos. Conscientes de ello, los talibanes tratan de sacar partido.
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