Mascarillas y condones
Las im¨¢genes plagadas de mascarillas que se reciben de M¨¦xico, a prop¨®sito de la nueva gripe o gripe A, me llevan a preguntar una cosa: ?se pondr¨ªan Benedicto XVI o la presidenta del Parlamento vasco una mascarilla para luchar contra el contagio del virus? Es una pregunta de respuesta sencilla: s¨ª o no. Es posible que el primero nos contestara con la ¨²ltima salida del presidente mexicano, Felipe Calder¨®n, y pidiera a la ciudadan¨ªa que la mejor prevenci¨®n pasa por quedarse en casa con la familia, el que la tenga, claro.
Y digo que es posible esa respuesta porque el Papa, mutatis mutandis, ya exige esa medida para combatir el sida, una aut¨¦ntica pandemia asesina que azota a nuestro planeta por todos sus flancos. Y me hago otra pregunta: ?qu¨¦ pensar¨ªamos de alguien que pretendiera imponer a personas con peligro de ser infectadas por un virus letal que prescindieran de una inocente mascarilla, bas¨¢ndose en su porosidad y en que no garantiza una neutralizaci¨®n absoluta del mal que trata de prevenir? La nueva gripe no supone, al menos hoy, ni una milmillon¨¦sima parte de la amenaza que representa el sida para la vida humana, pero si ma?ana un brujo cualquiera reclamara al mundo que renunciara a una simple protecci¨®n por no s¨¦ qu¨¦ razones morales, no dudo que ser¨ªa tachado de loco al momento.
Cierto que no le faltar¨ªan fieles adeptos que se tragar¨ªan su mandato lo mismo que no falta quien se traga la parodia creacionista. Si Darwin con sus pruebas aplastantes no convenci¨® a todos de la evoluci¨®n, como para hacerlo una simple mascarilla, y, adem¨¢s, porosa. Gracias a Dios o gracias a nadie, nadie ha osado todav¨ªa negar su poder de preservaci¨®n a la mascarilla, pero ello pudiera ser debido, no seamos ilusos, a que no hay que pon¨¦rsela en las partes porcinas, como las llamar¨ªa Chumy Ch¨²mez.
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