?Por las barbas de Valle-Incl¨¢n!
?Qu¨¦ bien le sienta la sangre joven al Centro Dram¨¢tico Nacional! Ana Zamora, Alfredo Sanzol y Salva Bolta, directores de este tr¨ªptico, extra¨ªdo del Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, miran a Valle-Incl¨¢n con ojos nuevos, nos lo sirven con una energ¨ªa diferente. Cada cual se ha hecho cargo de un cuerpo del retablo, a su aire, sin buscar un m¨ªnimo com¨²n denominador improbable. El resultado vale la pena.
Ana Zamora (Segovia, 1975) abre el fuego con Ligaz¨®n, "auto para siluetas" ¨ªntimo y oscuro, en la ant¨ªpoda de la espectacularidad grangui?olesca de las otras dos piezas. A escenario vac¨ªo, con un tel¨®n trasl¨²cido que separa el exterior de la venta, Zamora conduce con embrujo el romance abismal de la hija de la mesonera y el afilador errante: entre sus int¨¦rpretes hay qu¨ªmica. Elena Rayos es una Blancanieves alunada, e I?aki Rikarte, un truh¨¢n con mucho garbo. Las escenas que comparten tienen una vitalidad m¨®rbida, acentuada por la luz tenebrista de Albert Faura y por el m¨¢gico espacio sonoro que Luis Miguel Cobo trenza quedamente. La directora y su equipo desentra?an la simbolog¨ªa de la obra y le imprimen carnalidad. Es dif¨ªcil equilibrar como equilibran lo tel¨²rico y lo prosaico. De cuantos montajes vi de Ligaz¨®n, ¨¦ste es el m¨¢s afilado, y el ¨²nico que usa teatro de sombras, como su autor sugiere.
AVARICIA, LUJURIA Y MUERTE
Tr¨ªptico integrado por Ligaz¨®n, La cabeza del Bautista y La rosa de papel, de Ram¨®n del Valle-Incl¨¢n, dirigidas por Ana Zamora, Alfredo Sanzol y Salva Bolta, respectivamente. Producci¨®n: CDN. Madrid. Teatro Valle-Incl¨¢n. Hasta el 21 de junio.
Al acabar Ligaz¨®n, la Pepona de La cabeza del Bautista sale a limpiar la sangre derramada, de manera que el crimen de una pieza prefigura el de la siguiente. El comienzo de ¨¦sta, con los mozos bailando Mi lim¨®n, mi limonero, es arrollador. Alfredo Sanzol (Madrid, 1972) actualiza el contexto de la obra, pero sin traicionar su sentido ni hacer concesiones par¨®dicas. Su procedimiento est¨¢ m¨¢s cerca del de Thomas Ostermeier que del de ?lex Rigola. Sus int¨¦rpretes se mueven como fantoches ("melodrama para marionetas", subtitula Valle-Incl¨¢n), pero respiran verdad ¨ªntima. Son mu?ecos con psique. Don Igi es pura neurastenia en la interpretaci¨®n de Juan Codina, y la Pepona de Luc¨ªa Quintana, toda inteligencia emocional. Hay que verla sugiri¨¦ndole la idea del crimen y urdiendo sus pormenores, seduciendo luego a un J¨¢ndalo poquita cosa, dibujado sabiamente a la contra por Juan Antonio Lumbreras, y transfigur¨¢ndose cuando ¨¦ste la besa fatalmente. ?Qu¨¦ bien resuelta est¨¢ esa escena endiablada! En su oscuro, La cabeza del Bautista se llev¨® por derecho la ovaci¨®n de la noche de estreno.
La rosa de papel, otro ejemplo de grand-guignol trascendido por Valle-Incl¨¢n, est¨¢ resuelto de manera muy distinta por Salva Bolta, que se ha tomado al pie de la letra su subt¨ªtulo ("melodrama para marionetas"): sus int¨¦rpretes se mueven ora como t¨ªteres de hilos cortados ora como personajes de cine mudo, con intenci¨®n humor¨ªstica a medio cristalizar. Bolta explicita lo y desarrolla el final libremente: hace de ese amor post m¨®rtem una escena de cabar¨¦ pasado de rosca. Tiene gracia, pero su idea de montaje se impone a la obra. Est¨¢ tra¨ªda por los pelos de las barbas del autor.
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