La gripe como s¨ªntoma
Escribo este art¨ªculo sentado en el aeropuerto de Roma frente a un grupo de personas con rasgos orientales, cuyas caras lucen una imponente mascarilla. Mis colegas de banco les miran azorados. ?Hacen bien previniendo lo peor? ?Son v¨ªctimas del alarmismo desatado que bloquea vuelos de M¨¦xico (China), ordena sacrificar cerdos (Egipto), o aconseja no ir a Montmel¨® a ver la f¨®rmula 1 ya que "Catalu?a es la regi¨®n europea m¨¢s infectada" (ministra alemana dixit)? Uno de los casos m¨¢s usados en los cursos de an¨¢lisis de pol¨ªticas p¨²blicas es el que narra la crisis de la gripe porcina que se desat¨® en Estados Unidos en 1976, en plena campa?a de primarias para la elecci¨®n presidencial, y cuando la Casa Blanca estaba ocupada por un vacilante Gerald Ford, tras Watergate y la dimisi¨®n de Nixon. Los hechos son los siguientes. En el centro de instrucci¨®n de reclutas Fort Dix (Nueva Jersey), en un fr¨ªo enero de 1976, un grupo de j¨®venes reclutas tuvo problemas respiratorios. Muchos fueron hospitalizados. Uno de los que no lo fueron, tras realizar una marcha nocturna, muri¨®. El m¨¦dico del cuartel envi¨® cultivos al laboratorio estatal. Muchos de los virus encontrados correspond¨ªan al tipo Victoria o de Hong Kong, responsable desde 1968 de la mayor¨ªa de gripes humanas. Pero, otros no respond¨ªan a esas caracter¨ªsticas. Se enviaron los cultivos a Centers for Disease Control (CDC) de Atlanta. El 12 de febrero, el laboratorio del CDC inform¨® del resultado: en cuatro casos, incluido el de la persona fallecida, el virus desconocido era el de la gripe porcina. Como se ha recordado estos d¨ªas, en 1918, una epidemia causada por un virus de gripe porcina, produjo millones de muertes en el mundo entero, medio mill¨®n en Estados Unidos. Si bien, muchas de esas muertes fueron atribuidas a la neumon¨ªa que complic¨® la gripe y que ahora ser¨ªa tratable con antibi¨®ticos, un n¨²mero desconocido sucumbi¨® a la misma gripe. ?Ser¨ªa el virus detectado en Fort Dix, tan virulento como el de 1918? Todo hac¨ªa suponer que los reclutas pod¨ªan haber sido infectados por transmisi¨®n persona-persona. ?Implicaba ello que un virus largo tiempo limitado a los cerdos, estaba ahora volviendo a las personas? ?Implicaba un cambio antig¨¦nico? Si era as¨ª, nadie m¨¢s joven de 50 a?os ten¨ªa anticuerpos espec¨ªficos o capacidad de resistencia para afrontar esa infecci¨®n.
El hacinamiento y las arriesgadas condiciones de producci¨®n y cr¨ªa impulsan lo que ahora padecemos
Es evidente que esta historia tiene muchos puntos de contacto con lo que est¨¢ sucediendo ahora. Riesgo, incertidumbre, ciencia y oportunismo pol¨ªtico se unieron sin rubor alguno. David Sencer, director entonces del CDC, tras constatar que la infecci¨®n en Fort Dix se hab¨ªa extendido a centenares de soldados, convoc¨® una rueda de prensa. Al d¨ªa siguiente, los medios recogieron la noticia, con im¨¢genes de personas con mascarilla y con referencias la mort¨ªfera gripe de 1918. ?Qu¨¦ hacer? Era urgente decidir, ya que de existir el peligro de pandemia (a pesar de que no se conoc¨ªan casos de gripe porcina fuera del cuartel), se necesitaban vacunas, y ello llevaba tiempo. La situaci¨®n era complicada. Si se decid¨ªan por la posibilidad de pandemia, lanzaban el plan de vacunaci¨®n, y luego no se produc¨ªa la infecci¨®n masiva, se habr¨ªa gastado mucho dinero para nada. Pero, ?y si no se tomaban esas medidas y luego ocurr¨ªa la cat¨¢strofe? Por otro lado, a¨²n se dispon¨ªa de tiempo antes de la ¨¦poca del a?o en que se extienden las gripes. No hab¨ªa "grupos de riesgo". Todos los menores de 50 a?os eran susceptibles de ser infectados. Ello implicaba vacunar a 213 millones de personas. Coste aproximado en aquel momento, 134 millones de d¨®lares. El memorando de Sencer al entonces presidente Ford, se inclinaba por lanzarse a la producci¨®n de vacunas en conjunci¨®n con la industria farmac¨¦utica. Gerald Ford, preocupado por el ascenso de un tal Ronald Reagan en las primarias republicanas, aprovech¨® la ocasi¨®n para afianzar su imagen como presidente, y asumi¨® sin pesta?ear el escenario m¨¢s dram¨¢tico en un mensaje a la naci¨®n el 24 de marzo. Orden¨® fabricar la vacuna, y se empez¨® la vacunaci¨®n masiva en octubre, un mes antes de las elecciones. En diciembre se suspendi¨® el programa tras los graves efectos secundarios que la vacuna hab¨ªa causado en miles de personas, sin que posteriormente la epidemia estallase.
Los informes de estos d¨ªas apuntan a que el riesgo de la pandemia es consistente. El virus de la gripe es mucho m¨¢s flexible y mutable que otros que siguen asol¨¢ndonos (sida, malaria, tuberculosis). De hecho, cada a?o, mueren muchas personas por la gripe ordinaria. A mayor movilidad, m¨¢s riesgo de transmisi¨®n r¨¢pida. A m¨¢s vacunas a cerdos y personas, evoluciones a cepas v¨ªricas m¨¢s resistentes. La nueva gripe es un s¨ªntoma de los peligros que desata la v¨ªa de desarrollo escogida, y la falta de reflexi¨®n y precauci¨®n sobre avances cient¨ªficos r¨¢pidamente convertidos en t¨¦cnicas rentables. Lo dice la especialista Laurie Garrett en una revista no precisamente alternativa como es Newsweek: hemos escogido un desarrollo que potencia la evoluci¨®n viral. Si en 1983 consum¨ªamos 152 millones de toneladas de todo tipo de carne al a?o, en 1997 eran ya 233 millones y la previsi¨®n es que en 2020 necesitaremos 386 millones de toneladas de carne de cerdo, de pollo, de ternera o de pescado de granja para poder sostener el ritmo de consumo. Es precisamente en esa mezcla de voracidad y de un modo de producci¨®n que genera hacinamiento y arriesgadas condiciones de producci¨®n y cr¨ªa, lo que impulsa lo que ahora padecemos. En el editorial de The Economist, la conclusi¨®n es distinta pero convergente: necesitamos ¨¢mbitos m¨¢s globales de prevenci¨®n y de gesti¨®n de este tipo de riesgos que acompa?an el modelo de desarrollo por el que se ha optado. Mucha innovaci¨®n y poca gesti¨®n de riesgos. Una combinaci¨®n de m¨¢s sosiego consumista, de m¨¢s ¨¦nfasis en los mercados locales de consumo alimenticio, y de m¨¢s capacidad de gobernanza global, podr¨ªan facilitar el convivir con los riesgos, evitando la b¨²squeda de seguridades totales, imposibles de alcanzar. Como ya dijo Churchill "estamos en la era de las consecuencias".
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