Aqua Alta

Parece complejo intentar la alta cocina en Castell¨®n, ciudad alejada durante decenios de las tendencias que refulgen -o asolan- los paladares de las m¨¢s modernas urbes, y m¨¢s a¨²n pretender hacerlo en las instalaciones de un hotel, binomio conceptual que pese a los m¨²ltiples intentos realizados en los ¨²ltimos a?os por hosteleros y restauradores est¨¢ lejos de alcanzar su plenitud, tal como suced¨ªa en los albores del siglo XX, donde parec¨ªan indisolublemente aparejados, al modo de Ritz y Escoffier, los unos y los otros.

En el hotel Luz se ha instalado un restaurante, Aqua, y al frente del mismo se ha constituido Pedro Soler, joven ilustrado que ha pasado en su aprendizaje por las m¨¢s preclaras escuelas y las m¨¢s solventes cocinas, como es la que los hermanos Roca dirigen en Gerona. Fruto de todo ello nace una culinaria imaginativa am¨¦n que sabrosa, toda vez que sus platos se nutren de las tradiciones y las primeras materias con constatado valor, a las cuales se les aplica una fin¨ªsima y depurada t¨¦cnica.

Pollo de corral confitado con cigalas y verduras al vapor, alb¨®ndiga de cerdo ib¨¦rico con lacado de jengibre, o todos los pescados atrapados en el mar de sus cercan¨ªas, asados y culminados por un abundante grupo de pi?ones tostados, dan idea de sus pretensiones y logros.

Adem¨¢s postres singulares, como el que llaman nieve sobre tierra, que funde los helados de avellana sobre el tostado de las mismas, y les a?ade chocolate y trompetas de la muerte confitadas, lo cual le confiere complejidad sin pizca de confusi¨®n.

En todas ¨¦pocas arroces -ahora, melosos de primavera- y en invierno men¨²s espec¨ªficos de la trufa negra que da la tierra.