El d¨ªa despu¨¦s
Patxi L¨®pez ha apostado por lo simb¨®lico en su juramento como lehendakari. Ha obviado la extravagante referencia al Dios humillado. Y ha reemplazado a la Biblia por el Estatuto de Guernica en el papel de testigo mudo. Sobre el primer gesto, poco que decir: es un acto de normalidad laica, que adquiere quiz¨¢ m¨¢s relevancia en el Pa¨ªs Vasco por el v¨ªnculo indisoluble entre nacionalismo y religi¨®n cat¨®lica. El segundo parece transparente, pero es m¨¢s complicado. Desde luego, a m¨ª me hubiese confortado m¨¢s que el juramento se hubiese realizado, por ejemplo, sobre la p¨¢gina del diario alem¨¢n Berlinische Monatsschrift que un d¨ªa de diciembre de 1784 conten¨ªa el art¨ªculo de Immanuel Kant ?Qu¨¦ es la Ilustraci¨®n?, porque si hay un ideal que pueda combatir eficazmente tanto la religi¨®n como esta forma religiosa de creencia pol¨ªtica, que es el nacionalismo, ¨¦ste es el que cifra la emancipaci¨®n humana en la capacidad de cada cual para pensar y decidir por s¨ª mismo. Pero los ritos de la pol¨ªtica dejan poco espacio para la iron¨ªa. Patxi L¨®pez prefiri¨® el Estatuto. Con ello, ciertamente, quer¨ªa poner las reglas del juego compartidas democr¨¢ticamente por delante de la fe y de las creencias. Pero hay un peque?o problema: el Estatuto se ha convertido en la bandera de los dos partidos que han llevado a Patxi L¨®pez al poder. Y las banderas son patrioteras, aunque sean constitucionales.
Al presentar la pol¨ªtica vasca como un conflicto entre constitucionalistas y nacionalistas, los textos constitucionales dejan de ser territorio com¨²n. Se convierten en una figura nacionalista, del otro nacionalismo. Con lo cual ha sucedido lo inevitable: que el pacto de gobierno entre los autollamados constitucionalistas tiene un contenido fundamentalmente identitario, es decir, nacionalista. ?O no es eso lo que se desprende de un texto que cifra como elementos estelares un cambio en la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica y la transmisi¨®n, a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos, de otra visi¨®n de la sociedad vasca?
En Catalu?a, la alternancia lleg¨® en clave derecha-izquierda. Entre otras cosas, porque hay una m¨ªnima visi¨®n compartida del pa¨ªs en una amplia mayor¨ªa del espectro pol¨ªtico. En el Pa¨ªs Vasco, llega en clave identitaria. Qui¨¦rase o no, la nueva coalici¨®n de gobierno refuerza el car¨¢cter identitario de la pol¨ªtica vasca: patriotas constitucionales, por un lado; patriotas vascos, por el otro. Aunque la naturalidad con que se ha producido la salida de Ibarretxe de la pol¨ªtica invita a pensar en que el propio PNV duda sobre las pasiones nacionalistas vascas, de modo que quiz¨¢ el choque de trenes nacionalistas no sea inevitable.
Probablemente es cierto que el PSE no ten¨ªa otra opci¨®n. Pero, entonces, lo que hay que preguntarse es por qu¨¦ se ha llegado a esta situaci¨®n en que el PSE y el PSOE han de correr el riesgo de una alianza tan precaria con el PP, un partido que tiene como objetivo prioritario echarles del poder en Espa?a. Ciertamente, la respuesta que sale de cualquier manual nacionalista, de un signo o de otro, es que para PP y PSOE, Espa?a es lo ¨²nico importante. Pueden pelearse en todo, pero no en lo que es su ¨²ltima raz¨®n de ser. Como todas las explicaciones incontestables, suenan mucho pero no explican casi nada. Desde el lado socialista se apela a la excepcionalidad vasca por la cuesti¨®n de ETA. Pero ETA hoy est¨¢ afortunadamente en v¨ªas de amortizaci¨®n, con un peso pol¨ªtico insignificante, y ya no tiene mucho sentido utilizarla como coartada de la coalici¨®n. Precisamente la principal tarea de Patxi L¨®pez es preparar el d¨ªa despu¨¦s de ETA.
Si el PSOE se ha metido en esta coalici¨®n de alto riesgo es, en buena parte, por la incapacidad de convertir en estrategia el eslogan de la Espa?a plural con el que Zapatero inici¨® su andadura presidencial. A medida que llegaba la hora de concretar la idea se fue descubriendo que era una frase vac¨ªa. Por ninguna parte apareci¨® una f¨®rmula de articulaci¨®n pol¨ªtica realmente alternativa a la idea unitarista de Espa?a del PP, que integrara a los nacionalismos perif¨¦ricos en la evoluci¨®n del sistema pol¨ªtico. Y, sin embargo, de alg¨²n modo habr¨¢ que llenar este vac¨ªo cuando ETA ya no pueda ser coartada para nadie. Para ello se necesita al PNV. Ibarretxe no ha sido capaz de aglutinar una amplia mayor¨ªa de vascos m¨¢s all¨¢ de los que ¨¦l mismo llama abertzales. Es decir, deja el pa¨ªs dividido en dos. En vez de exhibir resentimiento y frustraci¨®n, Ibarretxe hubiera hecho bien en reflexionar por qu¨¦ las condiciones que ¨¦l ha creado han hecho imposible la coalici¨®n con el PSOE bajo su liderazgo. Puesto que Ibarretxe lo deja, la reflexi¨®n tendr¨¢ que hacerla su partido. Para que un d¨ªa sea posible la cuadratura del c¨ªrculo.
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