Chavela Vargas
"As¨ª me voy a morir, libre, sin yugos"
No hay que fiarse de la silla de ruedas ni de las arrugas en el rostro. Tampoco de las gafas oscuras tras las que esconde su mirada. Ni siquiera de los 90 a?os que, seg¨²n el calendario, acaba de cumplir. Todo es un disfraz. Tras ¨¦l sigue viva, divertida, feroz, indomable, Chavela Vargas. Ya no bebe tequila ni fuma cigarros. Ya no enamora mujeres por derecho, a plena luz del d¨ªa. Tal vez porque aquel alcohol, aquel humo y aquellas caricias ya no son piedra de esc¨¢ndalo, territorios prohibidos. Supo huir de Costa Rica a los 17 a?os. De aquella ¨¦poca recuerda a unos abuelos a los que apenas conoci¨®, a unos padres a los que conoci¨® demasiado y a unos t¨ªos "a los que Dios tenga en el infierno". Su mejor juguete fue un rev¨®lver con el que distra¨ªa la soledad disparando a las culebras. Lleg¨® a M¨¦xico en un avi¨®n de h¨¦lice, se hizo cantante de rancheras, se forj¨® una leyenda negra. Conoci¨® y disfrut¨® a los mejores -Diego Rivera, Frida Kahlo, Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez-, pero tambi¨¦n tuvo que fajarse con los peores. Dicen que manejaba la guitarra y el gatillo con id¨¦ntica destreza, porque ya se sabe que a los de su estirpe el destino no les pone red y tienen que jugarse el futuro a vida o muerte. Ni qu¨¦ decir tiene que Chavela Vargas se gan¨® un lugar entre los grandes, y ahora est¨¢ aqu¨ª, en la azotea de un hotel de la plaza del Z¨®calo, en el coraz¨®n de la ciudad de M¨¦xico, justo dos d¨ªas antes de estallar la alarma por la gripe porcina, charlando de sus sentimientos, esculpiendo cada frase lentamente, como si fuera a una gruta a elegir las palabras y s¨®lo regresara con las mejores. A veces se queda callada. Y s¨®lo vuelve a hablar cuando est¨¢ segura de que sus frases van a mejorar el silencio. Qui¨¦n supiera hablar como calla Chavela.
"Los artistas estamos sosteniendo un mundo que se cae. Damos esperanza"
"Los importantes me buscan a m¨ª cuando sienten tristeza. Parece mentira"
El escritor Carlos Monsiv¨¢is dijo en su homenaje que nadie le habla de usted. Que hablarle de usted a Chavela ser¨ªa como si uno mismo se hablase de usted?
Monsiv¨¢is, mi amigo del alma. Lo quiero mucho. Y tiene raz¨®n. Nadie me habla de usted. Me molesta la distancia del usted. Es una cosa muy especial. H¨¢blame de t¨².
La ciudad de M¨¦xico se volc¨® en tu homenaje. Y llegaron mensajes de cari?o de tus amigos de todo el mundo.
Yo estoy muy contenta, porque se anunci¨® un homenaje y no fue un homenaje. Fue una confesi¨®n. Yo ve¨ªa a todo el mundo. Y le hablaba al o¨ªdo a cada uno. Y cada uno de los que all¨ª estaban me hablaba al o¨ªdo a m¨ª. Lo sent¨ª todo, lo vi todo. A mis a?os no estoy sorda ni estoy tonta. Lo oigo todo y me estaba dando cuenta de todo lo que pasaba a mi alrededor.
?Y qu¨¦ estaba pasando?
El p¨²blico me estaba pidiendo amor. Que es lo que a la gente le hace falta. Los artistas estamos sosteniendo un mundo que se est¨¢ cayendo. Damos esperanza. Por eso se arriman a m¨ª, creyendo encontrar el amor. Y a veces s¨ª lo encuentran y otras veces no, porque yo tampoco lo tengo.
?Te diste cuenta de las edades de la gente que te sigue? Hab¨ªa gente de 18 a?os?
Y hasta de 80. Como Tongolele [la bailarina y actriz Yolanda Ivonne Montes].
Hay artistas que tienen un p¨²blico que va creciendo a su ritmo, pero no es tu caso. Cuando vas a Espa?a y te alojas en la Residencia de Estudiantes, aquello se llena de j¨®venes.
Me encantan los j¨®venes. La maravilla de mi vida es que yo nunca me he sentido importante. Yo voy por la vida como un oficio. Con todo el coraz¨®n, con todo el sentimiento, pero como si fuera una cosa ya impuesta por el destino. El destino quiso que yo estuviera en un escenario, y lo estoy cumpliendo, porque las ¨®rdenes qui¨¦n sabe de d¨®nde vendr¨¢n. Eso que llaman alma, que es intangible, que es mentira, de donde viene toda la cosa art¨ªstica, tambi¨¦n te lo regala el destino.
?Y de d¨®nde viene el alma?
Qui¨¦n sabe.
Entonces, ?no se puede ir a una escuela a aprender el arte, a buscar el duende?
Es imposible. Es in¨²til perseguir el duende. No lo puedes comprar. No lo puedes alquilar.
Ni simular?
Nada, nada. O es natural o el p¨²blico se da cuenta. Y yo me siento muy contenta. He cumplido una misi¨®n. Con mucho gusto. No forzada. Con amarguras a veces. Con dolor m¨¢s que nada. Pero eso pas¨®. No dej¨® cicatrices en mi vida. No tengo malos recuerdos. Todo ha sido bell¨ªsimo.
?Est¨¢s satisfecha?
S¨ª.
A ti te gustaron siempre las cantinas con car¨¢cter. ?Cu¨¢ndo estuviste en alguna por ¨²ltima vez?
Con Pedro [Almod¨®var]. ?sa fue la ¨²ltima vez. Fue muy gracioso. Nos sentamos en la mesa de Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez y Pedro estaba feliz. Y yo le dije: -No tomes tequila, porque cuando te d¨¦ el aire te caes. Y me dijo: -No te preocupes. ?Pues en cuanto le dio el aire se cay¨®! Le pasa a todo el mundo. A todos los turistas. Se caen. Es encantador el tequilazo. Me parece divino que M¨¦xico tenga eso del tequilazo. Bajas del avi¨®n, te tomas un traguito? ?y al suelo!
?Qu¨¦ es para ti Pedro?
Es mi amor en la tierra. Es mi ¨²nico amor en la tierra.
?l dice que cuando se muera, antes que como director de cine, quiere ser recordado como amigo de Chavela Vargas.
Es lindo que diga eso. Es lindo, s¨ª.
?Por qu¨¦ esa relaci¨®n?
Somos almas gemelas. Tenemos mucho en com¨²n.
?Qu¨¦ ten¨¦is en com¨²n?
El dolor y la angustia y todo lo que hace falta para crear. Hay que inventar las cosas y cuando se inventan, duelen.
Qu¨¦ bonito eso que dices?
Duelen mucho. Hay que sostener la mentira. Hay que sostener todo eso, que duele mucho. D¨ªa con d¨ªa te duele. Tienes miedo a que se descubra la verdad. T¨² te sonr¨ªes, porque suena simp¨¢tico, pero es verdad. Y a Pedro y a m¨ª nos pasa lo mismo. Parecemos muy valientes, pero por dentro... Por dentro "S¨®lo Dios sabe"
?Me est¨¢s hablando de la soledad?
Soledad es libertad. Y nosotros somos libres, libres, libres? Que es lo m¨¢s bello. Yo no tengo yugos. Yo no me agacho ante nadie. Jam¨¢s. Y lo mismo le pasa a Pedro. Nos ofrecen millones por una cosa y preferimos ir de gratis a otra. El alma vale m¨¢s que los millones. As¨ª somos. Y me encanta ser as¨ª y as¨ª me voy a morir, libre, porque ya no me falta mucho. Soy consciente de que ya voy terminando mi jornada.
No digas eso, Chavela. Que t¨² lo dices sonriendo, pero a tus amigos les da tristeza.
No hay que tener tristeza. Lo digo tranquila, sin amargura.
?Le das vueltas a la idea de la muerte?
No siempre. De repente. Me topo conmigo, y hablo.
?Y qu¨¦ te dices?
Me dice la Chavela: vas bien por ah¨ª. Quisiste ser libre [se le quiebra su voz tan potente] y yo te he mantenido libre. Sigue as¨ª, sigue adelante. Termina tu jornada, que el final ya va a ser pronto y muy hermoso. Y yo le doy las gracias. Ya voy teniendo ganas de descansar para siempre. Yo no le debo nada a la vida ni la vida me debe ya nada a m¨ª. Tengo ganas de recostarme en el regazo de la muerte, que debe de ser bell¨ªsimo, muy bello. Tal vez por eso le tenemos tanto miedo a ese momento. Porque debe de ser hermos¨ªsimo.
Tanto como hermos¨ªsimo, Chavela...
Que s¨ª... Est¨¢ muerta de risa la muerte.
Eso ser¨¢ por la relaci¨®n tan especial de los mexicanos con la muerte...
El mexicano se divierte jugando a los volados (lanzando una moneda al aire para ver si sale cara o cruz) con la vida y con la muerte. As¨ª me divierto yo, jugando a los volados con la vida y con la muerte.
T¨² siempre has vivido sin miedo. No vas a cambiar ahora...
No, no voy a cambiar ahora. Ser¨ªa un rid¨ªculo, un rid¨ªculo espantoso. ?T¨² te imaginas que yo me muera en un monasterio? Es lo peor que me pod¨ªa pasar. Ja ja ja?
Que te convirtieras ahora... Que buscaras a un cura para que te perdonara los pecados...
?Ay, no me digas eso! Yo no creo en los curas. ?Te imaginas yo con un cura? El d¨ªa que me fue a ver uno yo le dije: "?C¨®mo le tengo que llamar, padrecito o padrezote?". Y otra vez, estando en el hospital, me fue a ver uno y le dije que yo era budista para que me dejara en paz. Me encanta divertirme. Con la gente, pero sin ofenderla.
Y adem¨¢s de Pedro Almod¨®var, ?qui¨¦nes son tus otros amores en Espa?a?
Hay mucha gente que quiero. A Elena Benarroch, a Mariana Gyalui, a Martirio... Y a mi cuatacho [amigote] Joaqu¨ªn Sabina. ?se me escribe recados en servilletas sucias de la calle. Me hace mucha gracia. Siempre hace cosas inauditas Joaqu¨ªn. Cosas rar¨ªsimas, y le salen bien.
Si te tuvieras que quedar con una ¨¦poca de tu vida, ?cu¨¢l elegir¨ªas?
Este momento. S¨ª. Estoy bien. Estoy centrada. No me he desbocado. Ni me siento m¨¢s de lo que soy, ni menos tampoco. Estoy en un t¨¦rmino justo.
En tu homenaje recibiste flores de presidentes de Gobierno, de premios Nobel, pero -a diferencia de otros artistas- t¨² nunca has buscado resguardarte a la sombra del poder.
Yo no busco a los importantes. No tengo por qu¨¦ buscarlos. Para nada. Ellos me buscan a m¨ª cuando sienten tristeza. Parece mentira. Se acercan a m¨ª. Y es la tristeza la que te hace buscar al amigo, que siempre est¨¢ presente. Es la se?ora tristeza, y la se?ora soledad... Esas dos, seas poderoso o no, siempre est¨¢n a la cabecera de tu cama. Pero -Como sigamos hablando aqu¨ª en la terraza, se nos va a llevar el viento-.
La conversaci¨®n sigue dentro, durante un almuerzo que Chavela Vargas comparte con sus amigas. Pide fettuccini con salsa de flor de calabaza. A su lado, las dos muchachas que la cuidan en su casa de Tepoztlan, un pueblo m¨¢gico situado a una hora de coche del Distrito Federal. All¨ª disfruta de sus dos perros de raza prehisp¨¢nica, de la lectura, de sus voluntariosos paseos para intentar deshacerse lo antes posible de la silla de ruedas. Hay un momento, tras un rato en silencio, que Chavela interrumpe la conversaci¨®n con dos palabras que son un pu?etazo en la mesa. "?Me voy!". Se ha enfadado porque se ve incapaz de comer los fettuccini sin ayuda. Y ese "me voy" no se refiere a una retirada temporal, sino a despedirse de un mundo que la vio triunfar y ahora la ve postrada en una silla de ruedas.
Dos d¨ªas despu¨¦s, en su casa, con sus perros, Chavela vuelve a lucir su sonrisa.
T¨² decidiste cambiar tu destino...
Me cost¨® mucho ser lo que soy. Me enfrent¨¦ al mundo. Abr¨ª los brazos. Y le dije al mundo: ven. Hablemos. Hablemos noche a noche. Y el mundo y yo platic¨¢bamos todas las noches. A veces se me negaba. Me cost¨® mucho salir adelante. Muchas l¨¢grimas de sangre.
?A qu¨¦ edad te fuiste de Costa Rica?
A los 17, y tuve que venir a M¨¦xico a descubrir el calendario. A darle vueltas, a ver en qu¨¦ n¨²mero ca¨ªa, a jugar a la ruleta de la vida, y le daba vueltas, el 21, el 42, y le he estado dando vueltas hasta los 90.
?A qu¨¦ asocias tu pa¨ªs?
A la negaci¨®n del mundo. All¨ª no hubiera podido yo leer ni la gu¨ªa del tel¨¦fono. Los curas me hubieran comido. La Iglesia cat¨®lica se me ech¨® encima desde que nac¨ª. Y un d¨ªa le ment¨¦ la madre a un cura. Me dijo: "Ego te absolvo". Y yo le dije: -Ch¨ªngate a tu madre.
?Te viniste sola?
S¨ª, sola, vend¨ª una gallina y dos guajolotes (pavos) Y me vine en un avi¨®n de h¨¦lice.
?Y nunca volviste a Costa Rica?
Hace seis a?os. Dej¨¦ Veracruz, donde ten¨ªa una casa, y me volv¨ª a Costa Rica. Y a los siete meses, unas navidades, decid¨ª volver a M¨¦xico. Qu¨¦ pa¨ªs Costa Rica. Yo pondr¨ªa all¨ª a todos los suicidas del mundo. Les pondr¨ªa all¨ª un departamento. Ser¨ªa un buen negocio una tienda de ata¨²des. Eso es lo que pienso de Costa Rica. Hay all¨ª una prostituta que es la m¨¢s grande del mundo, y llega all¨ª y se le hincan en la tierra para saludarla. El arzobispo y todos. Un d¨ªa me dijo: -Yo s¨ª soy profeta en mi tierra, y t¨² no, Chavela. Y le dije: -S¨ª, tienes raz¨®n.
?Qu¨¦ recuerdas de tu leyenda negra?
Eran otros tiempos, otras cosas, otras gentes. Andabas en la calle con Diego Rivera, con Frida Kahlo, muy tranquilos, nadie se espantaba, nadie dec¨ªa ah¨ª viene Frida, ah¨ª viene Diego, eran personajes que estaban dentro del paisaje, y la gente los quer¨ªa.
?C¨®mo los conociste?
Me invitaron a una fiesta en su casa. Y ya me qued¨¦, me invitaron a quedarme con ellos a vivir y aprend¨ª todos los secretos de la pintura de Frida y Diego. Secretos muy interesantes que nunca desvelar¨¦, jam¨¢s. Y ¨¦ramos felices todos. ?ramos una gente que viv¨ªa d¨ªa con d¨ªa, sin un centavo, tal vez sin qu¨¦ comer, pero muertos de la risa. Todo el tiempo. Me fui acostumbrando a ellos, acostumbr¨¢ndome a sus costumbres.
?Y fue una amistad de cu¨¢nto tiempo?
Dos a?os conviv¨ª con ellos. Y un d¨ªa llegaba all¨ª Trotsky y me parec¨ªa la cosa m¨¢s natural, no me espantaba. Yo preguntaba: ?Qui¨¦n es ese viejo peludo?-. Y Frida me dec¨ªa: Trotsky, c¨¢llate Chavela, no hables tan fuerte-.
?Fue una buena decisi¨®n renunciar a tu pa¨ªs y venir a M¨¦xico?
Sin duda. Yo amo a M¨¦xico. Menos dinero, me dio todo. Me permiti¨® luchar a la par de los grandes. Ah¨ª me forj¨¦. Con Pedro Infante, con Agust¨ªn Lara... Y no hice mal papel. Me la jugu¨¦ y termin¨® todo gloriosamente.
?Por qu¨¦ dices que te la jugaste?
Porque era jug¨¢rsela. O triunfaba o me acababa. Hasta ah¨ª llegaba. No hab¨ªa t¨¦rmino medio. Bueno, pues triunf¨¦. Muy bien triunfada. Nadie me pod¨ªa decir nada. A nadie le deb¨ªa nada. Tengo el orgullo de que a nadie le debo nada, que es precioso sentirse libre.
Y esa sensaci¨®n de que o triunfabas o ca¨ªas, ?la tuviste presente siempre, en cada concierto? ?Viene de ah¨ª parte de tu desgarro?
S¨ª. Hasta cuando era estrella sal¨ªa al escenario con un sabor amargo en la boca. Por eso ten¨ªa que recurrir al alcohol.
Y segu¨ªas jug¨¢ndotela...
Y segu¨ªa jug¨¢ndomela. Siempre he sido peleadora en la vida, por un nombre, porque me llamaba Chavela Vargas. Cuidaba mucho mi nombre, era lo ¨²nico que ten¨ªa. Y as¨ª fue pasando la vida hasta llegar a los 90 a?os, que pesan.
?En qu¨¦ te pesan?
Sobre las espaldas llevo un cargamento de recuerdos.
?Tienes buena memoria?
S¨ª. Muy buena memoria. Cosas que no se me olvidan, cosas que te puedo decir ahorita. No se me olvida que hubo una ¨¦poca en que fui borracha. Beb¨ªa mucho, y un d¨ªa dije: -Me voy a morir. O me muero o me compongo. Tengo que definirlo yo. Y dije: -Pues dejo de beber. Y le dije a la criada: -Dame la ¨²ltima copa, y ella dijo: "Ah, qu¨¦ barbaridad"-.
No te crey¨®...
No me crey¨®. Pero me llev¨® la ¨²ltima copa y fue la ¨²ltima copa. Y el cigarro tambi¨¦n lo dej¨¦ al mismo tiempo.
?Hace cu¨¢nto?
20 a?os.
?Y no tienes la tentaci¨®n de vez en cuando?
C¨®mo no. Para qu¨¦ te voy a mentir A veces estiro la mano para agarrar el vaso de tequila, o el cigarro.
Y tener buena memoria ?es una suerte o a veces se convierte en un peso?
En un peso, porque recuerdo cosas que me dolieron y que me afectan mucho. Me siguen doliendo.
Hablas de la soledad y de la tristeza, pero yo veo que por detr¨¢s de esas gafas negras t¨² est¨¢s sonriendo?
S¨ª, me estoy sonriendo de todo. No me queda m¨¢s remedio. Si no, ser¨ªa una amargada, y no, no me da la gana serlo. P
La reina de las rancheras
Chavela Vargas
es la voz desgarrada, el sentimiento que sale de las entra?as cantando unas rancheras sentidas, ¨²nicas, con un estilo diferente al del otro grande mexicano, Jorge Negrete.
Nacida en Costa Rica, Isabela Vargas Lizano se ha considerado siempre mexicana. Se fue a M¨¦xico a los 14 a?os, vagabunde¨® por las calles de D.?F. hasta que, a los 30 a?os, se hizo cantante profesional. Canciones como La llorona, Piensa en m¨ª, Volver, volver o La Macorina, interpretadas hasta entonces s¨®lo por hombres, convirtieron a Chavela en un s¨ªmbolo, redescubierto hace pocos a?os en Espa?a gracias a Almod¨®var y Sabina.
Reci¨¦n cumplidos los 90 a?os, M¨¦xico le rindi¨® un homenaje. Junto a la entra?able figura de la anciana cubierta con su poncho estuvieron sus amigos.
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