A prop¨®sito de Bolonia
El nombramiento de ?ngel Gabilondo como nuevo responsable de Educaci¨®n resulta esperanzador no s¨®lo por sus virtudes personales, sino adem¨¢s porque accede al ministerio acompa?ado por la reintegraci¨®n de las competencias universitarias, que le hab¨ªan sido expropiadas por la extravagante reestructuraci¨®n administrativa decidida hace un a?o. As¨ª, se recupera la gesti¨®n continua de todo el ciclo escolar, desde la educaci¨®n infantil hasta la ense?anza universitaria de postgrado, tal como sucede en las propias biograf¨ªas de los alumnos, lo que permite integrarla en un todo continuo dotado de unidad interna y sentido ¨²ltimo, evitando su fractura interrumpida que tanto favorece el temprano abandono escolar. Por eso, cabe esperar que el nuevo ministro logre abordar integralmente los problemas de la educaci¨®n en Espa?a.
Sobran licenciados; faltan inform¨¢ticos, enfermeros y asistentes sociales
La Universidad va con la sociedad: una m¨¢quina de expedir t¨ªtulos
Pero en pol¨ªtica se impone la agenda ¨²nica de la actualidad medi¨¢tica, y esto hace que a Gabilondo s¨®lo se le demande solventar el embolado de Bolonia. Lo cual ser¨ªa un error que no cometer¨¢, pues hay mucha vida educativa m¨¢s all¨¢ y, sobre todo, m¨¢s ac¨¢ de Bolonia. En realidad, la mejor forma de enfrentarse a los problemas universitarios es situarlos en perspectiva longitudinal y biogr¨¢fica, como el desenlace que corona un largo proceso de aprendizaje iniciado en el hogar y concluido al salir de la universidad para ingresar en la vida activa. Pues si la educaci¨®n primaria y secundaria fracasan, entonces al llegar a la universidad ya es demasiado tarde para arreglar nada, con Bolonia o sin ella. He aqu¨ª una lista de los problemas sucesivos que deben resolverse con perspectiva finalista o teleol¨®gica a lo largo del itinerario educativo, de tal modo que cada etapa sea la consecuencia l¨®gica de la anterior.
La educaci¨®n infantil, donde los beb¨¦s aprenden a adquirir sus primeras habilidades sociales, debe universalizarse (pues ahora s¨®lo se presta gratuitamente a una exigua proporci¨®n de menores) y profesionalizarse para no reducirla a una guarder¨ªa conciliadora del trabajo materno. La ense?anza primaria presenta un grave problema emergente, que es su segregaci¨®n clasista en dos redes educativas, privada y p¨²blica, con creciente discriminaci¨®n social y ¨¦tnica en perjuicio de la necesaria igualdad de oportunidades. Como ya dediqu¨¦ una reciente tribuna a este problema (Educaci¨®n para el segregacionismo, publicada en EL PA?S, el 23 de octubre de 2008), no insistir¨¦ m¨¢s. Pero adem¨¢s de su segregaci¨®n, el otro problema que se le plantea a la educaci¨®n primaria es el d¨¦ficit de comprensi¨®n lectora y capacidad expresiva que se adquiere en sus aulas, un h¨¢ndicap que despu¨¦s se arrastra a todo lo largo del itinerario educativo.La ense?anza secundaria se enfrenta a dos problemas tambi¨¦n muy graves. El m¨¢s notorio es el excesivo fracaso y abandono escolar, cifrado en un 30% de los alumnos, a la cabeza de la OCDE. Pero m¨¢s insidiosa es la inexistencia pr¨¢ctica de la formaci¨®n profesional (FP) como v¨ªa de inserci¨®n en la actividad, origen de la inversi¨®n de la pir¨¢mide educativa a la que me referir¨¦ despu¨¦s. Y tras estas dos lacras siguen otras carencias bien conocidas, como el d¨¦ficit de competencia educativa y de calidad en el aprendizaje que revelan los Informes PISA. Finalmente, llegamos a la ense?anza superior, muy afectada por su reciente masificaci¨®n con excesiva dispersi¨®n por hipertrofia auton¨®mica, seguida despu¨¦s por la ca¨ªda demogr¨¢fica de la demanda que ha despoblado demasiadas aulas. Todo lo cual ha redundado en una devaluaci¨®n de los t¨ªtulos superiores, tras su antiguo prestigio elitista cuando la universidad era minoritaria, dando lugar al fen¨®meno de los mileuristas que anuncian el declive de la clase media profesional tras el fin de la meritocracia. Y as¨ª llegamos a Bolonia como presunta panacea.
Si Espa?a es el problema, Europa es la soluci¨®n. Cuando ya se cre¨ªa que este axioma regeneracionista (retomado de Costa por Ortega) estaba superado por nuestra definitiva normalizaci¨®n democr¨¢tica, he aqu¨ª que de nuevo se espera que la burocracia de Bruselas (el EEES o Espacio Europeo de Educaci¨®n Superior) resuelva desde arriba por decreto ley todos nuestros problemas. Unos problemas universitarios con cuyo diagn¨®stico se puede estar de acuerdo, pero no tanto con la soluci¨®n ordenancista canonizada por la escol¨¢stica de Bolonia. ?Cu¨¢les son esos problemas? Distingamos entre la oferta y la demanda universitaria.
Empezando por la oferta, nuestra universidad actual es de baja calidad, en t¨¦rminos de productividad investigadora y docente. Pero en eso resulta representativa de la sociedad espa?ola, de gran mediocridad cultural y cuya econom¨ªa se caracteriza (a causa de su dependencia del ladrillo) por su d¨¦ficit de productividad y competitividad. Y es que cada sociedad tiene la universidad que se merece. Se dir¨¢ que deber¨ªa ser misi¨®n de la universidad liderar el cambio cultural y econ¨®mico de la sociedad espa?ola. Y ojal¨¢ fuera posible. Pero hace ya tiempo que la universidad dej¨® de ser el vivero elitista de las clases dominantes, como suced¨ªa en el franquismo, y tampoco es ya el privilegiado oasis de libertad y movilizaci¨®n que anim¨® la transici¨®n democr¨¢tica. No, ahora, tras su masificaci¨®n y fragmentaci¨®n auton¨®mica, la universidad s¨®lo es una m¨¢quina expendedora de t¨ªtulos acad¨¦micos de bajo coste, limit¨¢ndose a satisfacer las demandas arribistas de una sociedad de clases medias que no aprecia el capital humano, sino el capital social. De ah¨ª que la inversi¨®n de la pir¨¢mide educativa (muchos titulados superiores y pocos t¨ªtulos de grado medio y FP) no haga sino reflejar la inversi¨®n de la pir¨¢mide ocupacional (muchos m¨¦dicos, abogados y arquitectos frente a pocos enfermeros, inform¨¢ticos y asistentes sociales). Por eso hay que buscar las responsabilidades de semejante abaratamiento acad¨¦mico no tanto en el lado de la oferta como en el de la demanda universitaria.
Es el otro grave problema que deber¨ªa resolver Bolonia: la pasividad, conformismo, adocenamiento y falta de iniciativa de nuestro alumnado universitario, que compagina su prolongada permanencia en las aulas con la inactiva dependencia familiar mientras se entretiene con descargas audiovisuales, consumismo posesivo y el gregario botell¨®n (adem¨¢s de otros h¨¢bitos estupefacientes que lidera nuestra juventud a escala mundial). Un estilo estudiantil de vida que les mantiene en una tutelada minor¨ªa de edad hasta los 25 a?os, impidi¨¦ndoles adquirir la experiencia de la autonom¨ªa personal a la espera de hipotecarse de por vida accediendo a un piso de propiedad privada. No es extra?o, por ello, que opten por la sobretitulaci¨®n acad¨¦mica a fin de asegurar su futuro mediante el posterior subempleo, reproduciendo de este modo la perversa inversi¨®n de la pir¨¢mide ocupacional y educativa. Y siendo as¨ª todo esto, ?alguien puede pensar que las nuevas ordenanzas burocr¨¢ticas de Bolonia lograr¨¢n arreglar las cosas? Habr¨¢ que esperar y ver, para poder creerlo. Pero lo que s¨ª parece seguro es que, de acuerdo a nuestra tradici¨®n (hecha la ley, hecha la trampa), una y otra parte, profesores y alumnos, aprenderemos a adaptarnos al embolado de Bolonia.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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