25 a?os para un instante
El Athletic vive de s¨ªmbolos, esp¨ªritus e ¨ªdolos. Alg¨²n s¨ªndrome le aqueja alguna vez. Zarra, Ga¨ªnza, Ir¨ªbar, Rojo..., han puesto nombre o apellidos a la historia rojiblanca. Eran ¨ªdolos que por s¨ª mismos se convert¨ªan en garantes de la simbolog¨ªa centenaria de un club singular. Tan singular que en su particular olimpo guarda algunas hornacinas para tipos humildes de los que se enamora la ciudadan¨ªa rojiblanca. Toquero resucit¨® el esp¨ªritu de Endika de la final del 84 cuando en su primer remate aloj¨® el bal¨®n en la porter¨ªa de Pinto. El Athletic tir¨® un cuarto de siglo hacia atr¨¢s y vio de nuevo a aquel larguirucho futbolista que dej¨® sentado en el banquillo a Manolo Sarabia —la pantera le llamaban en la Catedral— por decisi¨®n de Javier Clemente. Endika estaba presente ayer en Mestalla, f¨ªsicamente en la grada y an¨ªmicamente en el c¨¦sped. El culto a la humildad se desbord¨® con Toquero desde que le marc¨® el gol al Sevilla. Toquero el lehendakari, el bota de oro, que proclama la afici¨®n en un gui?o tan cari?oso como mordaz, resulta que le pon¨ªa al Athletic en disposici¨®n de hacer algo m¨¢s que so?ar con una Copa para la que lleva 25 a?os con el bar cerrado.
Fue un instante de gloria personal y colectiva. Fue quiz¨¢s el instante so?ado. El m¨¢s humilde, profesionalmente, del estadio pon¨ªa nombre a un deseo colectivo e hist¨®rico. Un instante que val¨ªa 25 a?os, pero s¨®lo un instante para un cuento rosa. Sigue haciendo falta algo m¨¢s que un chico humilde y miles de almas rojiblancas para ganar una final, m¨¢s a¨²n al Barcelona. El gol de Toquero m¨¢s que al Bar?a le sorprendi¨® al Athletic, que, desacostumbrado a los grandes acontecimientos, nunca supo qu¨¦ hacer con ¨¦l. Abrumado por el peso de la historia y del partido, ambiente incluido, fue cerrando p¨¢ginas de la historia, una por minuto, diez por gol.
No andaba desencaminado el personal cuando voceaba por Valencia sus gritos de apoyo a Toquero, el estajanovista, el infatigable. Subconscientemente, sab¨ªa que s¨®lo ese alma, en este equipo, le pod¨ªa dar una alegr¨ªa. Y el chico no falt¨® a la cita sac¨¢ndose un gol que castigaba el ninguneo de la defensa blaugrana. Nadie le marc¨®, le dejaron atr¨¢s, obsesionados por Llorente —al parecer, estuvo en Mestalla— y por la potencia de Javi Mart¨ªnez. Nadie con Toquero, el chico de la plebe. Ah¨ª naci¨® y muri¨® el Athletic. Ah¨ª su historia volvi¨® a alcanzar la orilla, aunque esta vez, por lo menos, la avist¨®, disfrut¨® de la playa prohibida y hasta se dio un chapuz¨®n. Cuando surgi¨® el oleaje, se ahog¨®. Su partido pasar¨¢ la historia porque rompi¨® la historia. Futbol¨ªsticamente, apenas tendr¨¢ una l¨ªnea. Ni supo atacar ni supo defender. Le temblaron las piernas y le atenaz¨® la responsabilidad. Quiso defender su gol a gorrazo limpio y perdi¨® la cabeza. Quiz¨¢s no se le pod¨ªa pedir m¨¢s. Lleg¨®, jug¨®, so?¨®, hizo prevalecer la deportividad y perdi¨® con humildad, aunque ganara el partido de la grada, el que la afici¨®n quer¨ªa disputar. As¨ª se reconcili¨® con la historia despertando de un sue?o de 25 a?os en un instante de Toquero. Lo dem¨¢s, una an¨¦cdota.
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