El escenario en el vest¨ªbulo

Las pel¨ªculas de Eric Rohmer forman parte de la memoria sentimental de varias generaciones de europeos. Espa?oles incluidos, por supuesto. El estilo de este maestro del cine franc¨¦s, anciano con sus cerca de 90 a?os, pero muy joven de actitud, puede gustar m¨¢s o menos. Ahora bien, ning¨²n aficionado al cine le regatea su talla intelectual ni su afilado bistur¨ª para reflejar las pasiones humanas, los difusos l¨ªmites entre la amistad y el amor, los siempre complejos juegos entre hombres y mujeres, los territorios cotidianos de la lucha de poder, las trampas de la palabra y el irrefutable valor de los hechos... El llamado cine prosa de Eric Rohmer se ha mostrado en m¨¢s de una treintena de pel¨ªculas, pero el director de Mi noche con Maud, El rayo verde o Cuento de invierno ha transitado muy poco por otras manifestaciones art¨ªsticas. Por eso hay que celebrar que los j¨®venes actores B¨¢rbara Lennie y Santi Mart¨ªn, bajo la direcci¨®n de Antonio Rodr¨ªguez, se hayan atrevido a poner en escena, en el Lara, El tr¨ªo en mi bemol, la ¨²nica pieza teatral firmada por Eric Rohmer.

Los dos personajes se descubren en un tira y afloja sobre su relaci¨®n amorosa

"Yo no digo cosas en mis pel¨ªculas, yo muestro gente que habla y se mueve como los paisajes, las caras, los gestos y sus comportamientos...". Estas afirmaciones de Rohmer sirven igualmente para la pantalla y para las tablas, sobre todo, a la vista de un montaje en el que los dos ¨²nicos personajes se descubren y desnudan en un delicioso tira y afloja sobre su relaci¨®n. Al margen de la lucidez y frescura de los di¨¢logos, la originalidad de la puesta en escena consiste en representar en el vest¨ªbulo -y no en el escena-rio- una obra intimista que, de este modo, acent¨²a la proximidad con los espectadores. B¨¢rbara Lennie gira, una y otra vez, alrededor de Santi Mart¨ªn, con una tarima multiusos -que igual puede ser una cama que un sof¨¢ o una isla- y las preciosas columnas del decimon¨®nico teatro Lara como ¨²nicos elementos esc¨¦nicos. M¨¢s desenvuelta ella que ¨¦l, ambos aguantan esa cercan¨ªa de unos espectadores que pueden notar la respiraci¨®n de los int¨¦rpretes y casi tocarlos con las manos.

Tres m¨²sicos en escena, en un rellano de las escaleras, subrayan con su interpretaci¨®n los momentos clave de la obra y, al mismo tiempo, evidencian el valor de la m¨²sica para Eric Rohmer, que hace decir a su personaje masculino esta sentencia: "No puedo sentir una gran atracci¨®n por una mujer si no le gusta la misma m¨²sica que a m¨ª". Precisamente sobre el Tr¨ªo en mi bemol, de Mozart, construye el cineasta franc¨¦s el hilo argumental de esta obra, donde -como no pod¨ªa ser de otra forma trat¨¢ndose del maestro franc¨¦s- el azar desempe?a un papel fundamental en la resoluci¨®n de la trama.

F¨®rmula de teatro muy directo, muy esencial, dividido en cuadros, Tr¨ªo en mi bemol se pone en escena para unas 50 personas en unas representaciones que se prolongar¨¢n hasta el ¨²ltimo d¨ªa de mayo. Para aquellos que disfruten con el cine de Rohmer, con esa inteligente visi¨®n de las relaciones de pareja, con esos detalles cotidianos que, al final, dan sentido a la vida, este Tr¨ªo en mi bemol constituir¨¢ un aut¨¦ntico regalo teatral.