El toro antiguo

Los toros de ayer, puros Albaserradas (Victorino Mart¨ªn) ol¨ªan a antiguo por estampa, hechuras, car¨¢cter y comportamiento. Listos como el hambre, no permitieron un capotazo limpio de salida, se orientaban con rapidez, acudieron fieros y empujaron con los ri?ones a los caballos los tres primeros, persiguieron casi todos en el tercio de banderillas, y ofrecieron un juego variado en la muleta: muy nobles y largos tercero y sexto, sosotes segundo y cuarto y peligroso el quinto. Toros, todos ellos, que no admit¨ªan dudas y exig¨ªan toreros muy preparados, con capacidad t¨¦cnica, poder¨ªo sobrado, agua en las venas y un coraz¨®n que nos se les saliera por la boca. No hubo triunfos, y ahora se ver¨¢ porqu¨¦, pero tampoco aburrimiento, porque el toro fiero, de buena o mala casta, exige una atenci¨®n preferente, una seguridad plena y una firmeza heroica.

Muy interesante la pelea con el picador del segundo, que apret¨® con fuerza y fijeza y acudi¨® de largo en el segundo puyazo, lo que permiti¨® el lucimiento torero de Pedro Iturralde. Largo, tambi¨¦n, pero m¨¢s blando, el tercero, y cumplieron primero y sexto. El lote de S¨¢nchez Vara fue de una nobleza sin igual en el ¨²ltimo tercio, y los dos persiguieron la muleta con codicia, largura y dulzura. Complicado los dos de Roble?o, el primero por soso, y el quinto por manso y deslucido, y manejable el primero de Rafaelillo, y muy parado el cuarto.

En fin, una corrida, muy interesante por su variedad, y, sobre todo, por su fiereza de toro antiguo. Para que se entienda mejor: nada que ver con el toro bobo, artista y tonto que exigen las figuras actuales; nada que ver con el descastado, tullido, amuermado y podrido animal que tanto desespera en la imperante modernidad de la fiesta. ?stos eran toros, mejores o peores, pero toros, al fin y al cabo.

?Y los toreros? Pues lo primero que hay que decir es que no se les puede medir con el mismo rasero que a las figuras que se ponen delante de ratitas inmundas. Ante todo, respeto, pero que mucho respeto, para estos tres se?ores, que se anuncian con tal corrida dispuestos a pasar las de Ca¨ªn, cada uno con sus virtudes y defectos, pero todo ellos con dignidad.

Dicho lo cual, es cierto que pudieron estar mejor; es cierto que, quiz¨¢, est¨¢n donde est¨¢n porque sus condiciones son las que son; pero, como en todos los aspectos de la vida, tambi¨¦n debe haber profesionales que maten este tipo de corridas, duras y correosas.

El que menos perd¨®n tiene es S¨¢nchez Vara. Tuvo la inmensa mala fortuna de que le tocara en suerte el mejor lote, dos toros con las orejas colgando, ante los que ha evidenciado que sus carencias son proporcionales a su imperiosa necesidad de triunfo. Banderille¨® con acierto a su primero, y lo estrope¨® en el otro, pero en ambos naufrag¨® con la muleta. Y lo que ocurri¨® es que no se puede torear despegado, mal colocado, ventajista al m¨¢ximo, fuera de cacho, sin cruzarse nunca y acompa?ando simplemente la embestida del toro. Esos son mantazos y no pases ce?idos como le estaban pidiendo a gritos sus oponentes. El p¨²blico se enfad¨® con raz¨®n, pero el primero que debe dar un golpe en la mesa es ¨¦l mismo por dejar pasar una oportunidad ¨²nica.

Por el contrario, no se le puede poner un pero a la actuaci¨®n de Fernando Roble?o, que lidi¨® los dos menos lucidos, pero no perdi¨® nunca la compostura y dio, adem¨¢s, una lecci¨®n de lo que es cruzarse con un toro. Muy soso y corto de viaje era el segundo, con el que no era posible el lucimiento, pero qu¨¦ admiraci¨®n produce ver que un torero se cruza al pit¨®n contrario una y otra vez. En la cuadrilla le acompa?an otros dos grandes toreros, Juan Carlos Garc¨ªa, con el capote, y Candelas, con los arponcillos.

Y dos tandas de derechazos extraordinarios dibuj¨® Rafaelillo en el primero de la tarde, un toro de escasa calidad, que miraba y lo buscaba con malas ideas, pero ante el que se plant¨® con enorme gallard¨ªa, trag¨® todo lo tragable, embebi¨® al toro en la muleta, y traz¨® tandas de muletazos perfectos que valieron un potos¨ª. El toro, sin embargo, no era de fiar, especialmente por el pit¨®n izquierdo, tanto que despu¨¦s de una colada inicial no lleg¨® a intentarlo por ese lado, y la faena no alcanz¨® la intensidad deseada. Le falt¨®, sin embargo, dar el paso necesario ante el remiso cuarto, con el que s¨®lo se mostr¨® afanoso, y no fue capaz de asentar las zapatillas, ni de cogerle el aire, si es que lo ten¨ªa. Muy bien su subalterno Jos¨¦ Mora toda la tarde.