Tres orejas, dos pollos

Hermoso cort¨® tres orejas y le regalaron dos pollos, uno en cada vuelta al ruedo. Pero no pollos de granja, no, sino de corral, de los de cresta erizada y criados con ma¨ªz, que al chilindr¨®n deben de estar para chuparse los dedos. Sali¨® a hombros por la puerta grande, pero lo importante, los pollos, los dej¨® a buen recaudo. En tiempos de crisis... Andy Cartagena cort¨® una sola oreja y se llev¨® otro pollo. Y Sergio Dom¨ªnguez comer¨¢ pollo cuando sea mayor; ayer, se conform¨® con una hamburguesa.

La verdad es que, bromas aparte, el festejo fue insufrible a causa de la insuperable mansada de Los Espartales. Los seis huyeron de su propia sombra, jam¨¢s persiguieron a los caballos y buscaron la salida con desesperaci¨®n; tanto, que el segundo rompi¨® la madera de la barrera en su intento de saltar al callej¨®n, objetivo que alcanz¨® el sexto, y tan a gusto se encontr¨® entre las tablas que no fue f¨¢cil que volviera al ruedo.

Pero el p¨²blico, festivo, amable y generoso, se lo pas¨® bien. Ni entiende, ni falta que le hace, de toreo a caballo, y disfruta con los alardes y las piruetas de las monturas, y pide las orejas si el toro muere con rapidez. Qu¨¦ m¨¢s da d¨®nde caiga el rej¨®n de muerte. Y aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria.

De tal modo, Hermoso de Mendoza volvi¨® a triunfar, pero fue un triunfo facil¨®n, una puerta grande devaluada. Y no por su torpeza o ineficacia, sino porque sus dos actuaciones no fueron m¨¢s que correctas y t¨¦cnicas a tenor de los mansos toros. Cuenta con una cuadra espectacular, es un maestro consumado y todo lo que hace rezuma calidad. Pero de ah¨ª a tres orejas... Adem¨¢s, mat¨® de manera muy deficiente a sus dos oponentes.

Un esfuerzo may¨²sculo se vio obligado a hacer Andy Cartagena ante el segundo -el que se dej¨® media cara en las tablas en su intento de huida- que no quer¨ªa caballos ni a tiros. Destac¨® en alg¨²n par de banderillas, y anim¨® al personal con alardes y piruetas; en una de ellas, el caballo le dio dos patadas al toro que lo dej¨® desplomado en la arena. Se mostr¨® muy torpe ante el quinto, con el que fall¨® una y otra vez en banderillas, y su actuaci¨®n qued¨® muy descolorida.

Al joven Sergio Dom¨ªnguez le falta experiencia, lo cual no es un pecado, pero le sobra entrega. Los dos toros m¨¢s mansos fueron los suyos. El primero se daba la vuelta para no verlo, y con el segundo, el que salt¨® al callej¨®n, pas¨® el quinario para colocarle un rej¨®n de castigo. Templ¨® bien en ocasiones, clav¨® casi siempre a la grupa, y no estuvo muy acertado ni con las banderillas ni con el rej¨®n de muerte. Por eso, no cort¨® oreja y se tuvo que conformar con una hamburguesa.