La 'v¨ªa Horrillo'
El 'milagro' del corredor, vivo tras caer por un barranco de 80 metros, cuadra perfectamente con una carrera y una forma ¨²nica de ser ciclista
Una estatua de padre P¨ªo y una cavernita con una virgen, ambas im¨¢genes sepultadas bajo ofrendas florales, sorprenden a los paseantes en un patio del hospital de B¨¦rgamo. Mal indicio si los familiares de los enfermos necesitan rezar para que los suyos se curen, como si no confiaran en los m¨¦dicos, podr¨ªa pensarse si se olvidara que B¨¦rgamo es Lombard¨ªa, y que Lombard¨ªa es Italia, el pa¨ªs donde todos los milagros son posibles. Y eso lo sabe bien Pedro Horrillo, que ayer, al amanecer, abri¨® los ojos, sali¨® espont¨¢neamente del coma farmacol¨®gico, como despertado por los p¨¢jaros del jard¨ªn. Mov¨ªa las extremidades, pod¨ªa hablar, respiraba mejor pese a los dos neumot¨®rax que le agujereaban los pulmones. Menos de 18 horas antes hab¨ªa sido rescatado del fondo de un barranco de 80 metros. "No esperaba encontrarlo vivo", dijo Sergio Levi, el m¨¦dico que le encontr¨®. Pero no se rompi¨® el cuello, tampoco el espinazo. El sistema neurol¨®gico le funcionaba a la perfecci¨®n. Consulta el Especial del Giro 2009.
El m¨¦dico del equipo: "Pedro volver¨¢ a montar en bici, aunque no como profesional"
Ayer, a Lorena, su mujer, que lleg¨® con su padre, Mohamed Amer, el m¨¦dico de guardia en la UCI bergamasca no les habl¨® de una vida en peligro, sino de la lucha para conseguir que recuperara todas sus funciones, del trabajo para reconstruir su pierna izquierda, la rodilla convertida en pur¨¦, el f¨¦mur, con una fractura abierta de 18 cent¨ªmetros. "Hay que operar, asegurar el f¨¦mur por fuera", dijo el traumat¨®logo que despu¨¦s le intervino, Angelo Fracassetti. "Hay peligro de infecci¨®n, de embolia, hay una hemorragia continua que todas las transfusiones que le hacemos no pueden frenar...". S¨®lo despu¨¦s de asegurar el f¨¦mur, que dentro de dos meses deber¨¢ ser operado de nuevo para insertar un clavo, y de reparar los pulmones, podr¨¢ Horrillo volver a Espa?a, de diez a 15 d¨ªas. La operaci¨®n de ayer, en que le insertaron un puente de titanio, fue bien.
A Lorena, que hab¨ªa dejado a los ni?os, Abai, adoptado en Etiop¨ªa, de casi cuatro a?os, a Hori, de 13 meses, en casa con la abuela, el m¨¦dico del Rabobank, Geert Leinders, le habl¨® mir¨¢ndole a los ojos. "Lo m¨¢s importante, es que su cabeza funciona perfectamente, que volver¨¢ a ser el mismo Pedro al que todos amamos. Conozco tantos casos de personas a las que una ca¨ªda les ha cambiado... Pedro volver¨¢ a montar en bicicleta, aunque ya no vuelva a ser profesional". Horrillo volver¨¢ a ser el mismo, prometi¨® el afable doctor holand¨¦s, es decir, volver¨¢ a ser ¨²nico.
En el Tour de 1951, cay¨® por un barranco del Aubisque Wim van Est, el primer holand¨¦s con el maillot amarillo. Le rescataron a 70 metros. Estaba ileso. Un milagro. En el Tour de 1960, Roger Rivi¨¦re se rompi¨® el espinazo en un barranco del Perjuret. Fue una ca¨ªda de 10 metros que le dej¨® en una silla de ruedas. Se suicid¨® no mucho despu¨¦s, morfin¨®mano. En el Tour de 1995, Fabio Casartelli no lleg¨® a caer por un barranco en el descenso del Aspet. Se golpe¨® contra un moj¨®n. Muri¨® en el acto. Horrillo, con su vuelo de 80 metros, no sufri¨® un sino similar a nadie, como los grandes alpinistas de la historia abri¨® su propia v¨ªa, la v¨ªa Horrillo. Lo hizo el s¨¢bado en su ca¨ªda, lo hab¨ªa hecho toda su carrera.
"Horrillo, no pienses tanto, que la cabeza s¨®lo la ten¨¦is los ciclistas para llevar el casco", le dec¨ªa Javier M¨ªnguez, su primer director, pero ¨¦l, cabezota, se empe?¨® en seguir usando la cabeza, y en salirse con la suya. ?l, un hombre amante de la aventura, de los grandes espacios, no pod¨ªa someterse a las viejas leyes no escritas del grupo, que convierten a los corredores en corderos gregarios. Casi termin¨® la carrera de filosof¨ªa y sigui¨® su carrera de ciclista profesional haci¨¦ndose imprescindible en todos los equipos, siempre al lado de ?scar Freire, que lo exig¨ªa como compa?ero de equipo, de habitaci¨®n. Como Menchov, que tambi¨¦n le quer¨ªa siempre a su lado, sobre todo por su conversaci¨®n, su generosidad, su forma de ser.
Pero con quien compart¨ªa m¨¢s la alegr¨ªa de su oficio era con Juan Antonio Flecha, como ¨¦l un enamorado de las cl¨¢sicas del Norte. Flecha le imit¨® y tambi¨¦n empez¨® a escribir y ¨¦l tambi¨¦n le daba confianza cont¨¢ndole ¨²ltimamente que quiz¨¢s hab¨ªa llegado el momento de dejarlo, habl¨¢ndole del cansancio que le produc¨ªa ser ciclista, de sus hijos, con los que todas las noches se conectaba con su skype desde vest¨ªbulos horteras de hoteles an¨®nimos, de la monta?a, de las excursiones locas por los Pirineos, a pie, con una mochila a la espalda, del desencanto que viv¨ªa, la tristeza por no poder decir m¨¢s en p¨²blico, con orgullo, que ¨¦l era ciclista. "No lo entiendo", confesaba hace un par de d¨ªas Horrillo. "Espa?a precisamente es el lugar en el que menos se nos quiere a los ciclistas".
Clasificaci¨®n general tras la 9? etapa: 1. D. Di Luca (Ita./ Lpr), 37h 29m 48s. 6. I. Basso (Ita./ Liq), a 1m 14s. 7. C. Sastre (Cervelo), a 1m 24s. 25. L. Armstron (EE UU, Ast), a 4m 39s.
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La protesta del miedo
Horrillo se hab¨ªa quedado descolgado en la subida y, obligado por su responsabilidad de acercarse a Menchov, aceler¨® en el descenso para alcanzar al gran grupo. Por eso, porque iba solo, nadie le vio caer, pero su ca¨ªda invisible, su milagroso rescate, su hospitalizaci¨®n, conmocionaron al pelot¨®n, que poco despu¨¦s de la salida del circuito que en Mil¨¢n, de donde parti¨® el primer Giro en 1909, conmemoraba el Centenario, decidi¨® reducir la marcha para no correr riesgos.
En la decisi¨®n de un pelot¨®n liderado por la maglia rosa, Di Luca, y Lance Armstrong, influyeron decisivamente las 20 ca¨ªdas producidas en la primera de las 11 vueltas de 15 kil¨®metros programadas. Los corredores se encontraron con tr¨¢fico abierto en sentido contrario, con coches aparcados en mitad de las calles, con zonas en las que las v¨ªas de los tranv¨ªas, un peligro, estaban simplemente se?aladas con conos. En una v¨ªa meti¨® su rueda el gallego Seraf¨ªn Mart¨ªnez, que se dio una buena costalada.
Fue la gota que colm¨® el vaso. Armstrong se descolg¨® al coche de los comisarios, que negociaron anular el valor de la etapa a efectos de la clasificaci¨®n general a cambio de que se disputara con normalidad. Sin embargo, cinco grandes nombres -Basso, Di Luca, Armstrong, Rogers y Voigt- se colocaron en cabeza y ralentizaron la marcha a 30 por hora. "Ten¨ªa que haber ganado Rabobank, era lo que hab¨ªamos decidido, pero alguien ha roto el pacto", dijo Di Luca.
Para explicarlo al poco p¨²blico de la capital de Lombard¨ªa en la calurosa tarde, a mitad de carrera el pelot¨®n se par¨® en la l¨ªnea de meta, Di Luca cogi¨® un micr¨®fono y dijo: "El circuito no es seguro, por eso vamos despacio". La marcha lenta no dur¨® nada. El due?o de Lampre llam¨® al coche a Cunego, le ech¨® una bronca, le oblig¨® a acelerar. Todo el equipo se puso en cabeza. Detr¨¢s de ellos, m¨¢s esquiroles. Se aceler¨® la marcha.
Finalmente, y pese a los intentos de Armstrong, que subi¨® a la cabeza para frenar la marcha y nadie le hizo caso, hubo sprint. Gan¨® Cavendish. Casi cuatro minutos despu¨¦s, lleg¨® el grupo de los favoritos, que no arriesgaron. Armstrong lleg¨® el ¨²ltimo. "Se han metido un gol en propia puerta", sentenci¨® el organizador, Angelo Zomegnan. "No, eran m¨¢s el miedo y el recuerdo de Horrillo que una protesta", dijo Basso. "El domingo que termine el Giro quiero llegar a casa sano y salvo, no como Horrillo", dijo Di Luca.
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