Estupenda, magn¨ªfica, excelente
Si se llamara cojonudo al que tiene grandes los cojones o cojonuda a la que se supone que los tiene, Esperanza Aguirre se hubiera apresurado a desmentir a Gerardo D¨ªaz Ferr¨¢n por endosarle atributos que no son los suyos. Pero la Academia no tiene m¨¢s acepciones de esa palabra que la de estupendo, magn¨ªfico y excelente. Cualquiera de estos tres adjetivos hubiera quedado m¨¢s fino en boca del presidente de la patronal, y m¨¢s propio para elogiar a una presidenta arist¨®crata, pero ¨¦l, arrebatado por la pasi¨®n, solt¨® el que debe de ser de m¨¢s frecuente uso en su conversaci¨®n particular. Raz¨®n de m¨¢s para que la presidenta le est¨¦ agradecida por su espont¨¢neo piropo y motivos no le faltan para tenerlo por aut¨¦ntico.
No creo que D¨ªaz Ferr¨¢n colaborara con su paneg¨ªrico a ganar adeptos para la causa de Aguirre
Si a micr¨®fono cerrado, es decir, abierto sin que ¨¦l lo supiera, e ignorando que la presidenta fuera a escucharlo, dijo D¨ªaz Ferr¨¢n de ella que era cojonuda, cojonuda y cojonuda, es porque le parece que la presidenta lo es mucho. Pero los que discrepan de su valoraci¨®n se apresuraron a ver en la palabra cojonuda un t¨¦rmino malsonante cuando lo que resulta ser voz malsonante para el diccionario es aquella que llama al test¨ªculo coj¨®n. As¨ª que ha de quedar claro que una cosa es llamar cojonuda a la presidenta, por machista que pueda resultar el adjetivo, y otra exigirle por cojones algo, que eso s¨ª ser¨ªa malsonante e inadmisible.
Y fue lo que le pas¨® a Esperanza Aguirre unas horas m¨¢s tarde en la Asamblea de Madrid, donde sin que entraran por fortuna los asamblearios y asamblearias en cuestiones testiculares, pusieron toda su fuerza en afearle a la cojonuda presidenta su indulgencia a la hora de contemplar los pecados de personas de su confianza pol¨ªtica y, en general, si no su afecto por los esp¨ªas s¨ª su manera de restar importancia al espionaje.
Bien es verdad que si la presidenta no pudo decirle a sus adversarios, a los que conocida la opini¨®n que de ella tiene el presidente de la patronal mir¨® aquel d¨ªa por encima del hombro, que toda casa tiene esp¨ªas, porque ni abundan ni sus seguimientos tienen alcance internacional, s¨ª les dijo que mirara cada cual a sus imputados. No s¨¦ si porque la consuela que en todas partes cuezan habas, y ese consuelo le permite una moral m¨¢s laxa, o porque ya se ha acostumbrado a que la corrupci¨®n campe por su Comunidad, acostumbrados sus habitantes a la compra de tamayos y otras quincallas.
En cualquier caso, si es cojonuda, lo ser¨¢ entre otras cosas porque debe coincidir con D¨ªaz Ferr¨¢n en que el problema econ¨®mico de Espa?a no es la corrupci¨®n, sino Zapatero. Y seguramente debe ser Zapatero el que fomente la corrupci¨®n si con el pretexto de buscar empleo para los parados se entrega a la obra p¨²blica. Hay que tener en cuenta lo que dice la fiscal¨ªa en su memoria de 2008: desde 2007 ha crecido en un cien por cien el n¨²mero de causas de corrupci¨®n investigadas; un dato que debe preocupar mucho a D¨ªaz Ferr¨¢n. Tanto como lo que a?ade la fiscal¨ªa: "El crimen organizado est¨¢ especialmente presente en la contrataci¨®n de obra p¨²blica". As¨ª que o es comedida en la obra p¨²blica la presidenta, con lo cual podr¨ªa empezar a dejar de ser cojonuda para la patronal, y de paso para los parados que por cojonuda la tengan, o puede que le salgan corruptos de debajo de las piedras, y nunca mejor dicho, si es que queda alguna piedra libre. Pero ni a los parados, ni a los que est¨¦n a punto de serlo, que le gritaban a las puertas de la Asamblea de Madrid el mismo d¨ªa en que era proclamada cojonuda, que con su curro no se juega, parece tenerlos tan contentos como a D¨ªaz Ferr¨¢n, ese prodigio de analista econ¨®mico riguroso.
No estoy muy seguro de que D¨ªaz Ferr¨¢n colaborara con su paneg¨ªrico a ganar adeptos para la causa de Aguirre, pero no descarto que ella, en sus m¨ªtines, sea capaz de recordar la feliz expresi¨®n del presidente de los patronos. En todo caso, contar¨¢ con el voto de todos aquellos que, lejos de tener por poca cosa a las tiendas madrile?as en las que los corruptos adquieren los trajes que regalan a sus amiguitos del alma de Valencia, advierten en ellas un nuevo cach¨¦ desde que saben que visten a altas personalidades. O los que quieren saber en qu¨¦ bancos est¨¢n las cuentas de Carlos Fabra, que no se dice nunca sus nombres, para que las suyas gocen de igual protecci¨®n, es decir, que por mucho que las pida la justicia no las reciba.
As¨ª que es posible que Aguirre mire ahora las encuestas electorales y se sienta de verdad cojonuda: si a las tiendas y a los bancos no le baja la clientela por su vinculaci¨®n a las tramas de corrupci¨®n, ya me dir¨¢n por qu¨¦ va a bajarle a ella la suya.
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