La gloria del perdedor
Lo llaman el s¨ªndrome Poulidor y hace alusi¨®n a aquellos deportistas que tienen una especial habilidad para quedarse a las puertas del ¨¦xito. El gran Pou Pou termin¨® tres Tours de Francia en el segundo puesto y cinco en el tercero, pero nunca pudo ganarlo. Siempre aparec¨ªa alguien empe?ado en aguar la fiesta al estoico Raymond: Anquetil, Gimondi, Aimar, Merckx y hasta Van Impe.
En la pelota vasca, un caso similar lo tenemos en Roberto Garc¨ªa Ari?o, el pelotari con m¨¢s finales (cinco) perdidas del Manomanista sin haber conseguido la txapela de campe¨®n. Gorostiza, Bengoetxea III y Retegi II fueron los verdugos del elegante delantero de Atxondo. Dentro del f¨²tbol actual podr¨ªamos clasificar a Michael Ballack en esta misma especie de los no elegidos para la gloria. El centrocampista alem¨¢n ha perdido dos finales de la Champions con dos equipos diferentes (Bayer Leverkusen y Chelsea). Con su selecci¨®n tambi¨¦n ha estado abonado al subcampeonato, tanto en la Eurocopa como en el Mundial.
Despu¨¦s de lo ocurrido en la reciente final de la Copa, alguien me podr¨¢ tachar de oportunista si aseguro que durante toda mi vida he sentido una especial debilidad por los segundones. Siempre prefer¨ª a Ulrich antes que a Armstrong, a Galarza que a Retegi y me ca¨ªa m¨¢s simp¨¢tico Nadal cuando perd¨ªa en Wimbledon que desde que arrasa en cualquier tipo de superficie (su derrota de este fin de semana en Madrid ha sido un accidente).
En una sociedad que idolatra el ¨¦xito y que busca continuamente estrellas con las que poder identificarse, el subcampe¨®n rara vez obtiene un reconocimiento del p¨²blico y su gesta -y a menudo su nombre- r¨¢pidamente cae en el olvido. ?Qui¨¦n qued¨® detr¨¢s de Usain Bolt en Pek¨ªn en su estratosf¨¦rica carrera de los 100 metros? ?Qui¨¦nes acompa?aron a Indurain en el podio en sus cinco victorias en Par¨ªs? Es raro que nos acordemos de los actores de reparto cuando estamos hipnotizados en la contemplaci¨®n de la haza?a del protagonista.
Sin embargo, la derrota humaniza a nuestros h¨¦roes. Nunca nos pareci¨® tan terrenal Federer como cuando llor¨® tras caer en el Open de Australia, ni Schumacher como cuando, tras ser superado por Alonso, se despidi¨® de la F¨®rmula 1. Hasta Ibarretxe nos pareci¨® m¨¢s cercano en el momento en que, sabedor de su derrota parlamentaria, anunci¨® que dejaba la pol¨ªtica.
Nos gusta repetir que somos los mejores: la mejor ciudad, la mejor afici¨®n, el mejor equipo,... Por eso, sorprende la explosi¨®n de j¨²bilo por ser los segundos. La humildad nunca es mala compa?era de viaje. Al fin y al cabo, lo m¨¢s sencillo en esta vida, y no s¨®lo me refiero al deporte, es apuntarse al caballo ganador. El verdadero m¨¦rito no era ser de Anquetil o Merckx, sino del esforzado Poulidor, el eterno perdedor. Por fin, aunque tarde, se nos reconoce el enorme m¨¦rito que tenemos los segundones.
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