Sonrojo en Westminster
Los escandalosos gastos de los diputados brit¨¢nicos comienzan a pasar factura pol¨ªtica
Es poco probable que el esc¨¢ndalo de los gastos de los diputados brit¨¢nicos a costa del contribuyente afecte decisivamente a la intenci¨®n de voto de los ciudadanos, pero es seguro que ha asestado un golpe formidable a la reputaci¨®n de un Parlamento considerado mod¨¦lico en el exterior y honorable m¨¢s all¨¢ de toda duda en el interior. La ins¨®lita dimisi¨®n de su presidente, primera en m¨¢s de tres siglos, con ser imprescindible por la incompetencia del laborista Michael Martin en el manejo del asunto y sus intentos para ocultar los abusos, no va a ser el fin de la historia.
El primer ministro Gordon Brown intent¨® salir ayer al paso del desastre anunciando un acuerdo interpartidista para la reforma del sistema, pero Westminster y los partidos en su conjunto, y eso es lo grave, han perdido la confianza p¨²blica. Las noticias que el diario conservador Daily Telegraph viene publicando son motivo no s¨®lo para desguazar los actuales mecanismos de control -que ni laboristas ni conservadores han tenido el menor inter¨¦s en cambiar-, sino probablemente para iniciar por fin una reforma que acabe con los profundos anacronismos del sistema democr¨¢tico m¨¢s afianzado del mundo. Si en ese sistema donde los Lores todav¨ªa no son plenamente elegidos o s¨®lo dos partidos tienen monol¨ªticamente el control del poder, los Comunes pueden dise?ar un tinglado de inaceptables gabelas para que los ciudadanos corran con los gastos particulares de sus representantes, vulgares o extravagantes, es que algo serio no funciona.
Las corruptelas afectan a todos los partidos y a diputados de toda edad y condici¨®n. Pero la losa del desprestigio de un pilar b¨¢sico de la democracia cae m¨¢s pesadamente sobre el laborismo gobernante, a cuyo frente el desacreditado premier recoge la ira creciente de unos ciudadanos que, en medio del despilfarro, hacen equilibrios para llegar a final de mes. Brown ha rechazado adelantar unas elecciones, como le pide la oposici¨®n conservadora, que presumiblemente perder¨ªa por goleada. Los diputados brit¨¢nicos no est¨¢n bien pagados, ni puede consider¨¢rseles corruptos para los est¨¢ndares de otros pa¨ªses, europeos incluidos. Pero muchos han cometido el error de considerar sus injustificables gastos consentidos como un complemento salarial de libre disposici¨®n. Y pocas cosas se toleran peor en una democracia que la sensaci¨®n de que hay unas reglas para los que mandan y otras para los dem¨¢s.
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