El bistur¨ª de Haneke da miedo
El director pone en marcha todo su poder de sugerencia en 'The white ribbon'
Ante el cine del director Michael Haneke sabes que tienes que ir preparado mentalmente por su genuina capacidad para revolverte el est¨®mago y la sensibilidad, para que te envuelva una atm¨®sfera inevitablemente malsana, para encontrar sadismo y una variada gama de sentimientos enfermizos detr¨¢s de la aparente normalidad. En el contenido siempre late la simbolog¨ªa y la par¨¢bola, su convicci¨®n de que algo est¨¢ podrido en el supuesto mundo civilizado. Hay veces en las que su retorcimiento y su cripticismo pueden resultar irritantes, como en C¨®digo desconocido y El tiempo del lobo. Pero cuando su expresividad encuentra la qu¨ªmica para describir el infierno, los resultados te pueden crear inquietud y mal rollo con efectos duraderos, incrustar en tu retina im¨¢genes o elipsis terror¨ªficas y un clima que te puede amargar la noche.
Es una cr¨®nica con implacable lucidez y un estilo que hipnotiza
Ocurr¨ªa en Funny games con aquellos dos educados psic¨®patas que sembraban el horror en una familia a la que desconoc¨ªan por simple placer, porque dispon¨ªan del poder de hacerlo. Tambi¨¦n asocio con el escalofr¨ªo el muestrario de masoquismo y otras perversiones que exhib¨ªa la refinada profesora de m¨²sica cl¨¢sica en La pianista. O en el sentido de culpa y los fantasmas del pasado de ese cr¨ªtico literario que comienza a recibir an¨®nimos v¨ªdeos de alguien que est¨¢ filmando continuamente su existencia en Cach¨¦. Y te impresiona la distancia emocional con la que Haneke cuenta esos espantos, su vocaci¨®n de entom¨®logo diseccionando neurosis con devastadoras consecuencias, su temible frialdad, su arte para captar la violencia interna.
En The white ribbon no se centra en una patolog¨ªa individual, sino en los tumores colectivos. La voz en off de un anciano apela a sus viejos recuerdos para contarnos lo que ocurri¨® en un pueblo en el que daba clases cuando era joven. Estamos en la Alemania protestante durante los a?os anteriores a la I Guerra Mundial. Y te preguntas inicialmente si ambientar la acci¨®n en esa ¨¦poca obedece exclusivamente al capricho. Al final de esta cr¨®nica sobre los monstruos subterr¨¢neos entenderemos que su elecci¨®n no era gratuita, que los ni?os que estamos viendo ser¨¢n adultos cuando aparezca un drag¨®n llamado nazismo.
En este pueblo aparecen p¨¢jaros decapitados, un cr¨ªo subnormal es atacado con sa?a por torturadores sin rostro, hay padres que violan a sus hijas, campesinos abrumados y con familia numerosa que deciden ahorcarse, las semillas del mal tienen v¨ªa libre en esta comunidad religiosa y puritana, las agresiones m¨¢s salvajes se ceban inexplicablemente con los d¨¦biles, la rigidez moral y los principios intocables esconden cloacas de depravaci¨®n, la inocencia no puede sobrevivir al acorralamiento, se perpet¨²an las tensiones detr¨¢s de las civilizadas apariencias. Y a¨²n te da m¨¢s miedo lo que sugiere que lo que muestra.
Haneke utiliza el blanco y negro y un metraje notable para hacer la cr¨®nica densa y perturbadora de unos enigmas cuya explicaci¨®n nos puede colocar los pelos de punta, crea un universo opresivo regido por la hipocres¨ªa, la corrupci¨®n, la v¨ªa libre para todas las miserias. Lo hace con implacable lucidez, con un estilo visual que te hipnotiza, que te hace palpar la degeneraci¨®n interna de tanto apacible y sensato verdugo, la mierda que se oculta detr¨¢s de una gente que reza unida y considera el orden como el valor supremo. Ves The white ribbon con desasosiego, pero te pones m¨¢s nervioso cuando la recuerdas. Permanece en tu cerebro. Es la prueba de que ha logrado su misi¨®n.
La idea de la pel¨ªcula francesa dirigida por Xavier Giannoli En el origen es bastante sabrosa. Se centra en un delincuente de escaso fuste que en su vagabundeo al salir de la c¨¢rcel intentando buscarse la vida llega casualmente a la paralizada construcci¨®n de una autov¨ªa y es confundido por la gente del pueblo con el ¨¢ngel salvador de su antiguo proyecto. El pringado asumir¨¢ con aplomo la suplantaci¨®n y el poder que le otorga su nueva identidad. El interesante arranque se va difuminando levemente, pero a pesar de ello es cine con un tono muy digno y con un actor excelente llamado Fran?ois Cluzet.
Babelia
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