A salvo de las bombas
Una exposici¨®n muestra en M¨®stoles los silos que protegieron durante la Guerra Civil las fuentes de Cibeles y Apolo y las estatuas de Felipe III y Felipe IV
Madrid salv¨® durante la Guerra Civil sus principales hitos monumentales gracias a la previsi¨®n de un grupo de personas que ingeni¨® silos de ladrillo y arena para protegerlos contra la artiller¨ªa de Franco y la aviaci¨®n de Hitler. Parte de esas obras, hoy reproducidas en maquetas puede verse hasta el mes de septiembre en el Centro de Arte Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid, en la avenida de la Constituci¨®n de M¨®stoles, dentro del certamen Imaginar historias.
Al frente de aquel equipo protector, denominado Comit¨¦ de Reconstrucci¨®n y Saneamiento de Madrid, Defensa de Monumentos, figuraban, entre otros, el arquitecto Teodoro Anasagasti, con abundante obra p¨²blica en Madrid, y Timoteo P¨¦rez Rubio, esposo de la escritora Rosa Chacel, as¨ª como historiadores, archiveros, documentalistas y un fot¨®grafo que las inmortaliz¨® con sus placas. Fueron brigadas de alba?iles quienes los erigieron con un oficio del cual, a¨²n hoy, cabe apreciar su excelente hechura en los t¨²neles que conectaban el palacio de Buenavista con la plaza de Chamber¨ª, bajo la calle de G¨¦nova o el b¨²nker subterr¨¢neo del parque del Capricho, en la Alameda de Osuna. ?ste fue el ¨²ltimo de los empleados por el Estado Mayor del Ej¨¦rcito de la Rep¨²blica antes de la ca¨ªda de Madrid, marzo de 1939.
Un artista madrile?o, Fernando S¨¢nchez Castillo, de 38 a?os, con un equipo de maquetistas, ha reconstruido en modelos a escala 1/18 algunas de las estructuras protectoras ideadas en 1936 y erigidas entonces para guarecer de los bombardeos y del fuego monumentos como las fuentes de Cibeles y Apolo, en el paseo del Prado, obra de Roberto Michel y Ventura Rodr¨ªguez, respectivamente; as¨ª como la fachada del Instituto San Isidro, en la calle de Toledo, junto a la entonces catedral; o las estatuas ecuestres de Felipe III, de Juan de Bolonia, en la Plaza Mayor, y la de Felipe IV, de Pedro Tacca, con planos de Galileo Galilei y dise?os de Diego Vel¨¢zquez y Pedro Pablo Rubens, en la plaza de Oriente. Ah¨ª contin¨²an.
"Todo empez¨® un d¨ªa de mi infancia cuando paseaba junto a mi padre por la plaza de Cibeles", explica Fernando S¨¢nchez Castillo, que ha expuesto obras suyas en el Museo de Arte Contempor¨¢neo de Nueva York o la Tate Gallery de Londres. "?l me cont¨® entonces que recordaba de ni?o c¨®mo, al finalizar la guerra, vio surgir a la diosa Cibeles de un mont¨®n de ladrillos, sacos terreros y arena apilados en el centro de la plaza".
All¨ª comienza el relato que vertebra su obra, en la que ha empleado a?os de documentaci¨®n y mucho esfuerzo. El miedo o el olvido han anestesiado la conciencia en torno a muchos lugares de la memoria, pero ello no parece haberle arredrado.
"Gracias a Isabel Argerich, documentalista del Instituto del Patrimonio Cultural, consegu¨ª acceder al archivo Moreno, un fot¨®grafo que document¨® todos los procesos constructivos ideados para proteger los monumentos madrile?os", se?ala S¨¢nchez Castillo. Algunas esculturas, como la del le¨®n que arrastra desde el frontal izquierdo el gran carro de la diosa Cibeles, hab¨ªan sido da?adas por las primeras explosiones de la contienda. Asimismo, la cubierta del Museo del Prado fue alcanzada por una de las numerosas bombas incendiarias vertidas sobre la ciudad por la aviaci¨®n hitleriana. Tales episodios alertaron a las autoridades culturales republicanas. "No s¨®lo quer¨ªan proteger los grupos escult¨®ricos", explica S¨¢nchez Castillo, "sino que, adem¨¢s, optaron por cubrirlos y no trasladarlos (a diferencia de los principales lienzos del Prado), como expresi¨®n de resistencia republicana frente al cerco franquista de Madrid".
Al acabar la contienda, el fot¨®grafo Moreno fue represaliado. "Gracias a ¨¦l, sin embargo, hemos podido averiguar los pormenores de aquella gesta, plasmada hoy en maquetas no superiores al tama?o de un abrazo. "Un grupo ha construido los modelos con ladrillitos de cer¨¢mica, madera y arena, que eran los elementos empleados en la construcci¨®n de las grandes carcasas", subraya S¨¢nchez Castillo. Un paramento de hiladas de ladrillo marcaba el perfil exterior de la cubrici¨®n, que pod¨ªa tener arbotantes, como en la cobertura de Cibeles. El interior se rellenaba de arena y se remataba con tejadillos a dos aguas. "Si la estructura sufr¨ªa por una explosi¨®n, la arena proteg¨ªa la estatua e imped¨ªa que el fuego la atacara. Adem¨¢s de protectoras, eran construcciones muy bellas".
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