Una isla que no quiere jaleo
En la colombiana Providencia no hay espacio para las cadenas hoteleras, sino ¨²nicamente para alojamientos tradicionales y alg¨²n chiringuito con m¨²sica 'reggae'
La vida de un viajero suele estar llena de im¨¢genes estereotipadas. Por ejemplo, uno vuela hacia una isla del Caribe y ya imagina las largas playas de arena blanca, las palmeras a la orilla del agua y los grandes resorts de vacaciones, con miles de habitaciones, discotecas y zonas de shopping. Por eso, cuando tom¨¦ tierra en el min¨²sculo aeropuerto de la isla colombiana de Providencia no tuve m¨¢s remedio que revisar mi cat¨¢logo de postales estereotipadas y concluir que las cosas no son siempre como uno imagina. Hay varias razones que apoyan el silogismo. Una: el edificio m¨¢s alto de Providencia es la torre de control del propio aeropuerto. Dos: s¨®lo hay una carretera que circunvala la isla. Tres: no hay un solo edificio moderno, todo son casas tradicionales afrocaribe?as de planta baja sobre pilotes de madera, con colores alegres y tejados de chapa pintados de rojo o verde. Cuatro: sus habitantes igual hablan ingl¨¦s que creole que espa?ol. Y todo ello, bajo la bandera colombiana.
As¨ª es Providencia, la isla m¨¢s singular y at¨ªpica del Caribe latino, un pedazo de tierra de 17 kil¨®metros cuadrados, a un tiro de piedra de las costas nicarag¨¹enses, que por azares de la historia qued¨® bajo soberan¨ªa colombiana y cuyos habitantes, en su mayor¨ªa de origen afrocaribe?o, se han negado con rotundidad a que entren cadenas hoteleras y megaproyectos tur¨ªsticos que cambien la faz de "su" isla. Aqu¨ª puedes dejar el coche con las llaves puestas o la puerta de la habitaci¨®n abierta. Y los isle?os controlan la inmensa mayor¨ªa de los establecimientos tur¨ªsticos, en vez de grandes empresas o multinacionales.
En barco o avioneta
A Providencia s¨®lo se puede acceder desde la vecina isla de San Andr¨¦s en barco (cuatro horas como m¨ªnimo) o a bordo de peque?as avionetas de 18 plazas. Este es el primer freno para la invasi¨®n tur¨ªstica del islote, y en contra de lo que pueda parecer, sus habitantes est¨¢n encantados con que as¨ª sea y ni se plantean pedir la ampliaci¨®n de la pista para que lleguen aviones m¨¢s grandes.
"?sta es una comunidad peque?a que no puede soportar mucha presi¨®n demogr¨¢fica. Nosotros mismos decidimos abandonar la ganader¨ªa porque estaba provocando una gran desertizaci¨®n y p¨¦rdida de suelo en la isla. Otro problema es el de las basuras y los residuos s¨®lidos, no hay donde ocultarlos, si empieza a venir m¨¢s gente, ?qu¨¦ hacemos? ?los echamos al mar? De momento ya hemos conseguido que se proh¨ªba la entrada de botellas de vidrio no reciclable en Providencia, pero la lucha es larga".
Quien me cuenta esto es Antonio Archbold, pr¨¢ctico de la bah¨ªa y uno de los l¨ªderes de la comunidad local. Me recibe en el porche de su casa de madera, rodeado de nietos y bisnietos que entran y salen y se acercan para reclamar su atenci¨®n. Tiene 71 a?os y un sorprendente parecido con Sean Connery, adem¨¢s de media vida como pescador y marino en todo tipo de barcos. Conoce el mar Caribe como la palma de su mano y lucha por conservar la biodiversidad de su isla. Habla de forma cadenciosa y suave, pensando en ingl¨¦s y traduciendo luego al espa?ol. Transmite paz y serenidad; tantas, que dan ganas de ser como ¨¦l, un venerable hombre en paz consigo mismo y con lo que le rodea sentado sin prisas en el porche de su casa.
Los escasos turistas que llegan a Providencia lo hacen en busca de una naturaleza relativamente inalterada, de playas solitarias, de inmersi¨®n en la vida de una genuina comunidad afrocaribe?a, o de buceos en su arrecife de coral, el tercero m¨¢s largo del mundo despu¨¦s de la gran barrera australiana y el de Belice. Y sobre todo, de tranquilidad, mucha tranquilidad. Providencia es la isla perfecta para una escapada rom¨¢ntica en pareja. Una caba?a cerca de la playa, una moto para dar vueltas por la isla y unas botas para cruzar a pie el deshabitado y monta?oso interior volc¨¢nico es todo lo que hace falta. Sin embargo, es poco recomendable para quienes busquen marcha nocturna, casinos, discotecas o grandes centros comerciales con productos de saldo. No es que haya pocos. Es que no hay ninguno.
Ingl¨¦s y creole
El nombre se lo pusieron los puritanos baptistas ingleses que arribaron a la isla en 1629 a bordo del Seaflower huyendo de las persecuciones religiosas en Europa. Ellos fundaron el primer asentamiento estable de este archipi¨¦lago, hoy colombiano, que forman Providencia junto a la peque?a y vecina Santa Catalina y San Andr¨¦s, la m¨¢s grande y poblada de las tres. A lo largo de los siglos cambi¨® de manos repetidas veces: inglesas, espa?olas, otra vez inglesas, refugio del famoso pirata Morgan... En la isla hab¨ªa maderas nobles y se pod¨ªa cultivar el algod¨®n. Pero hac¨ªa falta mano de obra barata, y ¨¦sa la aportaban los esclavos negros. Cada comunidad trajo los suyos, y cuando los amos europeos se fueron o murieron, los esclavos quedaron en la isla. Por eso la mayor¨ªa de sus habitantes son de color o mestizos, hablan ingl¨¦s y creole y profesan en buena medida el protestantismo.
Hay cosas inexcusables que hacer en Providencia: un paseo en barca por el manglar del parque nacional McBean Lagoon, un atardecer desde el puente que la une la cercana isla de Santa Catalina, o ver las carreras de caballos de los s¨¢bados en la playa del Suroeste. Pero a m¨ª me parece que lo mejor de la isla son sus personajes. Gente como el propio Antonio Archbold. O como Roland Bryan, due?o del chiringuito m¨¢s famoso de Providencia, el de la playa de Manzanillo. Showman y astuto hombre de negocios, Roland enreda a sus clientes con un desparpajo fuera de lo com¨²n y una hiperactividad a prueba de clima tropical. Su bar-restaurante est¨¢ abierto las 24 horas del d¨ªa en una de las playas m¨¢s bonitas de la isla, con m¨²sica reggae, calipso, salsa, cumbia..., una hoguera en el centro, hamacas y tumbonas entre los cocoteros, mucha simpat¨ªa y todo tipo de c¨®cteles: el primer y ¨²nico after de Providencia. Personajes tambi¨¦n como Richard Hawkins, que regenta otro famoso bar a pie de arena en la playa del Suroeste, donde tambi¨¦n hay m¨²sica y c¨®cteles (buenos mojitos, por cierto), pero de ambiente m¨¢s tranquilo y menos alocado. Richard es un librepensador, un m¨ªstico que igual podr¨ªa ser rasta que suf¨ª; si lo colocas entre Bob Marley y los Wailers, no desentona. Pas¨® cinco a?os trabajando en barcos de carga por el Caribe, y otro mont¨®n, de ermita?o en El Pico, la monta?a m¨¢s elevada de Providencia. S¨®lo baj¨® cuando se enter¨® de que su isla estaba amenazada por varios proyectos tur¨ªsticos de gran envergadura, para luchar contra ellos.
Conoce de primera mano este y otros lugares de Colombia en el Blog de Paco Nadal
Gu¨ªa
C¨®mo llegar
? S¨®lo se puede ir desde la vecina isla de San Andr¨¦s, situada a unos 80 kil¨®metros al suroeste. La compa?¨ªa a¨¦rea que opera entre ambas islas es Satena (www.satena.com) y ofrece hasta cinco conexiones diarias, entre 70 y 100 euros por trayecto.
Dormir
? Hotel Sirius (www.siriushotel.net; 0057 8 514 82 13), en la playa del Suroeste.
? Hotel Sol Caribe (www.solarhoteles.com; 0057 4 448 08 40), en playa Aguadulce.
Comer
? Para comer hay que calcular entre 10 y 25 euros.
? Roland's Restaurant (0057 313 836 74 04), en la playa de Manzanillo; cocina tradicional afrocaribe?a.
? Donde Mart¨ªn (Caribbean Place), en playa Aguadulce; buenos pescados y mariscos.
? Miss Mary, caba?as para alojarse y restaurante muy conocidos y agradables en la playa del Suroeste.
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