Polonia y su modelo de revoluci¨®n
Como obra de carpinter¨ªa, esta mesa no es una gran cosa. El barniz oscuro est¨¢ ya pel¨¢ndose en varios sitios, la superficie est¨¢ un poco gastada y las vigas a ras de suelo, de estilo rural, me recuerdan a una mesa de pub brit¨¢nico manchada de cerveza. Ahora bien, como pieza pol¨ªtica, es una obra maestra.
Construido especialmente por carpinteros polacos para las primeras negociaciones del pa¨ªs en torno a una mesa redonda en 1989 -las primeras en la Europa comunista-, y hoy conservado como pieza de museo en el palacio presidencial de Varsovia, este gran mueble en forma de rosquilla, formado en realidad por 14 trozos separados, es el s¨ªmbolo del nuevo tipo de revoluci¨®n pac¨ªfica y negociada que en 1989 se impuso al viejo estilo violento de 1789. La mesa redonda sustituy¨® a la guillotina.
El nuevo tipo de revoluci¨®n pac¨ªfica y negociada se impuso al viejo estilo violento de la Revoluci¨®n Francesa Las elecciones de 1989 desembocaron en la llegada del primer ministro no comunista en el bloque sovi¨¦tico
Para la mayor¨ªa de la gente, "1989", si significa algo, seguramente significa la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Algunos quiz¨¢ recuerden la revoluci¨®n de terciopelo en Checoslovaquia, otros tal vez los brotes de violencia en las calles de Bucarest y el sangriento fin del dictador de Rumania, Nicolae Ceausescu. Aquellos dram¨¢ticos acontecimientos de la segunda mitad del a?o eran buen material televisivo, y lo que ocurri¨® en Bucarest pareci¨® en algunos momentos una imagen de 1789.
En cambio, las tortuosas negociaciones de la primera mitad del a?o en Polonia y Hungr¨ªa no se parecieron nada a una revoluci¨®n. Una mesa redonda en torno a la que hablan unas personas no es demasiado televisiva. Incluso las trascendentales elecciones semilibres de Polonia el 4 de junio de 1989, que desembocaron directamente en la llegada del primer ministro no comunista en lo que todav¨ªa era el bloque sovi¨¦tico, fueron relativamente tranquilas. Estoy seguro de que, cuando se celebre el vig¨¦simo aniversario este 4 de junio, los medios de comunicaci¨®n hablar¨¢n mucho m¨¢s de la matanza de la plaza de Tiananmen, que sucedi¨® aquel mismo d¨ªa.
Si digo esto no es para fomentar la queja t¨ªpicamente polaca de que "el mundo no valora la contribuci¨®n de Polonia" (al final del comunismo en Europa, la Segunda Guerra Mundial, el Renacimiento, la astronom¨ªa, etc¨¦tera). Es para destacar que, al centrarnos en lo teleg¨¦nico y lo conocido, perdemos de vista la aut¨¦ntica novedad de lo que ocurri¨® en 1989 en Europa central y ha vuelto a ocurrir desde entonces en otros lugares, con numerosas variaciones. Por un lado, el poder blando de un movimiento social de masas (y en Polonia llevaban una d¨¦cada de protestas y huelgas masivas) controlado por sus dirigentes para lograr el objetivo de una transici¨®n negociada. Por otro, unas personas que segu¨ªan en posesi¨®n de los instrumentos b¨¢sicos del poder duro -las armas, el aparato del Estado, la polic¨ªa secreta-, pero estaban dispuestas a negociar un acuerdo de reparto de poder (aunque no preve¨ªan con qu¨¦ rapidez iba a producirse el cambio ni hasta d¨®nde iba a llegar). En un tercer lugar, los representantes del pueblo y las instituciones intermedias -que en Polonia inclu¨ªan la inmensa autoridad de la Iglesia cat¨®lica-, que ayudaron a mediar y generar confianza. Todos ellos, simb¨®licamente sentados en torno a una mesa construida a toda prisa y no especialmente bien.
En cada instante, nadie pod¨ªa estar seguro de que el siguiente paso no fuera a ir demasiado lejos, ser demasiado para los partidarios de la l¨ªnea dura en el propio pa¨ªs o para el Kremlin. Nadie hab¨ªa hecho algo as¨ª hasta entonces. Nadie sab¨ªa si era posible hacerlo. Como dec¨ªa un chiste de la ¨¦poca: sabemos que es posible convertir un acuario en sopa de pescado; la cuesti¨®n es si se puede convertir la sopa de pescado en un acuario.
Adem¨¢s de inspeccionar la carpinter¨ªa en el palacio presidencial, he venido a ver al actual presidente, Lech Kaczynski, un populista conservador que levant¨® su campa?a, hace cinco a?os, en torno a las acusaciones de que no hab¨ªa habido una ruptura suficientemente clara y radical con el pasado comunista. Sin embargo, ahora me ha dicho que, en su opini¨®n, el acuerdo logrado por la oposici¨®n encabezada por Solidaridad en aquella mesa redonda fue el mejor al que pod¨ªan aspirar sin arriesgar demasiado en las circunstancias de principios de 1989. ?Acaso el juicio hist¨®rico del presidente actual asume el compromiso, adoptado por todos en la mesa redonda, de que el arquitecto de la ley marcial en Polonia a principios de los ochenta, el general Wojciech Jaruzelski, se convirtiera en presidente del pa¨ªs en el verano de 1989 como garant¨ªa para la Uni¨®n Sovi¨¦tica? En efecto, aunque habr¨ªa preferido que "por poco tiempo".
Como historiador, me interesa o¨ªr a todas las partes, as¨ª que fui a ver tambi¨¦n al propio general Jaruzelski, hoy un hombre enfermo de 85 a?os, pero todav¨ªa firmemente interesado en ofrecer su versi¨®n de la historia. Me record¨® la resistencia que hab¨ªa existido en las filas de su propio partido, el ej¨¦rcito y la polic¨ªa, y el hecho de que cuando ¨¦l, como presidente, y el nuevo primer ministro no comunista del pa¨ªs, Tadeusz Mazowiecki, fueron a una cumbre del Pacto de Varsovia en Mosc¨² en diciembre de 1989, otro de los participantes en la mesa era nada menos que Nicolae Ceausescu. Unas semanas m¨¢s tarde, Ceausescu estaba muerto.
Aquel triunfo pac¨ªfico, nacido en una mesa redonda y afianzado por unas elecciones semilibres, no era inevitable, ni mucho menos. Como en Sur¨¢frica, como en Irlanda del Norte, como en Chile, el nuevo modelo anti-jacobino de revoluci¨®n, con sus encuentros surrealistas entre ex presos y sus antiguos carceleros y torturadores, exig¨ªa compromisos dolorosos y moralmente desagradables. Sin un gran momento de catarsis revolucionaria. La l¨ªnea entre los males del pasado y las bondades del futuro qued¨® difuminada. Es lo que el antrop¨®logo Ernest Gellner, al hablar de la revoluci¨®n de terciopelo en su Checoslovaquia natal, llam¨® "el precio del terciopelo".
Por eso, el problema del pasado nunca desaparece del todo. Espa?a despu¨¦s de Franco es la excepci¨®n que confirma la regla (y, visto el debate pol¨ªtico que hay hoy en Espa?a sobre el franquismo, quiz¨¢ ni siquiera sea una excepci¨®n tan clara). Por eso, 20 a?os despu¨¦s, estoy m¨¢s convencido que nunca de que el complemento necesario para una mesa redonda es una comisi¨®n de la verdad. No unos juicios penales interminables y de dudosa legalidad, como el que probablemente acompa?ar¨¢ al general Jaruzelski hasta su tumba (salvo en el caso de verdaderos cr¨ªmenes contra la humanidad). No unas depuraciones arbitrarias y partidistas. Sino, una vez que est¨¢n seguros los fundamentos b¨¢sicos de un pa¨ªs libre, una confrontaci¨®n p¨²blica, exhaustiva, justa y simb¨®lica de la nueva democracia con su dif¨ªcil pasado, con todas sus complejidades humanas.
Cuando, como consecuencia del modelo negociado de revoluci¨®n, no se puede obtener justicia, al menos puede pedirse la verdad. Es lo que sucedi¨®, por supuesto, en Sur¨¢frica. Ojal¨¢ la Iglesia cat¨®lica polaca hubiera tenido a un arzobispo Desmond Tutu dispuesto a proponer y presidir una tarea semejante a principios de los a?os noventa, cuando ya estaban sentadas las bases constitucionales, econ¨®micas y pol¨ªticas de un pa¨ªs libre. Pero el arzobispo Tutu polaco, para entonces, resid¨ªa en Roma.
El nuevo modelo de revoluci¨®n de Polonia en 1989 sigue siendo un acontecimiento important¨ªsimo e innovador. Pero estudiar historia sirve tambi¨¦n para aprender de los errores, que a veces s¨®lo se ven a?os despu¨¦s. As¨ª que la pr¨®xima vez que un pa¨ªs en pleno proceso de salir de una dictadura y un conflicto civil encargue a sus carpinteros una mesa redonda especial, conviene que empiece a pensar tambi¨¦n en los muebles necesarios para una comisi¨®n de la verdad. Es m¨¢s, quiz¨¢ puedan incluso utilizar la misma mesa. -
www.timothygartonash.com Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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