No quiero ser santa, ni beata
No quiero ser una canci¨®n de Par¨¢lisis Permanente, aquel grupo que tanto me divert¨ªa, que tanto gustan al radicante Fern¨¢ndez Mallo. No quiero ser un radical de esos que buscan el regreso al lugar originario. Prefiero a los radicantes que est¨¢n en el camino, sin tener ning¨²n lugar al que regresar. Y, por favor, no quiero su m¨ªstica, ni su metaf¨ªsica del l¨ªmite, ni su viaje hacia la nada. No quiero despreciar cuanto ignoro. Ni quiero parecerme a esos personajes de un haiku de Kobayashi Issa: "En el ciruelo, unos cuervos no dejan de blasfemar". Los cuervos, esos p¨¢jaros blasfemos. Se vistan con levita. O con premio Cervantes.
Prefiero otros p¨¢jaros. Ser ese jinete viajero que quiere moverse por esta habitaci¨®n que es el mundo. Quiero ser ese pecador que nunca insultaba, ese que segu¨ªa siendo ateo a pesar de haber visto a Dios, el poeta que conoci¨® el fr¨ªo de la posguerra en las monta?as de Le¨®n, el ni?o y el hombre que amaban el circo, el joven republicano que tuvo que cantar cuatro veces el Cara al sol en un cine de Oviedo, el peque?o hermano de una familia de buenos y rojos. S¨ª, me hubiera gustado ser como ese poeta claro que supo llamarse ?ngel Gonz¨¢lez. No pudo ser. Somos lo que somos. Pero, al menos, podemos decidir que ma?ana no ser¨¢ lo que Dios quiera.
Quiero ser ese pecador que nunca insultaba, ese que segu¨ªa siendo ateo a pesar de haber visto a Dios
Cuando Paco Rico contin¨²e su antolog¨ªa de la mejor poes¨ªa de los pr¨®ximos mil a?os de Europa -?estoy disfrutando con su Pentecost¨¦s del primer milenio!-, all¨ª estar¨¢n Gonz¨¢lez y su amigo de noches y d¨ªas, de versos y tragos, de vidas contadas y escritas: Luis Garc¨ªa Montero. Y si no est¨¢n, da igual porque ma?ana tampoco ser¨¢ lo que Rico quiera Y ma?ana, mucho despu¨¦s que los muertos tan vivos de nuestra poes¨ªa de la indiferencia hayan quedado en el olvido, Gonz¨¢lez y Garc¨ªa seguir¨¢n siendo recordados, repetidos, dichos y cantados. Benedetti tambi¨¦n lo ser¨¢, en otra liga, de otra manera. Otros volver¨¢n a sus cerrados jardines de invierno.
A cada uno sus premios, sus m¨¦ritos. Para ?ngel, que nunca gan¨® el Cervantes, sus premios fueron ser hu¨¦rfano de republicano, ni?o crecido entre las ruinas de una ciudad asediada, superviviente de un golpe de Estado, de una guerra civil, adolescente que llev¨® a su madre la noticia del asesinato de su hermano, hijo de mujer castigada, hermano de maestra depurada, joven con tuberculosis, maestro de ni?os pobres en una pobre aldea de la pobre Espa?a, funcionario en alg¨²n ministerio en el ¨¢spero Madrid de los a?os cincuenta. Y poeta.
Una vez fue un joven reci¨¦n llegado a Madrid y fichado por maric¨®n. No por su condici¨®n de poeta, ni por homosexual, era heterosexual, sino por una orgullosa honradez que siempre lo acompa?¨®. Para detalles, buscar Ma?ana no ser¨¢ lo que Dios quiera. -
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